miércoles, febrero 14, 2024

20 P2 Historia de la bella Zumurrud y Alischar, hijo de Gloria - segunda de dos partes

Esta historia hace parte de

20 Historia de la bella Zumurrud y Alischar, hijo de Gloria (de la noche 316 a la 331)




Pero cuando llegó la 324ª noche 

Ir a la primera parte

Ella dijo:
"...Sabe, en efecto, que la costumbre de los habitantes de esta ciudad, cuando muere nuestro rey sin dejar hijo varón, es dirigirnos a esta carretera y aguardar la llegada del primer caminante que nos envía el Destino para elegirle como rey y saludarle como a tal. ¡Y hoy hemos tenido la dicha de encontrarte a ti, el más hermoso de los reyes de la tierra y el único de tu siglo y de todos los siglos!"
Y Zumurrud, que era una mujer de seso y de excelentes ideas, no se desconcertó con noticia tan extraordinaria, y dijo al gran chambelán y a los demás dignatarios: "¡Oh vosotros todos, fieles súbditos míos desde ahora, no creáis de todos modos que yo soy algún turco de oscuro nacimiento o hijo de algún plebeyo! ¡Al contrario! ¡Tenéis delante de vosotros a un turco de elevada estirpe que ha huido de su país y de su casa después de haber reñido con su familia, y ha resuelto recorrer el mundo buscando aventuras! ¡Y como precisamente el Destino me hace dar con una ocasión bastante propicia para ver algo nuevo, consiento en ser vuestro rey!"
Y enseguida se puso a la cabeza de la comitiva, y entre las aclamaciones y gritos de júbilo de todo el pueblo, hizo su entrada triunfal en la ciudad.
Al llegar a la puerta principal de palacio, los emires y chambelanes se apearon, y la sostuvieron por debajo de los brazos, y la ayudaron a bajar del caballo, y la llevaron en brazos al gran salón de recepciones; y después de revestirla con los atributos regios, la hicieron sentar en el trono de oro de los antiguos reyes. Y todos juntos se prosternaron y besaron el suelo entre sus manos, pronunciando el juramento de sumisión.
Entonces Zumurrud inauguró su reinado mandando abrir los tesoros regios acumulados durante siglos, y mandó sacar cantidades considerables, que repartió entre los soldados, los pobres y los indigentes. Así es que el pueblo la amó e hizo votos por la duración de su reinado. Y además Zumurrud tampoco se olvidó de regalar gran cantidad de ropas de honor a los dignatarios de palacio, y otorgar mercedes a los emires y chambelanes, así como a sus esposas y a todas las mujeres del harem. Además abolió el cobro de impuestos, los consumos y las contribuciones, y mandó libertar a los presos, y corrigió todos los males. Y de tal modo ganó el afecto de grandes y chicos, que todos la tenían por hombre, y se maravillaron de su continencia y castidad cuando supieron que nunca entraba en el harem ni se acostaba jamás con sus mujeres. En efecto, no quiso tener de noche más servicio particular que el de sus lindos eunucos, que dormían atravesados delante de su puerta.
Lejos de ser dichosa, Zumurrud no hacía más que pensar en su amado Alischar, de quien no tuvo noticias, no obstante todas las investigaciones que mandó hacer secretamente. Y no cesaba de llorar cuando estaba sola, ni de rezar y ayunar para atraer la bendición de Alah sobre Alischar y lograr volverle a ver sano y salvo después de la ausencia. Y así pasó un año y todas las mujeres del palacio levantaban los brazos, desesperadas, y exclamaban: "¡Qué desgracia para nosotras que el rey sea tan devoto y casto!"
Al cabo del año, Zumurrud tuvo una idea y quiso ejecutarla inmediatamente. Mandó llamar a visires y chambelanes, y les ordenó que los arquitectos e ingenieros abrieran un vasto meidán, de una parasanga de ancho y largo, y que construyeran en medio de un magnífico pabellón con cúpula, que había de tapizarse ricamente para colocar un trono, y tantos asientos como dignatarios había en palacio.
Se ejecutaron en muy poco tiempo las órdenes de Zumurrud. Y trazado el meidán, y levantado el pabellón, y dispuestos el trono y los asientos en el orden jerárquico, Zumurrud convocó a todos los grandes de la ciudad y del palacio, y les ofreció un banquete tal, que ningún anciano recordaba de otro parecido. Y al final del festín, Zumurrud se volvió hacia los invitados y les dijo: "¡En adelante, durante todo mi reinado, os convocaré en este pabellón a principios de cada mes, y os sentaréis en vuestros sitios, y convocaré asimismo a todo el pueblo, para que tome parte en el banquete, y coma y beba, y dé gracias al Donador por sus dones!" Y todos le contestaron oyendo y obedeciendo. Y entonces añadió: "¡Los pregoneros públicos llamarán a mi pueblo al festín y les advertirán que será ahorcado quien se niegue a venir!"
Y al principio del mes los pregoneros públicos recorrieron las calles, gritando: "¡Oh vosotros todos, mercaderes y compradores, ricos y pobres, hambrientos y hartos, por orden de nuestro señor el rey, acudid al pabellón del meidán! ¡Comeréis y beberéis y bendeciréis al Bienhechor! ¡Y será ahorcado quien no vaya! ¡Cerrad las tiendas y dejad de vender y comprar! ¡El que se niegue será ahorcado!"
A esta invitación, la muchedumbre acudió y se hacinó en el pabellón, estrujándose en medio del salón unos a otros, mientras el rey permanecía sentado en el trono, y a su alrededor, en los sitios respectivos, aparecían colocados jerárquicamente los grandes y dignatarios. Y todos empezaron a comer toda clase de cosas excelentes, como carneros asados, arroz con manteca, y sobre, todo el excelente manjar llamado "kisek", preparado con trigo pulverizado y leche fermentada. Y mientras comían, el rey los examinaba atentamente uno tras otro, y durante tanto tiempo, que cada cual decía a su vecino: "¡Por Alah! ¡No sé por qué me mira el rey con esa obstinación!" Y entretanto, los grandes y dignatarios no dejaban de alentar a toda aquella gente, diciéndole: "¡Comed sin cortedad y hartaos! ¡El mayor gusto que le podéis dar al rey es demostrarle vuestro apetito!" Y ellos decían: "¡Por Alah! ¡En toda la vida no hemos visto un rey que quisiera tan bien a su pueblo! "
Y entre los glotones que comían con más ardiente voracidad haciendo desaparecer en su garganta fuentes enteras, estaba el miserable cristiano Barssum que durmió a Alischar y raptó a Zumurrud, ayudado por su hermano el viejo Rachideddín. Cuando Barssum acabó de comer la carne y los manjares con manteca o grasa, vio una fuente colocada fuera de su alcance, llena de un admirable arroz con leche cubierto de azúcar fino y canela; atropelló a todos los vecinos y agarró la fuente, que atrajo a sí y colocó debajo de su mano, y cogió un enorme pedazo, que se metió en la boca. Escandalizado entonces uno de sus vecinos, le dijo...
En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.

Pero cuando llegó la 325ª noche 


Ella dijo:
..Escandalizado entonces uno de sus vecinos, le dijo: "¿No te da vergüenza tender la mano hacia lo que está lejos de tu alcance y apoderarte de una fuente tan grande para ti solo? ¿Ignoras que la educación nos enseña a no comer más que lo que tenemos delante?" Y otro añadió: "¡Ojala que ese manjar te pese en la barriga y te trastorne las tripas!" Y otro muy chistoso, gran aficionado al haschich, le dijo: "¡Eh, por Alah! ¡Repartamos! ¡Acerca eso, que tome yo un bocado, o dos o tres!"
Pero Barssum le dirigió una mirada despreciativa, y le gritó con violencia: "¡Ah maldito devorador de haschich! ¡Este noble manjar no se ha hecho para tus mandíbulas! ¡Está destinado al paladar de los emires y gente delicada!"
Y se preparaba a meter otra vez los dedos en la deliciosa pasta, cuando Zumurrud, que lo observaba hacía un rato, lo conoció, y mandó hacia él a cuatro guardias diciéndoles: "¡Id en seguida a apoderaros de ese individuo que come arroz con leche, y traédmelo!" Y los cuatro guardias se precipitaron sobre Barssum, le arrancaron de entre los dedos el bocado que iba a tragar, le echaron de cara contra el suelo y le arrastraron por las piernas hasta delante del rey, entre los espectadores asombrados, que enseguida dejaron de comer, cuchicheando unos junto a otros: "¡Eso es lo que se saca por ser glotón y apoderarse de la comida de los demás!". Y el comedor de haschich dijo a los que le rodeaban: "¡Por Alah! ¡Qué bien he hecho en no comer con él ese excelente arroz con leche! ¡Quién sabe el castigo que le darán!" Y todos empezaron a mirar atentamente lo que iba a ocurrir.
Zumurrud, con los ojos encendidos por dentro, preguntó al hombre: "Dime, hombre de malos ojos azules, ¿cómo te llamas y cuál es el motivo de tu venida a este país?" El miserable cristiano, que se había puesto turbante blanco, privilegio de los musulmanes, dijo: "Oh nuestro señor el rey, me llamo Alí y tengo el oficio de pasamanero. He venido a este país a ejercer mi oficio y a ganarme la vida con el trabajo de mis manos".
Entonces Zumurrud dijo a uno de sus eunucos: "¡Ve pronto a buscar en mi mesa la arena adivinatoria y la pluma de cobre que me sirve para trazar las líneas geománticas!" Y en cuanto se ejecutó su orden, Zumurrud extendió cuidadosamente la arena adivinatoria en la superficie plana de la mesa, y con la pluma de cobre trazó la figura de un mono y algunos renglones de caracteres desconocidos. Después de lo cual recapacitó profundamente un rato, levantó de pronto la cabeza y con voz terrible que fue oída por toda la muchedumbre le gritó al miserable: "¡Oh perro! ¿Cómo te atreves a mentir a los reyes? ¿No eres cristiano y no te llamas Barssum? ¿Y no has venido a este país para buscar una esclava raptada por ti en otro tiempo? ¡Ah perro! ¡Ah maldito! ¡Ahora mismo vas a confesar la verdad que me acaba de revelar tan claramente la arena adivinatoria!"
Aterrado el cristiano al oír estas palabras cayose al suelo juntando las manos, y dijo: "¡Perdón, oh rey del tiempo! ¡No te engañas! ¡En efecto (preservado seas de todo mal), soy un innoble cristiano y vine aquí con la intención de apoderarme de una musulmana a quien rapté y que huyó de nuestra casa!".
Entonces Zumurrud en medio de los murmullos de admiración de todo el pueblo, que decía: "¡Ualah! ¡No hay en el mundo un geomántico lector de arena comparable con nuestro rey!"; llamó al verdugo y a sus ayudantes y les dijo: "Llevaos a ese miserable perro fuera de la ciudad, desolladle vivo, rellenadle con hierba de la peor calidad y volved y clavad la piel en la puerta del meidán!
En cuanto al cadáver, hay que quemarlo con excrementos secos y enterrar en el albañal lo que sobre". Y contestaron oyendo y obedeciendo, y se llevaron al cristiano, y lo ejecutaron según la sentencia, que al pueblo le pareció llena de justicia y cordura.
Los vecinos que habían visto al miserable comer el arroz con leche no pudieron dejar de comunicarse mutuamente sus impresiones. Uno dijo: "¡Ualah! ¡En mi vida volveré a dejarme tentar por ese plato, aunque me gusta en extremo! ¡Trae mala sombra!" Y el comedor de haschich exclamó, agarrándose el vientre porque tenía cólico de terror: "¡Ualah! ¡Mi buen destino me ha librado de tocar a ese maldito arroz con canela!" ¡Y todos juraron no volver a pronunciar ni el nombre del arroz con leche!
A todo esto, entró un hombre de aspecto repulsivo, que se adelantó rápidamente, atropellando a todo el que hallaba a su paso, y viendo todos los sitios ocupados menos alrededor de la fuente del arroz con leche, se acurrucó delante de ella y en medio del espanto general se dispuso a tender la mano para comerlo.
Y Zumurrud enseguida conoció que aquel hombre era su raptor, el terrible Djiwán el kurdo, uno de los cuarenta de la gavilla de Ahmad Ed-Danaf. El motivo que lo llevaba a la ciudad no era otro que buscar a la joven, cuya fuga le había inspirado un furor espantoso cuando estaba ya preparado a cabalgarla con sus compañeros. Y se había mordido la mano de desesperación y había jurado que la encontraría, aunque estuviera escondida detrás del monte Cáucaso, u oculta como el alfónsigo en la cáscara. Y había salido a buscarla, y había acabado de llegar a la ciudad consabida, y por entrar con los demás en el pabellón para que no le ahorcaran...
En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discretamente.

Pero cuando llegó la 326ª noche 


Ella dijo:
... y entrar con los demás en el pabellón para que no le ahorcaran. Sentose, pues, ante la fuente de arroz con leche y metió toda la mano en medio. Y entonces por todas partes le gritaron: "¡Eh! ¿Qué vas a hacer? ¡Ten cuidado! ¡Te van a desollar vivo! ¡No toques a esa fuente, que es de mala sombra!" Pero el hombre les dirigió miradas terribles y les gritó: "¡Callaos vosotros! ¡Quiero comer de este plato y llenarme la barriga! ¡Me gusta el arroz con leche!" Y le dijeron otra vez: "¡Que te ahorcarán y te desollarán!" Y por toda contestación se acercó más a la fuente, en la cual ya había metido la mano, y se inclinó hacia ella. Al verlo el comedor de haschich, que era el que tenía más cerca, se escapó asustado y libre ya de los vapores de haschich, para sentarse más lejos, protestando de que no tenía nada que ver con lo que ocurriera.
Y Djiwán el kurdo, después de haber metido en la fuente la mano negra como la pata del cuervo, la sacó enorme y pesada como el pie de un camello. Redondeó en la palma el prodigioso pedazo que había sacado, hizo con él una bola tan gorda como una cidra, y con un movimiento giratorio se la arrojó al fondo de la garganta, en donde se hundió con el estruendo de un trueno o con el ruido de una cascada en una caverna sonora, hasta el punto de que la cúpula del pabellón resonó con un eco sonoro que hubo de repetir saltando y rebotando. ¡Y fue tal la huella dejada en la masa de donde se sacó el pedazo, que se vio el fondo de la enorme fuente!
Al percibir aquello, el comedor de haschich levantó los brazos y exclamó: "¡Alah nos proteja! ¡Se ha tragado la fuente de un solo bocado! ¡Gracias a Alah que no me creó arroz con leche o canela u otra cosa semejante entre sus manos!" Y añadió: "¡Dejémosle comer a su gusto, pues ya veo que se le dibuja en la frente la imagen del desollado y ahorcado que ha de ser!".
Y se puso más lejos del alcance de la mano del kurdo, gritándole: "¡Así se te pare la digestión y te ahogue, espantoso abismo!" Pero el kurdo, sin hacer caso de lo que decían a su alrededor, metió otra vez los dedos, gordos como estacas, en la masa tierna, que entreabrió con un crujido sordo, y los sacó con una bola como una calabaza en las puntas, y le estaba dando vueltas en la palma antes de tragarla cuando Zumurrud dijo a los guardias: "¡Traedme pronto al del arroz, antes de que se trague el bocado!". Y los guardias saltaron sobre el kurdo, que no los veía por tener la mitad del cuerpo encorvado encima de la fuente. Y le derribaron con agilidad, le ataron las manos a la espalda y le llevaron a presencia del rey, mientras decían los circunstantes: "El se empeñó en perderse. ¡Ya le habíamos aconsejado que se abstuviera de tocar a ese nefasto arroz con leche!"
Cuando le tuvo delante, Zumurrud, le preguntó: "¿Cuál es tu nombre? ¿Cuál es tu oficio? ¿Y qué causa te ha impulsado a venir a esta ciudad?" El otro contestó: "Me llamo Othman, y soy jardinero. Respecto al motivo de mi venida, busco un jardín en donde trabajar para comer". Zumurrud exclamó: "¡Que me traigan la mesa de arena y la pluma de cobre!" Y cuando tuvo ambos objetos, trazó caracteres y figuras con la pluma en la arena extendida, reflexionó y calculó una hora, después levantó la cabeza y dijo: "¡Desdicha sobre ti, miserable embustero! ¡Mis cálculos sobre la mesa de arena me enteran que en realidad te llamas Djiwán el kurdo, y que tu oficio es el de bandolero, ladrón y asesino! ¡Ah cerdo, hijo de perro y de mil zorras! ¡Confiesa enseguida la verdad o lo harás a golpes!"
Al oír estas palabras del rey -del cual no podía sospechar que fuese la joven robada poco antes por él-, palideció, le temblaron las mandíbulas y los labios se le contrajeron, dejando al descubierto unos dientes que parecían de lobo o de otra alimaña silvestre. Después intentó salvar la cabeza declarando la verdad, y dijo: "¡Cierto es cuanto dices, oh rey! ¡Pero me arrepiento ante ti ahora mismo, y en adelante seguiré el buen camino!" Mas Zumurrud le dijo: "¡Me es imposible dejar vivir en el camino de los musulmanes a una fiera dañina!"
Después ordenó: "¡Que se lo lleven y le desuellen vivo y le rellenen de paja para clavarle a la puerta del pabellón, y sufra su cadáver la misma suerte que el cristiano!"
Cuando el comedor de haschich vio que los guardias se llevaban a aquel hombre, se levantó y se volvió de espaldas a la fuente de arroz, y dijo: "¡Oh arroz con leche, salpicado con azúcar y canela, te vuelvo la espalda, porque no te juzgo, malhadado manjar, digno de mis miradas, ni casi de mi trasero! ...
En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.

Pero cuando llegó la 327ª noche 


Ella dijo:
"...porque no te juzgo malhadado manjar, digno de mis miradas, ni casi de mi trasero. ¡Te escupo encima y abomino de ti!"
Y nada más por lo que a él respecta.
Veamos en cuanto al tercer festín. Como en las dos circunstancias anteriores, los pregoneros vocearon el mismo anuncio, y se hicieron iguales preparativos; y el pueblo se congregó en el pabellón, los guardias se colocaron ordenadamente, y el rey se sentó en el trono. Y todo el mundo se puso a comer, a beber y a regocijarse, y la multitud se amontonaba por todas partes, menos delante de la fuente de arroz con leche, que permanecía intacta en medio del salón, mientras todos los comensales le volvían la espalda. Y de pronto entró un hombre de barbas blancas, se dirigió hacia aquel lado y se sentó para comer, a fin de que no lo ahorcaran. Y Zumurrud le miró, y vio que era el viejo Rachideddín, el miserable cristiano que la había hecho raptar por su hermano Barssum.
Efectivamente; como Rachideddín vio que pasaba un mes sin que volviera su hermano, al cual había enviado en busca de la joven desaparecida, resolvió partir en persona para tratar de dar con ella y el Destino le llevó a aquella ciudad hasta aquel pabellón, delante de la fuente de arroz con leche.
Al reconocer al maldito cristiano, Zumurrud dijo para sí: "¡Por Alah! ¡Este arroz con leche es un manjar bendito, pues me hace encontrar a todos los seres maléficos! Tengo que mandarlo pregonar algún día por toda la ciudad como manjar obligatorio para todos los ciudadanos. ¡Y mandaré ahorcar a quienes no les guste!
Entretanto, voy a emprenderla con ese viejo criminal." Y dijo a los guardias: "¡Traedme al del arroz!" Y los guardias, acostumbrados ya, vieron al hombre, en seguida se precipitaron sobre él y le arrastraron por las barbas a presencia del rey, que le preguntó: "¿Cómo te llamas? ¿Cuál es tu profesión? ¿Y por qué has venido aquí?" El contestó: "¡Oh rey afortunado, me llamo Rustem, pero no tengo más profesión que la de pobre, la de derviche!" Zumurrud gritó: "¡Tráiganme la arena y la pluma!" Y se las llevaron. Y después de haber extendido ella la arena y haber trazado figuras y caracteres, estuvo reflexionando una hora, al cabo de la cual levantó la cabeza y dijo: "¡Mientes delante del rey, maldito! ¡Te llamas Rachideddín, y tu profesión consiste en mandar raptar traidoramente a las mujeres de los musulmanes para encerrarlas en tu casa; en apariencia profesas la fe del Islam, pero en el fondo del corazón eres un miserable cristiano corrompido por los vicios! ¡Confiesa la verdad, o tu cabeza saltará ahora mismo a tus pies!" Y el miserable, aterrado, creyó salvar la cabeza confesando sus crímenes y actos vergonzosos. Entonces Zumurrud dijo a los guardias: "¡Echadle al suelo y dadle mil palos en cada planta de los pies!" Y así se hizo inmediatamente. Entonces dijo Zumurrud: "¡Ahora lleváoslo, desolladle, rellenadle con hierba podrida y clavadle con los otros dos a la entrada del pabellón! ¡Y sufra su cadáver la misma suerte que la de los otros dos perros!" Y en el acto se ejecutó todo.
Después, todo el mundo reanudó la comida, haciéndose lenguas de la sabiduría y ciencia adivinatoria del rey y ponderando su justicia y equidad.
Terminado el festín, el pueblo se fue y la reina Zumurrud volvió a palacio. Pero no era feliz en su intimidad, y decía para sí: "¡Gracias a Alah, que me ha apaciguado el corazón ayudándome a vengarme de quienes me hicieron daño! ¡Pero todo ello no me devuelve a mi amado Alischar! ¡Sin embargo, el Altísimo es al mismo tiempo el Todopoderoso, y puede hacer cuanto quiera en beneficio de quienes le adoran y lo reconocen como único Dios!" Y conmovida al recordar a su amado, derramó abundantes lágrimas toda la noche, y después se encerró con su dolor hasta principios del mes siguiente.
Entonces el pueblo se reunió otra vez para el banquete acostumbrado, y el rey y los dignatarios tomaron asiento, como solían, bajo la cúpula. Y había empezado ya el banquete, y Zumurrud había perdido la esperanza de volver a ver a su amado, y rezaba interiormente esta oración: "¡Oh tú que devolviste a lussuf a su anciano padre Jacob, que curaste las llagas incurables del santo Ayub, abrígame en tu bondad, que vuelva a ver también a mi amado Alischar! ¡Eres el Omnipotente, oh señor del universo! ¡Tú que llevas al buen camino a quienes se descarrían, tú que escuchas todas las voces, y atiendes a todos los votos, y haces que el día suceda a la noche, devuélveme a tu esclavo Alischar!"
Apenas formuló interiormente aquella invocación, entró un joven por la puerta del meidán, y su cintura flexible se plegaba como se balancea la rama del sauce a impulso de la brisa. Era hermoso cual la luz es hermosa, pero parecía delicado y algo fatigado y pálido. Buscó por doquiera un sitio para sentarse y no encontró libre más que el cercano a la fuente del consabido arroz con leche. Y allí se sentó, y le seguían las miradas espantadas de quienes le creían perdido, y ya lo veían desollado y ahorcado.
Y a la primera mirada conoció Zumurrud a Alischar. Y el corazón le empezó a palpitar apresuradamente y le faltó poco para exhalar un grito de júbilo. Pero logró vencer aquel movimiento irreflexivo para no traicionarse a sí misma delante del pueblo. Sin embargo, era presa de intensa emoción, y las entrañas se le agitaban y el corazón le latía cada vez con más fuerza.
Y quiso tranquilizarse por completo antes de llamar a Alischar.
He aquí lo ocurrido a éste. Cuando se despertó...
En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.

Pero cuando llegó la 328ª noche 


Ella dijo:
... Cuando se despertó ya era de día, y los mercaderes empezaban a abrir el zoco. Asombrado Alischar al verse tendido en aquella calle, se llevó la mano a la frente, y vio que había desaparecido el turbante, lo mismo que el albornoz. Entonces empezó a comprender la realidad, y corrió muy alborotado a contar su desventura a la buena vieja, a quien rogó que fuera a averiguar noticias. Ella consintió de grado y salió para volver al cabo de una hora con la cara y la cabellera trastornada, a enterarle de la desaparición de Zumurrud y decirle: "Creo, hijo mío, que ya puedes renunciar a volver a ver a tu amada. ¡En las calamidades, no hay fuerza ni recurso más que en Alah Omnipotente! ¡Todo lo que te ocurre es por culpa tuya!"
Al oír esto, Alischar vio que la luz se convertía en tinieblas en sus ojos, y desesperó de la vida y deseó morir, y se echó a llorar y sollozar en brazos de la buena vieja, hasta que se desmayó. Después, a fuerza de cuidados, recobró el sentido; pero fue para meterse en la cama, presa de una grave enfermedad que le hizo padecer insomnios, y sin duda le habría llevado directamente a la tumba, si la buena anciana no le hubiera querido, cuidado y alentado. Muy enfermo estuvo un año entero, sin que la vieja le dejara un momento; le daba las medicinas y le cocía el alimento, y le hacía respirar los perfumes vivificadores. Y en un estado de debilidad extrema, se dejaba cuidar, y recitaba versos muy tristes sobre la separación, como estos entre otros mil:
¡Acumúlanse las zozobras, se aparta el amor, corren las lágrimas y el corazón arde!
¡El peso del dolor cae sobre una espalda que no puede soportarlo, sobre un corazón extenuado por el deseo de amar, por la pasión sin rumbo y por las continuadas vigilias!
¡Señor! ¿Queda algún medio de ayudarme? ¡Apresúrate a socorrerme, antes de que el último aliento de vida se exhale de un cuerpo agotado!
En tal estado permaneció Alischar sin esperanza de restablecerse, lo mismo que sin esperanza de volver a ver a Zumurrud, y la buena vieja no sabía cómo sacarle de aquel letargo, hasta que un día le dijo: "¡Hijo mío, el modo de volver a encontrar a tu amiga no es seguir lamentándote sin salir de casa! Si quieres hacerme caso, levántate y repón tus fuerzas, y sal a buscarla por las ciudades y comarcas. ¡Nadie sabe por qué camino puede venir la salvación! ' Y no dejó de alentarle de tal manera ni de darle esperanza, hasta que le obligó a levantarse y a entrar en el hammam, en el cual ella misma le bañó, y le hizo tomar sorbetes y comerse un pollo. Y le estuvo cuidando de la misma manera un mes, hasta que le dejó en situación de poder viajar. Entonces Alischar se despidió de la anciana y se puso en camino para buscar a Zumurrud.
Y así fue como acabó por llegar a la ciudad en donde Zumurrud era rey, y por entrar en el pabellón del festín, y sentarse delante de la fuente de arroz con leche salpicado de azúcar y canela.
Como tenía mucha hambre, se levantó las mangas hasta los codos, dijo la fórmula "Bismilah", y se dispuso a comer. Entonces, sus vecinos, compadecidos al ver el peligro a que se exponía, le advirtieron que seguramente le ocurriría alguna desgracia si tenía la mala suerte de tocar aquel manjar. Y como se empeñaba en ello, el comedor de haschich le dijo: "¡Mira que te desollarán y ahorcarán!"
Y Alischar contestó: "¡Bendita sea la muerte que me libre de una vida llena de infortunios! ¡Pero antes probaré este arroz con leche!" Y alargó la mano y empezó a comer con gran apetito. Eso fue todo.
Y Zumurrud, que lo observaba muy conmovida, dijo para sí: "¡Quiero empezar por dejarlo saciar el hambre antes de llamarle!" Y cuando vio que había acabado de comer y que había pronunciado la fórmula ¡Gracias a Alah!", dijo a los guardias: "Id a buscar afablemente a ese joven que está sentado delante de la fuente de arroz con leche, y rogadle con muy buenos modales que venga a hablar conmigo, diciéndole: "¡El rey te llama para hacerte una pregunta y una respuesta, nada más!"
Y los guardias fueron y se inclinaron ante Alischar, y le dijeron: "¡Señor, nuestro rey te llama para hacerte una pregunta y una respuesta, nada más!" Alischar contestó: "¡Escucho y obedezco!" Y se levantó y les acompañó junto al rey.
En tanto, la gente del pueblo hacía entre sí mil conjeturas. Unos decían: "¡Qué desgracia para su juventud! ¡Dios sabe lo que le ocurrirá!" Pero otros contestaban: "Si fueran a hacerle algo malo, el rey no le habría dejado comer hasta hartarse. ¡Le hubiera mandado prender al primer bocado!" Y otros decían: "¡Los guardias no le llevaron arrastrándole por los pies ni por la ropa! ¡Le acompañaron siguiéndole respetuosamente a distancia!"
Entretanto, Alischar se presentaba delante del rey. Allí se inclinó y besó la tierra entre las manos del rey, que le preguntó con voz temblorosa y muy dulce: "¿Cómo te llamas, ¡oh hermoso joven!? ¿Cuál es tu oficio? ¿Y qué motivo te ha obligado a dejar tu país por estas comarcas lejanas?"
El contestó: "¡Oh rey afortunado! me llamo Alischar, hijo de Gloria, y soy vástago de un mercader en el país de Khorasán. Mi profesión era la de mi padre; pero hace tiempo que las calamidades me hicieron renunciar a ella. En cuanto al motivo de mi venida a este país...
En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discretamente.

Pero cuando llegó la 329ª noche 

Ella dijo:
"... En cuanto al motivo de mi venida a este país ha sido la busca de una persona amada a quien he perdido, y a quien quería más que a mi vida, a mis oídos y a mi alma. ¡Y tal es mi lamentable historia!" Y Alischar, al terminar estas palabras, prorrumpió en llanto, y se puso tan malo, que se desmayó.
Entonces, Zumurrud, en el límite del enternecimiento, mandó a sus dos eunucos que le rociaran la cara con agua de rosas. Y los dos esclavos ejecutaron enseguida la orden, y Alischar volvió en sí al oler el agua de rosas. Entonces Zumurrud dijo: "¡Ahora, que me traigan la mesa de arena y la pluma de cobre!" Y cogió la mesa y la pluma, y después de haber trazado renglones y caracteres, reflexionó durante una hora, y dijo con dulzura, pero de modo que todo el pueblo oyera: "¡Oh, Alischar, hijo de Gloria! la arena adivinatoria confirma tus palabras. Dices la verdad. Por eso puedo predecirte que Alah te hará encontrar pronto a tu amada. ¡Apacígüese tu alma y refrésquese tu corazón!" Después levantó la sesión y mandó a los esclavos que condujeran a Alischar al hammam, y después del baño le pusieron un traje del armario regio, y montándole en un caballo de las caballerizas reales se lo volvieran a presentar al anochecer. Y los dos eunucos contestaron oyendo y obedeciendo, y se apresuraron a ejecutar las órdenes del rey.
En cuanto a la gente del pueblo, que había presenciado toda aquella escena y oído las órdenes dadas, se preguntaban unos a otros: "¿Qué oculta causa habrá movido al rey a tratar a ese hermoso joven con tanta consideración y dulzura?" Y otros contestaron: "¡Por Alah! El motivo está bien claro: ¡el muchacho es muy hermoso!" Y otros dijeron: "Hemos previsto lo que iba a pasar sólo con ver al rey dejarle saciar el hambre en aquella fuente de arroz con leche, ¡Ualah! ¡Nunca habíamos oído decir que el arroz con leche pudiera producir semejantes prodigios!"
Y se marcharon, diciendo cada cual lo que le parecía o insinuando una frase picaresca.
Volviendo a Zumurrud, aguardó con una impaciencia indecible que llegase la noche para poder al fin aislarse con el amado de su corazón. De modo que apenas desapareció el sol y los almuédanos llamaron a los creyentes a la oración, Zumurrud se desnudó y se tendió en la cama, sin más ropa que su camisa de seda. Y bajó las cortinas para quedar a oscuras, y mandó a los dos eunucos que hicieran entrar a Alischar, el cual aguardaba en el vestíbulo.
Por lo que respecta a los chambelanes y dignatarios de palacio, ya no dudaron de las intenciones del rey al verle tratar de aquel modo desacostumbrado al hermoso Alischar. Y se dijeron: "Bien claro está que el rey se prendó de ese joven. ¡Y seguramente, después de pasar la noche con él, mañana le nombrará chambelán o general del ejército!"
Eso en cuanto a ellos.
He aquí, por lo que se refiere a Alischar. Cuando estuvo en presencia del rey, besó la tierra entre sus manos, ofreciéndole sus homenajes y votos, y aguardó que le interrogaran. Entonces Zumurrud dijo para sí: "No puedo revelarle de pronto quién soy, pues si me conociera de improviso, se moriría de emoción". Por consiguiente, se volvió hacia él, y le dijo: "¡Oh gentil joven! ¡Ven más cerca de mí! Dime: ¿has estado en el hammam?" El contestó: "¡Sí, oh señor mío!" Ella preguntó: "¿Te has lavado, y refrescado, y perfumado por todas partes?"
El contestó: "¡Sí, oh señor mío!"
Ella preguntó: "¡Seguramente el baño te habrá excitado el apetito, oh Alischar! Al alcance de tu mano, en ese taburete, hay una bandeja llena de pollos y pasteles. ¡Empieza por aplacar el hambre!" Entonces Alischar respondió oyendo y obedeciendo, y comió lo que le hacía falta, y se puso contento. Y Zumurrud le dijo: "¡Ahora debes de tener sed! Ahí en otro segundo taburete, está la bandeja de las bebidas. Bebe cuanto desees y luego acércate a mí".
Y Alischar bebió una taza de cada frasco, y muy tímidamente se acercó a la cama del rey.
Entonces el rey le cogió de la mano, y le dijo: "¡Me gustas mucho, oh joven! ¡Tienes la cara muy linda, y a mí me gustan las caras hermosas! Agáchate y empieza por darme masaje en los pies". Al cabo de un rato, el rey le dijo: "¡Ahora dame masaje en las piernas y en los muslos!". Y Alischar, hijo de Gloria, empezó a dar masajes en las piernas y en los muslos del rey. Y se asombró y maravilló a la vez de encontrarlas suaves y flexibles, y blancas hasta el extremo. Y decía para sí: "¡Ualah! ¡Los muslos de los reyes son muy blancos! ¡Y además no tienen pelos!"
En este momento Zumurrud le dijo: "¡Oh lindo joven de manos tan expertas para el masaje, prolonga los movimientos hasta el ombligo, pasando por el centro!" Pero Alischar se paró de pronto en su masaje, y muy intimidado, dijo: "Dispénsame, señor, pero no sé hacer masaje del cuerpo más que hasta los muslos. Ya he hecho cuanto sabía...
En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.

Pero cuando llegó la 330ª noche 

Ella dijo:
"... más que hasta los muslos. Ya he hecho cuanto sabía".
Al oír estas palabras, Zumurrud exclamó con acento muy duro: "¡Cómo! ¿Te atreves a desobedecerme? ¡Por Alah! ¡Como vaciles otra vez, la noche será bien nefasta para tu cabeza! ¡Apresúrate, pues, a inclinarte y a satisfacer mí deseo! ¡Y yo, en cambio, te convertiré en mi amante titular, y te nombraré emir entre los emires, y jefe del ejército entre mis jefes de ejército!" Alischar preguntó: "No comprendo exactamente lo qué quieres ¡oh rey! ¿Qué he de hacer para obedecerte?"
Ella contestó: "¡Desátate el calzón y tiéndete boca abajo!" Alischar exclamó: "¡Se trata de una cosa que no he hecho en mi vida, y si me quieres obligar a cometerla, te pediré cuenta de ello el día de la Resurrección!”. ¡Por lo tanto, déjame salir de aquí y marcharme a mi tierra!"
Pero Zumurrud replicó con tono más furioso: "¡Te ordeno que te quites el calzón y te tiendas boca abajo, si no, inmediatamente mandaré que te corten la cabeza! ¡Ven enseguida, oh joven! y acuéstate conmigo. ¡No te arrepentirás de ello!"
Entonces, desesperado Alischar, no tuvo más remedio que obedecer.
Y se desató el calzón y se echó boca abajo. Enseguida Zumurrud le cogió entre sus brazos, y subiéndose encima de él, se tendió a lo largo sobre la espalda de Alischar.
Cuando Alischar sintió que el rey le pesaba con aquella impetuosidad sobre su espalda, dijo para sí: "¡Va a estropearme sin remedio!" Pero pronto notó encima de él ligeramente algo suave que le acariciaba como seda o terciopelo, algo a la vez tierno y redondo, blando y firme al tacto a la vez, y dijo para sí: "¡Ualah! Este rey tiene una piel preferible a la de todas las mujeres".
Y aguardó el momento temible. Pero al cabo de una hora de estar en aquella postura sin sentir nada espantoso ni perforador, vio que el rey se separaba de pronto de él y se echaba de espaldas a su lado.
Y pensó: "¡Bendito y glorificado sea Alah, que no ha permitido que el zib se enarbolase! ¡Qué habría sido de mí en otro caso!"
Y empezaba a respirar más a gusto, cuando el rey le dijo: "¡Sabe, oh Alischar! que mi zib no acostumbra a encabritarse como no lo acaricien con los dedos. ¡Por lo tanto, tienes que acariciarlo, o eres hombre muerto! ¡Vamos, venga la mano!"
Y tendida de espaldas, Zumurrud le cogió la mano a Alischar, hijo de Gloria, y se la colocó suavemente sobre la redondez de su historia.
Y Alischar, al tocar aquello notó una exuberancia alta como un trono, y gruesa como un pichón, y más caliente que la garganta de un palomo, y más abrasadora que un corazón quemado por la pasión; y aquella exuberancia era lisa y blanca, y suave y amplia.
Y de pronto sintió que al contacto de sus dedos se encabritaba aquello como un mulo pinchado en los hocicos, o como un asno aguijado en mitad del lomo.
Al comprobarlo, Alischar dijo para sí en el límite del asombro: "¡Este rey tiene hendidura! ¡Es la cosa más prodigiosa de todos los prodigios!"
Y alentado por este hallazgo, que le quitaba los últimos escrúpulos, empezó a notar que el zib se le sublevaba hasta el extremo límite de la erección.
¡Y Zumurrud no aguardaba más que aquel momento! Y de pronto se echó a reír de tal modo, que se habría caído de espaldas si no estuviera ya echada. Después le dijo a Alischar: "¿Cómo es que no conoces a tu servidora? ¡Oh mi dueño amado!"
Pero Alischar todavía no lo entendía, y preguntó: "¿Qué servidora ni qué dueño ¡oh rey del tiempo!?" Ella contestó: "¡Oh, Alischar, soy Zumurrud tu esclava! ¿No me conoces en todas estas señas?"
Al oír tales palabras, Alischar miró más atentamente al rey, y conoció a su amada Zumurrud. Y la cogió en brazos y la besó con los mayores transportes de alegría.
Y Zumurrud le preguntó: "¿Opondrás todavía resistencia?"
Y Alischar, por toda respuesta, se echó encima de ella como el león sobre la oveja, y reconociendo el camino; metió el palo del pastor en el saco de provisiones, y echó adelante sin importarle lo estrecho del sendero. Y llegado al término del camino, permaneció largo tiempo tieso y rígido, como portero de aquella puerta e imán de aquel mirab.
Y ella, por su parte, no se separaba ni un dedo de él, y con él se alzaba, y se arrodillaba, y rodaba, y se erguía, y jadeaba, siguiendo el movimiento.
Y al amor respondía el amor, y a un arrebato un segundo arrebato, y diversas caricias y distintos juegos.
Y se contestaban con tales suspiros y gritos, que los dos pequeños eunucos, atraídos por el ruido, levantaron el tapiz para ver si el rey necesitaba sus servicios.
Y ante sus ojos espantados apareció el espectáculo de su rey tendido de espaldas, con el joven cubriéndole íntimamente, en diversas posturas, contestando a ronquidos con ronquidos, a los asaltos con lanzazos, a las incrustaciones con golpes de cincel, y a los movimientos con sacudidas.
Al ver aquello, los dos eunucos...
En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discretamente.

Pero cuando llegó la 331ª noche 


Ella dijo:
...Al ver aquello, los dos eunucos se apresuraron a alejarse silenciosamente, diciendo: "¡La verdad es que esta manera de obrar del rey no es propia de un hombre, sino de una mujer delirante!"
Por la mañana, Zumurrud se puso su traje regio, y mandó reunir en el patio principal de palacio a sus visires, chambelanes, consejeros, emires, jefes de ejército y personajes notables de la ciudad, y les dijo: "Os permito a vosotros todos, mis súbditos fieles, que vayáis hoy mismo a la carretera en que me habéis encontrado y busquéis a alguien a quien nombrar rey en mi lugar. ¡Pues he resuelto abdicar la realeza e irme a vivir al país de ese joven, al cual he elegido por amigo para toda la vida, pues quiero consagrarle todas mis horas, como le he consagrado mi afecto! ¡Uasalam!"
A estas palabras, los circunstantes contestaron oyendo y obedeciendo, y los esclavos se apresuraron rivalizando en celo, a hacer los preparativos de marcha, y llenaron para el camino cajones y cajones de provisiones, de riquezas, de alhajas, de ropas, de cosas suntuosas, de oro y de plata, y las cargaron en mulos y camellos. Y en cuanto estuvo todo dispuesto, Zumurrud y Alischar subieron a un palanquín de terciopelo y brocado colocado en un dromedario, y sin más séquito que los dos eunucos volvieron a Khorasán, la ciudad en que se encontraban su casa y sus parientes. Y llegaron con toda felicidad. Y Alischar, hijo de Gloria, no dejó de repartir grandes limosnas a los pobres, las viudas y los huérfanos, ni de entregar regalos extraordinarios a sus amigos, conocidos y vecinos. Y ambos vivieron muchos años, con muchos hijos que les otorgó el Donador. ¡Y llegaron al límite de las alegrías y felicidades, hasta que los visitó la Destructora de placeres y la Separadora de los amantes! ¡Gloria a Aquel que permanece en su eternidad! ¡Y bendito sea Alah en todas ocasiones!







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