domingo, diciembre 24, 2023

16 P3 Historia de Grano-de-Belleza - Tercera de tres partes

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16 Historia de Grano-de-Belleza




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Pero cuando llegó la 268ª noche

Ella dijo:
... y la dejó para ir a preparar el golpe.
Y hay que advertir que aquella noche el califa había entrado en el aposento de su esposa porque era el primer día del mes, y reservaba con regularidad aquel día para hablar con ella de los asuntos corrientes y preguntarle su opinión sobre todas las cuestiones generales y particulares del Imperio.
Efectivamente, cifraba en ella una confianza ilimitada, y la quería por su cordura y su belleza inextinguible. Pero también hay que advertir que antes de entrar en la habitación de su esposa el califa tenía costumbre dejar en el vestíbulo, encima de un velador especial, un rosario de cuentas alternadas de ámbar y turquesas, su alfanje recto, con empuñadura de jade incrustada de rubíes gordos como huevos de paloma, su sello regio y una lamparita de oro adornada con pedrería, que le alumbraba cuando por las noches inspeccionaba secretamente el palacio.
Ahmed-la-Tiña conocía todos estos pormenores, que le sirvieron para realizar su proyecto. Aguardó las tinieblas de la noche y el sueño de los esclavos para colgar una escala de cuerda a lo largo del muro del pabellón que servía de aposento a la esposa del califa, trepar por ella y penetrar silencioso como una sombra en el vestíbulo. Llegado allí, se apoderó en un momento de los cuatro objetos preciosos, y se apresuró a bajar por donde había subido.
Desde allá corrió a casa de Grano-de-Belleza, y por el mismo medio penetró en el patio, y sin hacer el menor ruido quitó uno de los baldosines de mármol del pavimento, abrió rápidamente un hoyo y allí metió los objetos robados. Y después de haberlo dejado todo en orden, desapareció para seguir bebiendo en la taberna del judío Abraham.
Sin embargo, Ahmed-la-Tiña, a fuer de perfecto ladrón, no había podido resistir al deseo de apropiarse de uno de los objetos preciosos. Por lo tanto, había separado la lamparita de oro, y en vez de enterrarla con lo demás en el hoyo, se la había metido en el bolsillo, diciendo para sí: "¡No acostumbro dejar de cobrar la comisión! ¡Me pagaré a mí mismo! "
Volviendo al califa, grande fué su sorpresa cuando por la mañana ya no encontró en el velador los cuatro objetos preciosos. Y cuando; interrogados los eunucos se tiraron de bruces al suelo protestando de su ignorancia, le entró al califa una cólera sin límites, de tal modo, que se puso inmediatamente el terrible ropón del furor. El tal ropón era todo de seda roja; y cuando el califa se lo ponía era señal de seguro desastre y de calamidades espantosas sobre la cabeza de cuantos le rodeaban.
Revestido el califa con el ropón rojo, entró en el diván y se sentó en el trono, solo en el salón. Y todos los chambelanes y visires entraron uno por uno y se prosternaron con la cara contra el suelo, y permanecieron en tal postura, menos Giafar, que aunque muy pálido, estaba erguido, con los ojos fijos en los pies del califa.
Pasada una hora de espantable silencio, el califa miró a Giafar impasible, y le dijo con voz sorda: "¡La copa hierve!" Giafar contestó: "¡Alah evite todo mal!"
Pero en aquel momento entró el walí acompañado de Ahmed-la-Tiña. Y el califa le dijo: "¡Acércate, emir Khaled! ¡Dime cómo está la tranquilidad pública en Bagdad!"
El walí, padre de Gordo-Hinchado, "contestó: "La tranquilidad es perfecta en Bagdad, ¡oh Emir de los Creyentes!" El califa exclamó: "¡Mientes!" Y como el walí, trastornado, aun no sabía el origen de aquella ira, Giafar, que estaba a su lado; le deslizó al oído en dos palabras motivo, acabando de consternarle.
Después le dijo el califa: "¡Si antes de esta noche no has podido dar con los objetos preciosos que me son más queridos que mi reina, colgaremos tu cabeza a la puerta de palacio!"
Oídas estas palabras, el walí besó la tierra entre las manos del califa, y exclamó: "¡Oh Emir de los Creyentes! el ladrón debe ser alguien de palacio, porque el vino que se agria lleva en sí su propio fermento. Y además, permite decir a tu esclavo que el único responsable ha de ser el comandante especial encargado de esta vigilancia, y que además conoce uno por uno a todos los ladrones de Bagdad y del Imperio. Su muerte habría de preceder por lo tanto a la mía, si no, aparecieran los objetos perdidos".
Entonces se adelantó Ahmed-la-Tiña, comandante de vigilancia, y, después de los homenajes debidos, dijo al califa: "¡Oh Emir de los Creyentes! ¡Descubriremos al ladrón! Pero ruego al califa me facilite un firmán que me permita hacer pesquisas en casa de todos los habitantes de palacio y en las de todos los que entran aquí, sin excluir la del kadí, ni la del gran visir Giafar, ni la de Grano-de-Belleza, gobernador de palacio". Y el califa mandó que se le facilitara en el acto el firmán pedido, y dijo: "De todos modos he de cortar la cabeza a alguien, o a ti o al ladrón. ¡Escoge! ¡Y juro por mi vida y por la tumba de mis antepasados, que aunque el ladrón fuera mi hijo, el heredero de mi trono, mi decisión será la misma: la muerte por horca en la plaza pública!"
Oídas estas palabras, Ahmed-la-Tiña, con el firmán en la mano, se retiró y fué a buscar a dos guardias del kadí y a otros dos del walí, y empezó inmediatamente sus pesquisas visitando la casa de Giafar y la del kadí y la del walí, y llegó después a la de Grano-de-Belleza, que todavía ignoraba cuanto acababa de ocurrir.
Ahmed-la-Tiña, con el firmán en una mano y una pesada vara de cobre en la otra, entró en el vestíbulo y enteró de la situación a Grano-de-Belleza, y le dijo: "Yo me guardaría muy bien, señor, de llevar a cabo pesquisas en la casa del fiel confidente del califa. ¡Permíteme, pues, que me retire como si la hubiera hecho!"
Grano-de-Belleza dijo: "¡Alah me libre de todo ello!, ¡oh jefe de vigilancia! ¡Tienes que cumplir tu deber hasta el fin!" Entonces Ahmed-la-Tiña dijo: "Voy a hacerlo sólo por fórmula". Y con aspecto negligente salió al patio y empezó a darle la vuelta, golpeando en cada baldosín de mármol con la pesada vara de cobre, hasta que llegó al baldosín consabido, que al recibir el golpe, sonó a hueco.
Al oír este sonido, Ahmed-la-Tiña exclamó: "¡Oh señor, por Alah! ¡Se me figura que aquí debajo debe haber algún subterráneo que encierra un tesoro de pasados tiempos!" Y Grano-de-Belleza dijo a los cuatro guardias: "Tratad, pues, de quitar el baldosín, para que veamos lo que hay debajo". Y enseguida los guardias hicieron penetrar sus instrumentos en las junturas del baldosín de mármol y lo levantaron. ¡Y a la vista de todos aparecieron tres de los objetos robados: el alfanje, el sello y el rosario!
Al verlos, gritó Grano-de-Belleza: "¡En nombre de Alah!", y cayó desmayado.
Entonces Ahmed-la-Tiña mandó llamar al kadí, y al walí, y a los testigos, que levantaron inmediatamente acta del descubrimiento; y todos pusieron su sello en el documento, y el kadí en persona fué a entregárselo al califa, mientras los guardias se apoderaban de Grano-de-Belleza.
Cuando el califa tuvo entre las manos los tres objetos robados, menos la lámpara, y se enteró de que se habían encontrado en la casa de aquel a quien consideraba su más fiel confidente e íntimo amigo, a quien había colmado de mercedes, depositando en él ilimitada confianza, permaneció durante una hora sin decir palabra, y después se volvió hacia el jefe de los guardias y dijo: "¡Que le ahorquen!"
Inmediatamente salió el jefe de los guardias y mandó pregonar la sentencia por todas las calles de Bagdad, y fué a la casa de Grano-de Belleza, al cual prendió, y cuyos bienes y mujeres confiscó en el acto. Los bienes ingresaron en el Tesoro Público y las mujeres iban a ser subastadas en el mercado como esclavas; pero entonces el walí, padre de Gordo-Hinchado, declaró que se llevaba una, que era la esclava comprada por Giafar, y el jefe de los guardias hizo llevar a su propia casa a la otra, que era Zobeida, la de la voz hermosa.
Y este jefe de guardias era precisamente el mejor amigo de Grano de-Belleza, y le había consagrado un afecto paternal que nunca habíase desmentido. Y aunque ejecutaba en público las terribles medidas de rigor dictadas contra Grano-de-Belleza por la ira del califa, se propuso salvar la cabeza de su hijo adoptivo, y empezó por poner en seguridad dentro de su casa a una de sus esposas, a la bella Zobeida, aniquilada por la desventura.
Aquella misma noche había de ser ahorcado Grano-de-Belleza, encadenado por lo pronto en la cárcel. Pero el jefe de los guardias velaba por él. Fué a buscar al carcelero mayor, y le dijo: "¿Cuántos presos hay condenados a que les ahorquen esta semana sin remedio?" El otro contestó: "Unos cuarenta, poco más o menos". El jefe de los guardias dijo: "Quiero verlos a todos". Y les pasó revista uno tras otro repetidas veces y acabó por escoger uno que se parecía de un modo asombroso a Grano-de-Belleza, y dijo al carcelero: "¡Este me va a servir, como en otro tiempo la bestia sacrificada por el Patriarca padre de Ismael en lugar de su hijo!"

Se llevó, pues, al preso, y a la hora señalada para el suplicio fué a entregárselo al verdugo, que inmediatamente, y ante la muchedumbre inmensa congregada en la plaza, y después de las formalidades piadosas acostumbradas, echó la cuerda al cuello del supuesto Grano-de-Belleza, y de un empujón lo lanzó, ahorcado, al espacio.
Hecho esto, el jefe de los guardias aguardó que oscureciera para ir a sacar de la cárcel a Grano-de-Belleza y llevárselo ocultamente a su casa. Y entonces le reveló lo que acababa de hacer por él, y le dijo: "Pero, ¡por Alah! ¿Cómo te dejaste tentar por esos objetos preciosos, hijo mío, habiendo puesto el califa en ti toda su confianza?"
Al oír estas palabras, Grano-de-Belleza cayó desmayado de emoción, y cuando recobró el sentido a fuerza de cuidados, exclamó: "¡Por el Nombre augusto y por el Profeta, ¡oh padre mío! soy completamente ajeno a ese robo y desconozco su causa y su autor!" Y el jefe de los guardias no vaciló en creerlo, y le dijo: "¡Tarde o temprano, hijo mío, se descubrirá al culpable! ¡Pero tú no puedes seguir un momento en Bagdad, pues no en vano se tiene a un rey por enemigo! Por lo tanto, me voy a marchar contigo, dejando en casa cerca de mi mujer a tu esposa Zobeida, hasta que Alah, con su sabiduría, varíe tal estado de cosas".
Después, sin dar tiempo siquiera a Grano-de-Belleza para despedirse de su esposa Zobeida, se lo llevó, diciéndole: "Ahora mismo nos vamos al puerto de Ayas, en el mar salado, para embarcarnos hacia Iskandaria, en donde aguardarás los sucesos, viviendo tranquilamente, pues esa ciudad de Iskandaria, ¡oh hijo mío! es muy agradable de habitar y sus alrededores son verdes y benditos!"
Enseguida ambos se pusieron en camino, de noche, y pronto se vieron fuera de Bagdad. Pero no tenían cabalgaduras, y ya no sabían cómo proporcionárselas, cuando vieron a dos judíos cambistas de Bagdad, hombres muy ricos y conocidos del califa. Entonces el jefe de los guardias temió que fueran a contar al califa que le habían visto con Grano-de-Belleza vivo. Se adelantó hacia ellos y les dijo: "¡Bajad de las mulas!" Y los dos judíos se apearon, temblando, y el jefe de los guardias les cortó la cabeza, les cogió el dinero y montó en una mula, dándole la otra a Grano-de-Belleza; y ambos siguieron su camino hacia el mar.
Llegados a Ayas, cuidaron de confiar sus mulas al propietario del khan en que pasaron para descansar, encargándole que las cuidase mucho, y al día siguiente buscaron juntos un barco que saliera para Iskandaria. Acabaron por encontrar uno que estaba a punto de darse a la vela. Entonces, el jefe de los guardias, después de dar a Grano-de-Belleza todo el oro arrebatado a los judíos, le aconsejó vehementemente que aguardara en Iskandaria con toda serenidad las noticias que no dejaría de enviarle desde Bagdad, y hasta que esperase su llegada a Iskandaria, desde donde le volvería a llevar a Bagdad, cuando se descubriera al culpable. Luego le abrazó, llorando, y le dejó cuando ya el navío henchía las velas. Y se volvió a Bagdad.
Y véase lo que averiguó:
Al día siguiente de ahorcar al supuesto Grano-de-Belleza, el califa, muy trastornado todavía, llamó a Giafar y le dijo: "¿Has visto, ¡oh mi visir! cómo ha agradecido ese Grano-de-Belleza mis bondades y el abuso de confianza que ha cometido conmigo? ¿Cómo un ser tan hermoso podría tener un alma tan fea?"
El visir Giafar, hombre de admirable cordura, que no podía apreciar los motivos de una conducta tan ilógica, se contentó con responder: “¡Oh emir de los Creyentes! Las acciones más raras sólo son raras porque no comprendemos sus causas. De todos modos todo lo que podemos juzgar son los efectos del acto. ¡Y ese efecto ha sido bien lastimoso para el autor, puesto que le llevó a la horca! ¡No obstante, ¡oh Príncipe de los Creyentes! el egipcio Grano-de-Belleza tenía en los ojos tal reflejo de bondad espiritual, que mi entendimiento se niega a creer en el hecho comprobado por mis sentidos visuales!"
Oídas estas palabras, el califa estuvo una hora reflexionando, y después dijo a Giafar: "¡De todas maneras, quiero ir a ver el cuerpo del culpable balanceándose en la horca!" Y se disfrazó y salió con Giafar, y llegó al sitio en que el falso Grano-de-Belleza colgaba entre el cielo y la tierra.
El cuerpo estaba envuelto en un sudario que lo tapaba por completo. Y Giagar le quitó el sudario, y el califa miró, pero retrocedió enseguida, estupefacto, exclamando: "¡Oh Giafar! ¡Ése no es Grano-de-Belleza!" Giafar examinó el cuerpo, y conoció que, efectivamente, no era Grano-de-Belleza, pero no lo dió a entender, y preguntó con calma: "¿Pues en qué conoces, ¡oh Emir de los Creyentes! que no es Grano de-Belleza?" El califa contestó: "En que era más bien bajo de estatura, y éste es alto".
Giafar contestó: "Esa no es prueba. Los ahorcados se alargan". El califa dijo: "¡El gobernador de palacio tenía dos lunares en las mejillas, y éste no los tiene!" Giafar explicó: "¡La muerte transforma y varía la fisonomía!" Pero el califa dijo: "Pero fíjate bien, ¡oh Giafar! y observa las plantas de los pies de este ahorcado: llevan tatuadas, según costumbre de los herejes sectarios de Alí, el nombre de los grandes jeiques. ¡Y bien sabes que Grano-de-Belleza no era chiita, sino sunnita!"
Ante tal comprobación, Giafar dijo: "¡Sólo Alah conoce el misterio de las cosas!” Después regresaron ambos a palacio y el califa mandó que se enterrara aquel cuerpo. Y desde aquel día desterró de su memoria hasta el recuerdo de Grano-de-Belleza.
En cuanto a la esclava, segunda esposa de Grano-de-Belleza, fué llevada por el emir Khaled a su hijo Gordo-Hinchado. Y éste, que no se había movido de la cama desde el día de la venta, se levantó resollando y quiso acercarse a ella y cogerla en brazos. Pero la bella esclava, irritada y asqueada por el aspecto horrible del idiota, sacó inmediatamente un puñal del cinturón, y exclamó levantando el brazo: "¡Apártate o te mato con este puñal y enseguida me lo clavo en el pecho!" Entonces la madre de Gordo-Hinchado se adelantó, alargando los brazos, y gritó: "¿Cómo te atreves a resistir a los deseos de mi hijo, ¡oh esclava insolente!?" Pero la joven dijo: "¡Oh traidora! ¿Qué ley permite a una mujer pertenecer a dos hombres a un tiempo? Y dime, ¿desde cuándo pueden vivir los perros en la morada de los leones?"
Al oír estas palabras, la madre de Gordo-Hinchado dijo: "¡Bueno! ¡Si así es, ya verás qué vida te daremos aquí!" Y la joven replicó: "¡Prefiero morir a renunciar al cariño de mi amo, vivo o muerto!"
Entonces la esposa del walí la mandó desnudar, y le quitó los buenos trajes de seda y las alhajas, y le puso encima del cuerpo una mala y vieja falda de pelo de cabra, y la mandó a la cocina: diciendo: "¡En adelante, tus funciones de esclava en esta casa consistirán en pelar cebollas, poner las cazuelas a la lumbre, exprimir el jugo de los tomates y hacer la masa para el pan!"
Y la joven dijo: "¡Prefiero ese oficio de esclava a verle la cara a tu hijo!"
Y desde aquel día trabajó en la cocina; pero no tardó en granjearse las simpatías de las demás esclavas, que no la dejaban ocuparse en nada y le hacían todo el trabajo.
En cuanto a Gordo-Hinchado, al ver que no podía conseguir a la hermosa esclava Yazmina, se metió otra vez en el lecho y no se volvió a levantar.
Hay que recordar que Yazmina, la primera noche de bodas, quedó fecundada por Grano-de-Belleza. Y a los pocos meses de su llegada a la casa del walí, dió a luz un niño varón, tan bello como la luna, al cual llamó Aslán, llorando a lágrima viva, tanto ella como las otras esclavas, porque no estaba allí el padre para dar nombre a su hijo.
Su madre amamantó dos años a Aslán, que llegó a ser robusto y muy fuerte. Y cuando ya sabía andar solo, quiso su destino que un día, mientras su madre estaba ocupada, subiera los peldaños de la escalera de la cocina y llegase a la sala, en donde se hallaba rezando su rosario de ámbar el emir Khaled, padre de Gordo-Hinchado.
Al ver al pequeño Aslán, cuya semejanza con su padre Grano-de-Belleza era absoluta, el emir Khaled sintió que se le arrasaban los ojos en lágrimas, y llamó al niño, y se lo puso en las rodillas, y empezó a acariciarlo enternecido, y dijo para sí: "¡Bendito sea Aquel que crea objetos tan hermosos y les da alma y vida!"
Entretanto, la esclava Yazmina se enteró de la ausencia de su hijo; buscole por todas partes enloquecida, y a pesar de las costumbres, se decidió a entrar, con la mirada extraviada, en la sala en que se encontraba el emir Khaled. Y vió al niño Aslán en las rodillas del walí, entreteniéndose en meter los deditos por entre las barbas venerables del emir. Pero al percibir a su madre, el chiquitín se echó hacia adelante tendiendo los brazos, y el emir Khaled le sujetó, y dijo a Yazmina con bondad: "¡Acércate!, ¡oh esclava! ¿Es hijo tuyo este niño?" Ella respondió: "¡Sí, mi amo, es el fruto de mi corazón!" Y él preguntó: "¿Y quién es su padre? ¿Es alguno de mis servidores?" Y la esclava dijo, entre un torrente de lágrimas: "Su padre es mi esposo, Grano-de-Belleza. ¡Pero ahora, ¡oh mi amo! es hijo tuyo!"
Y el walí, muy conmovido, dijo a la esclava: "¡Por Alah! ¡Tú lo has dicho! ¡Desde ahora es hijo mío!" E inmediatamente le adoptó, y dijo a su madre: "¡Desde hoy tienes que considerar a tu hijo como mío, y cuando esté en edad de comprender, dadle a entender que nunca tuvo otro padre que yo!" Y Yazmina contestó: "¡Escucho y obedezco!"
Entonces el emir Khaled se encargó, como verdadero padre, del hijo de Grano-de-Belleza, y le dió una educación esmeradísima, y lo puso en manos de un maestro muy sabio, que era un calígrafo de primer orden, y le enseñó a escribir muy bien, el Corán, la geometría y la poesía. Y cuando el joven Aslán fué mayor, su padre adoptivo, el emir Khaled, le enseñó personalmente a montar a caballo, a manejar las armas, a justar con la lanza y a luchar en los torneos. Y de tal modo, al cumplir los catorce años era un caballero consumado, y fué elevado por el califa al título de emir, como su padre el walí.
Y el Destino dispuso un día que se encontraran el joven Aslán y Ahmed-la-Tiña a la puerta de la tienda del judío Abraham. Y Ahmedla-Tiña convidó al hijo del emir a tomar un refresco.
Cuando se hubieron sentado, Ahmed-la-Tiña empezó a beber, como de costumbre, hasta emborracharse. Entonces se sacó del bolsillo la lamparita de oro adornada con pedrería que había robado en otro tiempo, y la encendió, porque había oscurecido. En eso, Aslán le dijo: "¡Ya Ahmed! esa lámpara es muy hermosa. ¡Dámela!" El jefe de vigilancia replicó: "¡Alah me libre! ¿Cómo voy a darte un objeto que ha perdido ya tantas almas? Sabe, en efecto, que esta lámpara ha sido causa de la muerte de un gobernador de palacio, de cierto egipcio llamado Grano-de-Belleza". Y Aslán, muy interesado, exclamó: "¡Cuéntame eso!"
Entonces Ahmed-la-Tiña le contó toda la historia desde el principio hasta el fin, jactándose en medio de su borrachera de haber sido el autor de la proeza.
Cuando el joven Aslán volvió a su casa, contó a su madre Yazmina la historia que había oído referir a Ahmed-la-Tiña, y le dijo que la lámpara estaba todavía en poder de aquel malvado.
Al oír aquello, Yazmina exhaló un grito agudo y cayó desmayada...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.


Pero cuando llegó la 269ª noche

Ella dijo:
Al oír aquello, Yazmina exhaló un agudo grito y cayó desmayada. Y cuando volvió en sí, prorrumpió en sollozos y se echó al cuello de su hijo Aslán, y le dijo entre lágrimas: "¡Oh hijo mío, Alah acaba de hacer brillar la verdad! ¡No puedo callar ya mi secreto! Sabe, ¡oh mi Aslán! que el emir Khaled no es más que tu padre adoptivo; tu padre por la sangre es mi amado esposo Grano-de-Belleza, que fué castigado, según ves, en lugar del culpable. Por consiguiente, hijo mío, tienes que ir a buscar enseguida a un antiguo amigo íntimo de tu padre, el venerable jefe de la guardia del califa, y contarle lo que acabas de descubrir. Y después le dirás: "¡Te ruego por Alah que me vengues del matador de mi padre Grano-de-Belleza!"
Inmediatamente el joven Aslán fué a buscar al jefe de los guardias de palacio, al mismo que había salvado la vida de Grano-de-Belleza, y le dijo lo que Yazmina le había encargado que le dijera.
Entonces el jefe de los guardias, en el colmo de la sorpresa y de la alegría, dijo a Aslán: "¡Bendito sea Alah, que desgarra los velos y hace brotar la claridad entre las tinieblas!" Y añadió: "Mañana mismo, ¡oh hijo mío! ¡Alah te vengará!"
En efecto, aquel día el califa daba un gran torneo en que debían justar todos los emires y los mejores jinetes de Bagdad, y se había de organizar una partida de pelota a caballo. Y el joven Aslán estaba entre los jugadores de pelota. Y se había puesto su cota de malla y cabalgaba el mejor caballo de las cuadras de su padre adoptivo el emir Khaled. Y realmente estaba espléndido, y hasta el califa se prendó en extremo de su continente y de su viva juventud. Y quiso que fuera su compañero.
Y empezó el juego. Y por una y otra parte los jugadores desplegaron gran arte en sus movimientos y maravillosa destreza para despedir la pelota con el mazo a todo galope de los caballos. Pero de pronto, uno de los jugadores del bando opuesto al que dirigía el califa en persona lanzó la pelota derechamente contra la cara del califa, con golpe tan diestro y vigoroso, que infaliblemente el califa habría perdido un ojo y acaso la vida, si el joven Aslán con admirable maestría, no hubiera parado la pelota al vuelo con su mazo. Y la devolvió tan terriblemente en dirección contraria, que alcanzó en la espalda al jinete que la había lanzado, y le hizo perder los estribos y le rompió el espinazo.
Vista tan brillante acción, el califa miró al joven, y le dijo: "¡Vivan los valientes!, ¡Oh hijo del emir Khaled!"
Y el califa se apeó enseguida, después de dar fin al torneo, y reunió a los emires y a todos los jinetes que habían tomado parte en el juego, y llamó al joven Aslán, y ante todos los circunstantes le dijo:
"¡Oh valeroso hijo del walí de Bagdad, quiero oírte a ti mismo calcular la recompensa que merece una hazaña como la tuya! ¡Estoy dispuesto a acceder a todas tus peticiones! ¡Habla!"
Entonces el joven Aslán besó la tierra entre las manos del califa, y le dijo: "¡Pido la venganza al Emir de los Creyentes! ¡La sangre de mi padre aun no ha sido rescatada y vive el matador!"
Al oír tales palabras, el califa llegó al límite del asombro, y exclamó: "¿Qué dices, ¡oh Aslán! de vengar a tu padre? ¡Pero si tu padre, el emir Khaled, está a mi lado, bien vivo gracias a Alah!" Pero Aslán contestó: "¡Oh Emir de los Creyentes! ¡El emir Khaled ha sido para mí el mejor de los padres adoptivos! Sabe, en efecto, que no soy su hijo por la sangre, pues mi padre fué Grano-de-Belleza, el gobernador de palacio".
Cuando el califa oyó aquellas palabras vió que la luz se convertía en tinieblas delante de sus ojos, y dijo con voz alterada: "Hijo mío, ¿no sabes que tu padre fué traidor al Príncipe de los Creyentes?" Pero Aslán exclamó: "¡Preserve Alah a mi padre de haber sido el autor de la traición! El traidor está a tu izquierda, ¡oh Emir de los Creyentes! ¡Es el jefe de vigilancia, Ahmed-la-Tiña! ¡Manda que lo registren, y en su bolsillo se encontrarán las pruebas de su traición!"
Al oír aquello, el califa mudó de color y se puso amarillo como el azafrán, y con voz espantable llamó al jefe de la guardia y le dijo: Registra delante de mí al jefe de vigilancia". Entonces el jefe de los guardias, el íntimo amigo de Grano-de-Belleza, se acercó a Ahmedla-Tiña y le registró los bolsillos en un momento, y sacó de pronto la lámpara de oro robada al califa.
Entonces éste, sin poder apenas reprimirse, dijo a Ahmed-la-Tiña: "¡Ven acá! ¿De dónde te ha venido esa lámpara?" El otro contestó: “¡La compré!, ¡oh Príncipe de los Creyentes!" Y el califa dijo a los guardias: "¡Dadle ahora mismo de palos hasta que confiese!" Y enseguida Ahmed-la-Tiña fué apresado por los guardias, desnudado, y apaleado, y acribillado a golpes, hasta que confesó y contó toda la historia desde el principio hasta el fin.
El califa se volvió entonces hacia el joven Aslán, y le dijo: "¡Ahora te toca a ti! ¡Lo vas a ahorcar con tus propias manos!" Y enseguida los guardias echaron la cuerda al cuello de Ahmed-la-Tiña, y Aslán la cogió con ambas manos, y ayudado por el jefe de los guardias izó al bandido hasta lo más alto de la horca, levantada en medio del campo de carreras.
Cuando se hubo hecho justicia, el califa dijo a Aslán: "¡Hijo mío, todavía no me has pedido una merced por tu hazaña!" Y Aslán respondió: "¡Oh Príncipe de los Creyentes! ¡Ya que me permites una petición, te ruego que me devuelvas a mi padre!"
Al oír aquello, el califa se echó a llorar, conmovidísimo, y después murmuró: "Pero ¿no sabes, hijo mío, que tu padre murió ahorcado en virtud de una sentencia injusta? 0 más bien es probable que muriera, pero no seguro. ¡Por esto, te juro por el valor de mis antepasados otorgar el mayor favor a quien me anuncie que tu padre Grano-de-Belleza no ha muerto!"
Entonces el jefe de los guardias se adelantó hasta la presencia del califa y dijo: "Dame tu palabra de seguridad". Y el califa respondió: "¡La seguridad está contigo! ¡Habla!" Y el jefe de los guardias dijo: "Te anuncio la buena nueva, ¡oh Emir de los Creyentes! ¡Tu antiguo y fiel servidor Grano-de-Belleza está vivo!"
El califa exclamó: "¿Es cierto lo que dices?" El jefe de los guardias contestó: "¡Por la vida de tu cabeza, te juro que es la verdad! ¡Yo fuí el que salvé a Grano-de-Belleza, mandando ahorcar en lugar suyo a un sentenciado que se le parecía como un hermano se parece a un hermano! ¡Y ahora él está seguro en Iskandaria, en donde supongo que será tendero del zoco!
Al oír aquello, el califa se puso contentísimo, y dijo al jefe de los guardias: "¡Hay que ir a buscarle y traérmelo en brevísimo plazo!" Y el jefe de los guardias contestó: "¡Escucho y obedezco!" Entonces el califa mandó que le entregaran diez mil dinares para gastos de viaje, y el jefe de los guardias se puso en camino para Iskandaria, donde le encontraremos, si Alah quiere.
Y ahora verás lo que pasó a Grano-de-Belleza.
El buque en que había tomado pasaje llegó a Iskandaria después de una excelente travesía que le había destinado Alah (¡bendito sea!), Grano-de-Belleza desembarcó rápidamente y quedó encantado del aspecto de Iskandaria, que nunca había visto, a pesar de ser natural de El Cairo. Y fué enseguida al zoco, en donde alquiló una tienda ya preparada y que se ponía a la venta en aquel estado, según anunciaba el pregonero. Era una tienda cuyo amo acababa de morirse de repente. Estaba amueblada con divanes, cual es costumbre, y sus mercancías consistían en objetos para la gente de mar, como velas, cuerdas, cordeles, arcas sólidas, sacas para pacotillas, armas de todas formas y precios, y sobre todo una cantidad enorme de hierro y antigüedades muy estimables por los capitanes de marina, que las compraban allí para venderlas a la gente de Occidente, pues los de este país estiman en mucho las cosas antiguas, y cambian sus mujeres e hijas por un pedazo de madera podrida, por ejemplo, o por una piedra talismánica, o por un sable viejo y enmohecido.
No es, pues, de asombrar que Grano-de-Belleza, durante los largos años de su destierro de Bagdad, tuviera muy buena suerte en su comercio y ganara diez por uno, ya que no hay nada más productivo que la venta de antigüedades, que se compran, por ejemplo, por un dracma y se revenden por diez dinares.
Cuando Grano-de-Belleza hubo vendido todo lo que encerraba la tienda y se disponía a revenderla vacía, vió de pronto en uno de los estantes que sabía estaban desguarnecidos, un objeto rojo y brillante.
Lo cogió y comprobó, en el límite del asombro, que era una gran gema talismánica, tallada en seis facetas y colgada de cadenilla de oro viejo. Y en las facetas estaban grabados nombres con caracteres desconocidos, que se parecían mucho a hormigas o a insectos del mismo tamaño. Y la miraba con extraordinaria atención, calculando lo que podría valer, cuando advirtió delante de su tienda a un capitán mercante que se había parado para ver desde más cerca aquel objeto que distinguió desde la calle.
El capitán, después de saludar, dijo a Grano-de-Belleza: "¡Oh mi dueño! ¿Puedes cederme esa gema, si es que está a la venta?" El otro contestó: "Todo está a la venta, hasta la tienda". El capitán preguntó: "Entonces, ¿consientes en venderme esa gema por ochenta y cuatro mil dinares de oro?" Grano-de-Belleza, al oír aquello, pensó: "¡Por Alah! ¡Esta gema debe ser fabulosamente preciosa! ¡Me voy a hacer el descontentadizo!" Y contestó: "¡Tú tienes ganas de bromas!, ¡oh capitán! Pues ¡por Alah! a mí me cuesta cien mil dinares". El otro dijo: "Entonces, ¿quieres dármela en cien mil?" Grano-de-Belleza dijo: ¡Bueno! ¡Pero es por ser para ti!" Y el capitán le dió las gracias y le dijo: "No tengo encima tanto dinero. Pero vendrás conmigo a bordo, y cobrarás el precio, y además te haré un regalo de dos piezas de paño, dos de terciopelo y dos de raso".
Entonces Grano-de-Belleza se levantó, cerró con llave la puerta de la tienda y siguió al capitán. Y éste le rogó que le esperara sobre la cubierta, y se marchó para buscar el dinero. Pero no volvió a aparecer, y de pronto las velas se desplegaron por completo y la nave hendió el mar como un pájaro.
Cuando Grano-de-Belleza se vió prisionero en el agua, fué muy grande su estupefacción. Pero a nadie podía recurrir, tanto menos cuanto que no veía a ningún marinero a quien pedir explicaciones, y el barco volaba por el mar como si lo impulsara una fuerza invisible.
Mientras se hallaba perplejo y asustado, vió por fin llegar al capitán, que se acariciaba las barbas y le miraba con aspecto burlón, y acabó por decirle: "¿Eres realmente musulmán, Grano-de-Belleza, hijo de Schamseddin de El Cairo, que has estado en Bagdad en el palacio del califa?" El otro contestó: "Yo soy el hijo de Schamseddin". Y el capitán dijo: "¡Pues bien! ¡Dentro de pocos días llegaremos a Genoa, a nuestro país cristiano! ¡Y ya verás, musulmán, la vida que allí te espera!" Y se fué.
Y efectivamente, después de una feliz navegación, el barco llegó al puerto de Genoa, ciudad de los cristianos de Occidente. Y enseguida una vieja, acompañada por dos hombres, fué a bordo a buscar a Grano-de-Belleza, que no sabía ya qué pensar de aquellos sucesos. No obstante, fiándose del Destino bueno o malo que le dirigía, siguió a la vieja, la cual atravesando la ciudad, le guió a una iglesia que pertenecía a un convento de monjes.
Llegados a la puerta de la iglesia, la vieja se volvió hacia Grano-de-Belleza, y le dijo: "En adelante debes considerarte como criado de esta iglesia y de este convento. Tu servicio consistirá en despertarte todos los días al amanecer, para empezar por ir al bosque a buscar leña y volver lo antes posible para lavar el piso de la iglesia y el convento, sacudir las esteras y barrerlo todo; después cribarás el trigo, lo molerás, harás la masa del pan, la cocerás en el horno, cogerás una medida de lentejas, las molerás, las guisarás, y llenarás con ellas luego trescientas setenta escudillas, que habrás de entregar una por una a los trescientos setenta monjes del convento; más tarde vaciarás los orinales que están en las celdas de los monjes; por último, acabarás la obra regando el jardín y llenando los cuatro estanques y los toneles colocados a lo largo de la pared. Y este trabajo tiene que estar acabado siempre antes de mediodía, pues has de consagrar todas las tardes a obligar a los transeúntes a ir de buena o mala gana a la iglesia a oír el sermón, y si se niegan, ahí tienes una maza coronada por una cruz de hierro, con la cual les matarás por orden del rey. Así no quedarán en la ciudad más que los cristianos fervientes que vendrán aquí a que los monjes los bendigan, ¡ahora, empieza el trabajo y cuida de no olvidar mis encargos!"
Y dichas estas palabras, la vieja le miró guiñándole el ojo, y se fué. Entonces Grano-de-Belleza dijo para sí: "¡Por Alah! ¡Eso es imposible!" Y no sabiendo qué decidir, entró en la iglesia, completamente desierta en aquel momento, y se sentó en un banco para tratar de reflexionar acerca de sucesos tan extraños como los que alternativamente iban sucediéndole.
Allí llevaba una hora, cuando oyó llegar a él, por debajo de los pilares, una voz tan dulce de mujer, que la escuchó en éxtasis, olvidando sus tribulaciones. Y tanto le conmovió aquella voz, que todas las aves de su alma se pusieron a cantar inmediatamente a un tiempo, y notó que bajaba sobre él la frescura bendita que la melodía solitaria da al espíritu. Y ya se levantaba para buscar la voz, cuando ésta se calló.
Pero de pronto, por entre las columnas apareció muy tapada una figura de mujer que adelantose hacia él, y le dijo con voz trémula: "¡Ah Grano-de-Belleza! ¡Cuánto tiempo hacía que pensaba en ti! ¡Bendito sea Alah, que ha permitido por fin que nos juntemos! ¡Enseguida vamos a casarnos!"
Al oír semejantes palabras, Grano-de-Belleza exclamó: "No hay más Dios que Alah! ¡Seguramente todo cuanto me ocurre es un sueño! ¡Y en cuanto el sueño se disipe, me encontraré de nuevo en mi tienda de Iskandaria!"Pero la joven dijo: "¡No, ¡oh Grano-de-Belleza! es una realidad! Estás en la ciudad de Genoa, a la cual te he hecho transportar, a pesar tuyo, por mediación del capitán de marina que está a las órdenes de mi padre, el rey de Genoa. Sabe que, efectivamente, soy la princesa Hosn-Mariam, hija del rey de esta ciudad. La hechicería, que aprendí de niña, me ha revelado tu existencia y tu hermosura, y me he enamorado tanto de ti que envié al capitán a buscarte a Iskandaria. Y aquí en mi cuello está la gema talismánica que encontraste en tu tienda, y que había sido puesta en un estante por el mismo capitán para atraerte a bordo de su nave. Y dentro de pocos momentos verás claro el poder maravilloso que me da esta gema. Pero ante todo has de casarte conmigo. Y entonces quedarán satisfechos todos tus deseos". Grano-de-Belleza le dijo: "¡Oh princesa! ¿Me prometes siquiera volver a llevarme a Iskandaria?" Ella dijo: "Es lo más fácil". Y entonces consintió en casarse con ella.
Enseguida la princesa Mariam le dijo: "¿De modo que quieres volver inmediatamente a Iskandaria?" El contestó: "¡Sí, por Alah!"
Ella dijo: "¡Vamos allá!" Y cogió la cornalina y volvió hacia el cielo una de sus caras, en que estaba grabada la imagen de una cama, y frotó rápidamente aquella cara con el pulgar, diciendo: "¡Oh cornalina, en nombre de Soleimán te ordeno que me proporciones una cama de viaje!"
Apenas pronunciadas tales palabras, se colocó delante de ellos un lecho de viaje, con sus sábanas v almohadones. Lo ocuparon los dos y se tendieron cómodamente. Entonces la princesa Mariam cogió entre los dedos la cornalina, volvió hacia el cielo una de sus caras, en que estaba grabado un pájaro, y dijo: ¡Cornalina, ¡oh cornalina! te ordeno, por el nombre de Soleimán, que nos transportes sanos y salvos a Iskandaria por la vía más directa!
Apenas había dado la orden, cuando la cama se levantó sola por el aire, sin sacudidas, subió hasta la cúpula, salió por el mayor ventanal, y más rápida que el ave más rápida, hendió el espacio con maravillosa regularidad, y en menos tiempo que el necesario para orinar los depositó en Iskandaria.
Y en el instante mismo en que se apeaban, vieron llegar con dirección a ellos a un hombre vestido a la moda de Bagdad, a quien conoció en seguida Grano-de-Belleza: era el jefe de los guardias. Acababa de desembarcar en aquel momento para ponerse en busca del sentenciado. Se echaron uno en brazos de otro, y el jefe de los guardias anunció a Grano-de-Belleza la noticia del descubrimiento del culpable y de su ejecución, le contó todos los sucesos que habían pasado en Bagdad durante catorce años, y también le comunicó el nacimiento de su hijo Aslán, que había llegado a ser el caballero más hermoso de Bagdad.
Y Grano-de-Belleza, por su parte, refirió al jefe de los guardias todas sus aventuras desde el principio hasta el fin. Y aquello asombró en extremo al jefe de la guardia, que, cuando se le calmó algo la emoción, le dijo: "¡El Emir de los Creyentes desea verte cuanto antes!"
El otro contestó: "¡Cierto que sí! Pero permíteme antes ir a El Cairo a besar la mano de mi padre Schamseddin y a mi madre, y a decidirlos a que vengan con nosotros a Bagdad".
Entonces el jefe de los guardias subió con ellos a la cama que en un momento les transportó a El Cairo, precisamente a la calle Amarilla, en donde estaba la casa de Schamseddin. Y llamaron a la puerta. Y la madre bajó a ver quién llamaba así, y preguntó: "¿Quién llama?" Y él contestó: "¡Soy yo, tu hijo Grano-de-Belleza!"
El júbilo de la madre fué inmenso, pues desde hacía muchos años se había puesto de luto, y cayó desmayada en brazos de su hijo. Y al venerable Schamseddin le pasó lo propio.
Cuando hubieron descansado tres días en la casa, subieron todos juntos a la cama, que por orden de la princesa Hosn-Mariam les transportó sanos y salvos a Bagdad, en donde el califa recibió a Grano-de-Belleza abrazándole cual a un hijo, y le colmó de empleos y honores, así como a su padre Schamseddin y a su hijo Aslán.
Después de lo cual, Grano-de-Belleza se acordó de que en resumen el primer promotor de su fortuna era Mahmud-el-Bilateral, que al principio le había obligado con tanto ingenio a viajar, y más tarde le había recogido desprovisto de todo en la plataforma de la fuente pública. Y mandó buscarle por todas partes, y acabó por encontrarlo sentado en un jardín en medio de muchachos, con los cuales cantaba y bebía. Y le rogó que fuera a palacio y le hizo nombrar, por muy bilateral que fuera, jefe de vigilancia de Bagdad, en lugar de Ahmed-la-Tiña.
Cumplido este deber, Grano-de-Belleza, dichoso al encontrar un hijo tan hermoso y valiente como el joven Aslán, dió gracias a Alah por sus favores. Y vivió años y años en Bagdad en el colmo de la ventura entre sus tres esposas, Zobeida, Yazmina y Hosn-Mariam, hasta que fué visitado por la Destructora de delicias y Separadora de amigos. ¡Alabado sea el Inmutable, en el Cual convergen todas las cosas creadas!"
Y Schehrazada, al concluir de contar esta historia, se sintió algo cansada, y se calló.
Entonces el rey Schahriar, que había permanecido inmóvil de atención todo aquel tiempo, exclamó: "Esa historia de Grano-de-Belleza. ¡Oh Schehrazada! es realmente extraordinaria, y la de Mahmud-el-Bilateral y la de Sésamo el corredor con su receta para calentar los compañones fríos, me han gustado en extremo. Pero he de expresarte mi asombro al ver tan pocos poemas en esta historia, pues ya estaba acostumbrado a los versos espléndidos. ¡Y además, he de decirte que las cosas del Bilateral todavía son para mí algo oscuras, y me encantaría que me dieras una explicación más clara de ellas, si es que puedes!"
Al oír lo dicho por el rey Schahriar, Schehrazada sonrió ligeramente y miró a su hermana Doniazada, a la cual encontró muy divertida; y después dijo al rey: "Ahora que esta niña lo puede oír todo, ¡oh rey afortunado! quiero contarte una o dos de las Aventuras del poeta Abu-Nowas, el más delicioso y encantador e ingenioso de todos los poetas del Irán y de Arabia.
Y la pequeña Doniazada se levantó de la alfombra en que estaba acurrucada, y corrió a arrojarse en los brazos de su hermana, a quien abrazó tiernamente, y le dijo: "¡Oh, por favor, Schehrazada, empieza en seguida! Serías tan amable si así lo hicieses, ¡oh hermana mía!" Y dijo Schehrazada: "Con mucho gusto, y como debido homenaje a este rey dotado de tan buenos modales".
Pero como viese aparecer la mañana, Schehrazada, siempre discreta, dejó el relato para el siguiente día.

16 P2 Historia de Grano-de-Belleza - Segunda de tres partes

Pertenece a

16 Historia de Grano-de-Belleza




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Pero cuando llegó la 259ª noche

Ella dijo:
... Cuando Grano-de-Belleza se enteró bien de las intenciones del Bilateral y comprendió su petición, levantose inmediatamente y le dijo: ¡No, por Alah! ¡No vendo esa mercancía! ¡De todos modos, para que te consueles, te diré que si a los demás se la vendiese por dinero, a ti te la daría de balde!"
Y a pesar de las súplicas del Bilateral, Grano de-Belleza no quiso permanecer un momento más en la tienda; salió de ella bruscamente, y volvió en seguida al campamento, donde, harto inquieto, aguardaba su regreso el mokaddem.
Y cuando Kamal vió entrar a Grano-de-Belleza con aquel aspecto extraño, le preguntó: "¡Por Alah! ¿Qué ha pasado?" El otro respondió: "¡Pues absolutamente nada! ¡Pero tenemos que levantar el campamento en seguida e irnos a Bagdad, porque en lo sucesivo no quiero viajar con el Bilateral!; tiene pretensiones exageradas y muy molestas!"
El jeique de los camelleros dijo: "¿No te lo había dicho ya, hijo mío? Pero he de advertirte que sería muy peligroso viajar solos. Más vale seguir en una sola caravana, como estamos ahora, para poder resistir los ataques de los bandoleros beduinos que infestan estas tierras". Pero Grano-de-Belleza no quiso hacer caso, y dió la orden de marcha.
Por consiguiente, la pequeña caravana se puso en camino sola y no dejó de viajar del mismo modo, hasta que un día, a la puesta del sol, llegó a pocas millas de las puertas de Bagdad.
El mokaddem de los camelleros fué a buscar entonces a Grano-de. Belleza y le dijo: "Mejor será hijo mío, seguir hasta Bagdad esta misma noche, sin detenernos a acampar aquí. ¡Porque el lugar en que estamos es el más peligroso de todo el viaje! ¡Es el valle de los Perros! ¡Hay gran riesgo de que nos ataquen si permanecemos aquí durante la noche! ¡Apresurémonos, pues, a llegar a Bagdad antes de que cierren las puertas! ¡Porque has de saber, hijo mío, que el califa manda cerrar todas las noches las puertas de la ciudad con el fin de impedir que las hordas fanáticas entren a escondidas y se apoderen de los libros de la ciencia y de los manuscritos literarios encerrados en las salas de las escuelas, arrojándolos luego al Tigris!".
Grano-de-Belleza, a quien no complacía la proposición, contestó: "¡No, por Alah! ¡No quiero entrar de noche en la ciudad, porque deseo gozar del espectáculo de Bagdad al salir el sol! ¡Pasemos, pues, la noche aquí, ya que no tengo prisa ni viajo para negociar, sino por recreo, y para ver lo que no conozco!" Y el anciano mokaddem tuvo que inclinarse, aunque deplorando la peligrosa terquedad del hijo de Schamseddin.
En cuanto a Grano-de-Belleza, tomó un bocado, y después, cuando los esclavos fueron a acostarse, salió de la tienda, apartose un poco por el valle, y fué a sentarse junto a un árbol a la luz de la luna. Y se acordó de las lecturas de sus maestros en el subterráneo, e inspirado por lugar tan propicio a la meditación empezó este canto del poeta:
¡Reina del Irak, deliciosamente bella! ¡Oh Bagdad, ciudad de los califas y poetas! ¡Cuánto tiempo, ¡oh maravilla! soñé contigo!
Pero súbitamente, antes de terminar la primera estrofa, oyó a su izquierda un clamor espantable, y galopar de caballos, y exclamaciones de cien bocas a un tiempo, y al volverse vió invadido el campamento por un numeroso tropel de beduinos que surgían por todas partes como si salieran de debajo de la tierra.
Aquel espectáculo tan nuevo para él le dejó clavado en el suelo, y así pudo ver la matanza general de la caravana, que había querido defenderse, y el saqueo de todo el campamento. Y cuando los beduinos comprobaron que nadie quedaba en pie, se apoderaron de camellos y mulos, y en un momento desaparecieron por donde habían venido. Al disiparse un tanto la estupefacción que le había dominado, Grano-de-Belleza bajó hacia el sitio en que se encontraba su campamento y pudo ver asesinada a toda su gente. Y ni el jeique Kamal, mokaddem de los camelleros, a pesar de su edad respetable, había sido tratado mejor que los demás, y yacía muerto, atravesado el pecho por numerosas lanzadas. Así es que Grano-de-Belleza no supo soportar la vista de espectáculo tan aterrador, y emprendió la fuga, sin atreverse a mirar hacia atrás.
De tal modo corriendo toda la noche, y para no excitar la codicia de algún otro bandido, se despojó completamente de su rico traje, que arrojó a lo lejos y no se quedó más que con la camisa. Y así, medio desnudo, entró en Bagdad al amanecer. Entonces, rendido de cansancio y sin poder tenerse en pie, se paró delante de la primera fuente pública que se le presentó a la entrada de la población. Se lavó las manos, la cara y los pies; subió a la plataforma que coronaba la fuente, se tendió en ella a lo largo, y no tardó en dormirse.
En cuanto a Mahmud-el-Bilateral, también se había puesto en camino, pero había tomado un atajo por otra parte, y pudo evitar el encuentro con los bandidos; y además, llegó a las puertas de Bagdad precisamente cuando Grano-de-Belleza las atravesaba y se dormía en la fuente.
Al pasar por cerca de aquella fuente, el Bilateral se acercó al abrevadero de piedra lleno de agua para los animales, y quiso que bebiera en él su caballo sediento. Pero el animal vió la sombra que proyectaba el adolescente dormido, y retrocedió resollando. Entonces el Bilateral levantó los ojos hacia la plataforma, y le faltó poco para caerse del caballo al reconocer a Grano-de-Belleza en aquel joven medio desnudo que en la piedra dormía...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y discretamente, se calló.


Pero cuando llegó la 260ª noche

Ella dijo:
... al reconocer a Grano-de-Belleza en aquel joven medio desnudo que en la piedra dormía.
Enseguida se apeó del caballo, se encaramó a la plataforma, y quedó inmóvil de admiración ante Grano-de-Belleza tendido, cuya cabeza reposaba sobre un brazo, en la languidez del sueño. Y por primera vez le fué dable al fin contemplar sin velos las perfecciones de aquel cuerpo juvenil y cristalino, en que los lunares oscuros resaltaban de tan hermosa manera sobre la blancura de lo demás. Y no se le alcanzaba por qué casualidad encontraba en su camino, y dormido en aquella fuente, a aquel ángel, por amor al cual había él emprendido su viaje. Y no llegaba a separar sus miradas del lunarcillo, redondo como un grano de almizcle, que adornaba la nalga izquierda del muchacho, descubierta en aquel momento. Y sin saber qué resolución tomar, decía para sí: "¿Qué será mejor? ¿Despertarle? ¿Llevármelo en mi caballo como está y huir con él al desierto? ¿Aguardar que se despierte, hablarle, enternecerle y decirle que me acompañe a mi casa de Bagdad?"
Acabó por tomar esta última determinación, y sentándose a los pies del joven en el reborde de la fuente, aguardó a que se despertase, bañándose los ojos en toda la limpidez sonrosada que el sol ponía en aquel cuerpo infantil.
Harto ya de dormir, Grano-de-Belleza, estiró las piernas y abrió os ojos, y en el mismo instante Mahmud le cogió la mano, y con voz muy suave le dijo: "¡No tengas miedo niño; estás bien seguro a mi lado! ¡Pero apresúrate, por favor, a explicarme la causa de todo esto!"
Entonces Grano-de-Belleza se incorporó, y aunque un tanto molesto por la presencia de su admirador, le contó la aventura con todos sus pormenores. Y Mahmud le dijo: "¡Loor a Alah, mi joven amigo, que te ha arrebatado la fortuna, pero te ha conservado la vida! Porque dice el poeta:
¡Cuando la cabeza se salva, la fortuna perdida sólo es una recortadura de uña sacada sin hacer daño!
"Además, ni siquiera la fortuna se ha perdido, pues cuanto poseo te pertenece. Ven conmigo a casa a bañarte y vestirte, y desde este momento puedes considerar todos los bienes de Mahmud como tuyos propios, y la vida de Mahmud está a tu disposición". Y siguió hablando tan paternalmente a Grano-de-Belleza, que le decidió a acompañarle. Bajó primeramente, y le ayudó enseguida a ponerse detrás de él en el caballo, y encaminose hacia su casa estremeciéndose de placer al contacto del cuerpo caliente y desnudo del muchacho que se cogía a Mahmud para sujetarse.
Su primera diligencia fué llevar a Grano-de-Belleza al hammam y bañarlo así, sin auxilio de masajistas ni ningún otro criado, y después de haberlo vestido con un traje de gran valor lo llevó a la sala en que solía recibir a sus amigos.
Era un salón de frescura y sombra deliciosa, alumbrado únicamente por los hermosos reflejos de esmaltes y porcelanas y por el centelleo que desde arriba caía de las estrellas. Un olor a incienso arrebataba y transportaba el alma hacia soñados jardines de alcanfor y cinamomo.
En el centro cantaba el surtidor de una fuente. Perfecto y seguro era allí el reposo, y podía llegarse hasta el éxtasis.
Sentaron se ambos en la alfombra, y Mahmud brindó a Grano-de-Belleza un almohadón para apoyar los brazos. Comieron los manjares que en bandejas se les sirvieron, y bebieron los vinos selectos que encerraban los frascos. En aquel momento, el Bilateral, que hasta entonces no se había mostrado muy atrevido, no pudo contenerse más, y estalló recitando esta estrofa del poeta:
¡Deseo! ¡Ni las caricias delicadas de los ojos ni el beso de los labios puros pueden apaciguarte! ¡Oh deseo mío! ¡Sientes gravitar sobre ti el peso de una pasión que no ha de calmarse hasta que brote!

Pero Grano-de-Belleza, que acostumbrado ya a los versos del Bilateral advertía con facilidad su sentido, a veces oscuro, se levantó inmediatamente y dijo a su huésped: "En verdad que no comprendo tu insistencia sobre lo mismo. No puedo hacer más que repetirte lo que ya te dije. El día en que venda a otros esa mercancía por dinero, a ti te la daré de balde". Y sin querer atender a otras explicaciones del Bilateral, le dejó bruscamente y se fué.
Al verse fuera, empezó a vagar por la ciudad. Pero ya había oscurecido, y como siendo forastero en Bagdad no sabía adónde dirigirse, resolvió pasar la noche en una mezquita que vió en el camino. Entró, pues, en el patio, y al ir a quitarse las sandalias para penetrar en el interior de la mezquita, vió que se le acercaban dos hombres precedidos por sus esclavos, que iban con linternas encendidas. Se apartó para dejarles pasar; pero el más viejo de los dos se paró delante de él, y después de mirarle con mucha atención, le dijo: "¡La paz contigo!" Y Grano-de-Belleza le devolvió el saludo.
El otro añadió: "¿Eres forastero, hijo mío?" El joven contestó: "Soy de El Cairo. Mi padre es Schamseddin, síndico de los mercaderes".
Al oír estas palabras, el anciano se volvió hacia su compañero y le dijo: "¡Alah nos favorece más de lo que deseábamos! ¡No esperábamos encontrar tan pronto al forastero que buscábamos y ha de sacarnos del apuro...!
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.


Pero cuando llegó la 261ª noche

Ella dijo:
"...al forastero que buscábamos y ha de sacarnos del apuro!" Luego llamó aparte a Grano-de-Belleza, y le dijo: "¡Bendito sea Alah, que te ha colocado en nuestro camino! Vamos a pedirte un favor que retribuiremos liberalmente dándote cinco mil dinares, efectos por valor de mil dinares y un caballo de mil dinares. ¡Verás!
"No ignoras, hijo mío, que, según nuestra ley, cuando un musulmán ha repudiado por primera vez a su esposa, puede recobrarla sin formalidades a los tres meses y diez días; y si se divorcia por segunda vez, también puede recuperarla después del plazo legal; pero si la repudia por tercera vez, o si, aun no habiéndola repudiado nunca le dice sencillamente: "¡Quedas repudiada por tres veces!" o "¡Ya no eres nada para mí, lo juro por el tercer divorcio!", en ese caso, si el esposo quiere volver otra vez con su esposa, la ley determina que otro empiece por casarse legalmente con la mujer repudiada, y a su vez la repudie después de haberse acostado con ella aunque sólo sea una noche. Y entonces es cuando el primer esposo la puede recobrar como mujer legítima.
"Pues ése es el caso del joven que está conmigo. El otro día se dejó llevar de un acceso de mal humor y le gritó a su esposa, que es hija mía: "¡Sal de mi casa! ¡Ya no te conozco! ¡Te repudio por tres veces!" Y enseguida mi hija, que es su esposa, se echó el velo por la cara delante de su esposo, que era ya un extraño para ella, recogió su dote y volvió el mismo día a mi casa. Pero ahora su marido, que es éste, desea ardientemente recobrarla Ha venido a besarme las manos y a rogarme que le reconciliara con su esposa. Y yo he accedido a ella. Y enseguida hemos salido en busca del hombre que le ha de servir de sucesor momentáneo una noche. Y a la sazón te hemos encontrado, hijo mío. Como eres forastero, las cosas se harán en secreto, sólo en presencia del kadí, y no trascenderá nada al exterior".
El estado de indigencia en que se encontraba Grano-de-Belleza le hizo aceptar de buena gana la proposición, y dijo para sí: "Voy a cobrar cinco mil dinares, y tomar efectos por valor de mil dinares, y un caballo de mil dinares, y además voy a fornicar toda la noche. ¡Por Alah! ¡Acepto!" Y dijo a los dos hombres, que aguardaban con ansiedad la respuesta: "¡Por Alah! ¡Acepto el cargo de Desligador!"
Entonces el esposo de la repudiada, que todavía no había hablado, se volvió hacia Grano-de-Belleza y le dijo: "¡Nos sacas de un gran apuro, porque he de manifestarte que amo a mi esposa extremadamente! Pero temo que mañana por la mañana sea muy de tu gusto mi esposa, no quieras repudiarla y te niegues a devolvérmela. La ley, en ese caso, te favorece. Por lo tanto, ahora, delante del kadí, te comprometerás a entregarme diez mil dinares de indemnización si por desgracia no quisieras consentir en divorciarte al día siguiente". Y Grano-de-Belleza aceptó la condición, por estar resuelto a no dormir más que una noche con la mujer consabida.
Fueron pues, los tres a casa del kadí, y ante él formalizaron el contrato en las condiciones legales. Y el kadí se entusiasmó al ver a Grano-de-Belleza y le amó mucho. Y ya volveremos a encontrarle en el curso de esta historia.
Y hecho el contrato salieron de la oficina del kadí, y el padre de la divorciada se llevó a Grano-de-Belleza y le hizo entrar en su casa. Le rogó que esperara en el vestíbulo, y enseguida fué a avisar a su hija, diciéndole: "Querida hija, he encontrado un muchacho muy bien formado, y que, a mi parecer, te ha de gustar. Te lo recomiendo con todo el encarecimiento de la recomendación. Pasa con él una noche encantadora y no te prives de nada. ¡No todas las noches se puede tener en brazos un mozo tan maravilloso!" Y habiendo aconsejado a su hija de tal modo, el buen padre se fué muy contento a buscar a Grano-de-Belleza para decirle lo mismo. Y le rogó que aguardara un poco a que su nueva esposa se preparase a recibirle.
En cuanto al primer esposo, fué a buscar inmediatamente a una vieja muy taimada que le había criado, y le dijo: "Te ruego, buena madre, que imagines algún recurso para evitar que el Desligador que hemos encontrado se acerque esta noche a mi mujer divorciada". Y la vieja contestó: "¡Por tu vida! ¡Nada hay más fácil!" Y se envolvió en su velo...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.


Pero cuando llegó la 262ª noche

Ella dijo:
...Y se envolvió en su velo y fué a casa de la divorciada, en donde vio a Grano-de-Belleza en el vestíbulo. Le saludó, y le dijo: "Vengo a buscar a la joven divorciada, para untarle el cuerpo con pomadas, Si como hago todos los días, a fin de curarle la lepra que la ha atacado. ¡Pobre mujer!"
Y Grano-de-Belleza exclamó: "¡Alah me libre! ¡Cómo, buena mujer! ¿Esa joven está enferma de lepra? ¡Y yo que tenía que acostarme con ella esta noche! Porque soy el Desligador elegido por su anterior esposo". Y la vieja contestó: "¡Oh hijo mío, preserve Alah tu hermosa juventud! ¡Créeme! ¡Harás bien en abstenerte de copular!" Y le dejó confuso, y entró a ver a la divorciada, a la cual convenció de lo mismo respecto al joven que había de servir de Desligador. Y le aconsejó la abstinencia para evitar el contagio. Y después se marchó.
En cuanto a Grano-de-Belleza, siguió esperando una seña de la joven para entrar en su aposento. Pero aguardó mucho tiempo sin que se presentase más que un esclavo con una fuente de comida. Comió y bebió, y luego, para matar el tiempo, recitó una sura del Corán, y después empezó a tararear algunas estrofas con voz más suave que la del joven David en presencia de Saúl.
Cuando la joven oyó desde dentro aquella voz, pensó: "¿Cómo habrá mentido esa malhadada vieja? ¿Puede un leproso tener voz tan hermosa? ¡Por Alah! Voy a llamarle y a enterarme por mí misma si la vieja ha mentido. Pero antes voy a contestarle". Y cogió un laúd indio, que templó sabiamente, y con voz capaz de parar el vuelo de las aves en el fondo del cielo, cantó:
¡Amo a un gamo joven de dulces ojos lánguidos! ¡Es tan esbelta su cintura, que las ramas flexibles aprenden a ondular viéndole balancearse!
Cuando Grano-de-Belleza oyó las primeras notas de aquel canto, dejó de tararear y escuchó con entusiástica atención. Y dijo para sí: "¿Qué me decía la vieja vendedora de pomadas? ¡Por Alah! ¡Ha debido mentir! ¡Tan bella voz no puede ser de una leprosa!" Y enseguida, tomando el tono de las últimas notas que acababa de oír cantó con voz capaz de hacer bailar a los peñascos:
¡Mi saludo va hacia la fina gacela que se oculta del cazador, y lleva mi tributo a las rosas dispersas por el vergel de sus mejillas!
Y dijo aquello con tal acento, que la joven, seducida por la emoción, corrió a descorrer las cortinas que la separaban del mancebo, y se ofreció a su vista como la luna que súbitamente se desprende de una nube; le hizo seña de que entrara en seguida, y le precedió moviendo las caderas de tal modo, que habría puesto en pie a un anciano impedido. Y Grano-de-Belleza se asombró de su hermosura, de su lozanía y de su juventud. Pero no se atrevía a acercarse a ella, asediado por el temor del posible contagio.
Mas de pronto la joven, sin decir palabra, en un momento se quitó la camisa y el calzón, que tiró a lo lejos, y se le apareció completamente desnuda, tan limpia como la plata virgen, y tan firme y esbelta como el tronco de una palmera tierna.
A su vista, Grano-de-Belleza notó que se le movía la herencia de su venerable padre, el niño encantador que llevaba entre los muslos. Y como percibía distintamente su apremiante llamamiento, quiso entregarlo, para que se tranquilizase, a la joven, que debía de saber en dónde colocarlo. Pero ella le dijo: "¡No te acerques! ¡Temo que me pegues la lepra que tienes en el cuerpo!"
Al oír estas palabras, Grano-de-Belleza, sin contestar, se quitó toda la ropa, y después la camisa y los calzones, que tiró lejos, y apareció en perfecta desnudez, tan límpido como el agua de sierra y tan intacto como el ojo de un niño.
Entonces la joven ya no dudó de que la vieja alcahueta había empleado una estratagema, a instigación de su primer esposo, y deslumbrada por los hechizos del joven, corrió a él, le envolvió en sus brazos, y le arrastró a la cama, en la cual cayeron juntos. Y jadeante de deseo, le dijo: "¡Prueba tus fuerzas, ¡oh jeique Zacarías! padre potente de nervios gordos!"
Ante aquel llamamiento tan formal, Grano-de-Belleza cogió por las caderas a la joven, y asestó el robusto y dulce nervio en dirección a la puerta de los triunfos y empujándolo hacia el corredor de cristal, lo hizo llegar rápidamente a la puerta de las victorias. Después lo desvió del camino real, y lo impulsó con brío por el atajo hacia la puerta del montador; pero como el nervio vacilaba ante lo angosto de aquella puerta amurallada, forzó el paso desfondando la tapa del tarro, y se encontró entonces en su casa, como si el arquitecto hubiera tomado las medidas por ambos lados a la vez. Luego siguió su excursión, visitando lentamente el zoco del lunes, el mercado del martes, el bazar del miércoles, y los puestos del jueves. Y habiendo desatado así todo que tenía que desatar, descansó, como buen musulmán, a la entrada del viernes.
Y tal fué el viaje de prueba de Grano-de-Belleza y de su niño por el jardín de la muchacha...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.


Pero cuando llegó la 263ª noche

Ella dijo:
...Y tal fué el viaje de prueba de Grano-de-Belleza y de su niño por el jardín de la muchacha.
Tras de lo cual, Grano-de-Belleza, con su niño aletargado de felicidad, se enlazó tiernamente a la joven de los arriates devastados, y los tres se durmieron hasta por la mañana.
Despertado ya, Grano-de-Belleza preguntó a su esposa transitoria: "¿Cómo te llamas, corazón mío?" Ella contestó: "Zobeida". Y él le dijo: "¡Pues bien, Zobeida, me duele mucho el verme obligado a dejarte!" Y ella le preguntó, conmovida: "¿Y por qué me has de dejar?" Le contestó: "¡Ya sabes que no soy más que Desligador!" Ella exclamó: "¡No por Alah! ¡Se me había olvidado! ¡Y en mi dicha me figuraba que eras un regalo maravilloso que me hacía mi buen padre para reemplazar al otro!" Y él le dijo: "¡Pues sí, encantadora Zobeida, soy un Desligador elegido por tu padre y tu primer esposo! Y previendo una mala voluntad por mi parte, ambos han cuidado de hacerme firmar un contrato ante el kadí, que me obliga a pagarles diez mil dinares si esta mañana no te repudio. ¡Y no sé cómo voy a pagarles esa cantidad fabulosa, no teniendo ni un dracma en el bolsillo! Mejor será, pues, que me marche si no quiero ir a la cárcel, puesto que soy insolvente".
Al oír tales palabras, la joven Zobeida reflexionó un instante, y después, besando los ojos al joven, le preguntó: "¿Cómo te llamas, ojos míos?" El contestó: "Grano-de-Belleza".
Ella exclamó: "¡Ya Alah! ¡Nunca ha habido nombre mejor puesto! Pues bien, querido mío, ¡oh Grano-de-Belleza! como prefiero a todo el azúcar cande ese delicioso nervio blanco y sabroso con que has endulzado mi jardín durante toda la noche, te juro que encontraremos un recurso para no separarnos jamás, pues prefiero morir a pertenecer a otro después de haberte probado". El le preguntó: "¿Y cómo haremos?" Ella dijo: "Es muy sencillo. Verás. Pronto vendrá mi padre a buscarte y te llevará a casa del kadí para cumplir las estipulaciones del contrato. Entonces te aproximarás gentilmente al kadí y, le dirás: "¡no quiero divorciarme!" Y te preguntará "¡Cómo! ¿Rechazas los cinco mil dinares que van a darte, y los efectos por valor de mil dinares y el caballo de mil dinares, por seguir con una mujer?" Tú contestarás: "¡Entiendo que cada cabello de esa mujer vale diez mil dinares! Por eso conservo a la propietaria de ten preciada cabellera". Entonces el kadí te dirá: "¡Estás en tu derecho! Pero vas a pagar al primer esposo, en compensación, la cantidad de diez mil dinares".
"¡Ahora, querido mío, escucha bien lo que voy a decirte!"
"El anciano kadí, por lo demás hombre excelente, gusta con delirio de los muchachos. ¡Y estoy segura de que le has causado ya una gran impresión!"
Grano-de-Belleza exclamó: "¿De modo que crees que también el kadí es bilateral?" Zobeida se echó a reír y dijo: "¡Cierto que sí! ¿Por qué te asombra tanto eso?"
Y él dijo: "Está escrito que toda su vida Grano-de-Belleza ha de ir de un bilateral a otro. ¡Pero, ¡oh sutil Zobeida! te ruego que sigas desarrollando tu plan! Decías que el anciano kadí, por lo demás hombre excelente, gusta con delirio de los muchachos. ¡No me irás a aconsejar que le venda mi mercancía!" Ella dijo: "¡No! Ya verás".
Y prosiguió: "Cuando el kadí te haya dicho: "¡Hay que pagar los diez mil dinares!", le mirarás así, de cierta manera, y moverás las caderas gentilmente, no de un modo excesivo, pero sí de manera que le liquides de emoción en la alfombra. Y sin duda te dará un plazo para saldar la deuda. ¡Y de aquí a entonces, Alah proveerá!"
Oídas estas palabras, Grano-de-Belleza reflexionó un instante, y dijo: "¡Lo intentaré!"
En aquel mismo momento una esclava, desde detrás del tapiz, alzó la voz y dijo: "¡Ama Zobeida, ahí está tu padre aguardando a mi amo!
Entonces Grano-de-Belleza se levantó, se vistió a escape y fué a buscar al padre de Zobeida. Y ambos, después de habérseles unido en la calle el primer marido, fueron a la oficina del kadí.
Y las previsiones de Zobeida se realizaron al pie de la letra. Pero también hay que decir que Grano-de-Belleza cuidó de seguir escrupulosamente las preciosas indicaciones que ella le había dado.
Y el kadí, absolutamente aniquilado por las miradas al soslayo que le dirigía Grano-de-Belleza, no sólo concedió el aplazamiento de tres días que reclamaba modestamente el joven, sino que terminó su sentencia en esta forma: "Nuestras leyes religiosas y nuestra jurisprudencia no pueden hacer obligatorio el divorcio. Y nuestros cuatro ritos ortodoxos están completamente de acuerdo en este punto. Por otra parte, el Desligador, convertido en marido de derecho, se aprovecha de un aplazamiento, dada su condición de forastero. Le otorgamos, pues, diez días para saldar la deuda".
Entonces Grano-de-Belleza besó respetuosamente la mano del kadí, que decía para sí: "¡Por Alah! ¡Este hermoso adolescente bien vale diez mil dinares! ¡Yo mismo se los anticiparía de buena gana!"
Después Grano-de-Belleza se despidió afablemente y corrió a buscar a su esposa, la sagaz Zobeida...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.


Pero cuando llegó la 264ª noche

Ella dijo:
...afablemente y corrió a buscar a su esposa, la sagaz Zobeida. Y Zobeida, iluminado el rostro por el júbilo, recibió a Grano-de-Belleza felicitándole por el resultado obtenido, y le dió cien dinares para que preparase para ambos un banquete que durase toda la noche. Y Grano-de-Belleza, con el dinero de su mujer, mandó preparar enseguida el festín consabido. Y ambos se pusieron a comer y beber hasta saciarse. Y entonces, alegres hasta el límite de la alegría, copularon de una manera prolongada. Y después, para descansar, fueron a la sala de recepciones, encendieron las luces y organizaron entre los dos un concierto capaz de hacer bailar a las rocas y suspender el vuelo de los pájaros en el fondo del cielo.
No es de extrañar, por lo tanto, que de improviso se oyeran golpes dados en la puerta exterior de la casa. Y Zobeida, que fué la primera en oírlos, dijo a Grano-de-Belleza: "Ve a ver quién llama a la puerta". Y Grano-de-Belleza fué enseguida a abrir.
Ahora bien; aquella noche, el califa Harún Al-Raschid, sintiendo oprimido el pecho, había dicho a su visir Giafar, a su portaalfanje Massrur y a su poeta favorito el delicioso Abu-Nowas: "Me siento con el pecho algo oprimido. ¡Vamos a pasearnos un poco por las calles de Bagdad, a ver si se nos dilatan los humores!" Y los cuatro se habían disfrazado de derviches persas y se habían puesto a recorrer las calles de Bagdad, esperando dar con alguna entretenida aventura. Y así habían llegado delante de la casa de Zobeida, y al oír cantar y tañer instrumentos, habían llamado a la puerta, según costumbre de los derviches.
Cuando les vió Granó-de-Belleza, como no ignoraba los deberes de la hospitalidad, y además estaba en excelentes disposiciones, les recibió cordialmente, les introdujo en el vestíbulo y les dió de comer. Pero ellos rechazaron el alimento, diciendo: "¡Por Alah! ¡Los espíritus delicados no necesitan mucho alimento para regocijar los sentidos! Se contentan con la armonía. Y precisamente estamos viendo que los acordes que oíamos desde fuera se han callado al entrar nosotros. ¿Será una cantora de profesión la que cantaba tan maravillosamente?"
Grano-de-Belleza contestó: "¡No, señores, era mi propia mujer!" Y les contó su historia, desde el principio hasta el fin, sin omitir un detalle.
Entonces, el jefe de los derviches, que era el mismo califa, dijo a Grano-de-Belleza, que le parecía todo lo delicioso posible y por el cual sintió súbito afecto: "Hijo mío, puedes tranquilizarte respecto a los diez mil dinares que debes al ex marido de tu esposa. Soy el jefe de la tekké de los derviches de Bagdad, que cuenta con cuarenta miembros, y gracias a Alah estamos acomodados; diez mil dinares no constituyen para nosotros ningún sacrificio. Te prometo que los tendrás antes de diez días. Pero ve a rogar a tu esposa que cante algo desde detrás del tapiz para exaltarnos el alma. Porque la música, hijo mío, le sirve a unos de comida, a otros de remedio y a otros de abanico; pero para nosotros es las tres cosas a un tiempo".
Grano-de-Belleza no se hizo rogar más, y su esposa Zobeida se avino a cantar para los derviches; de modo que el júbilo de éstos fué extremado, y pasaron una noche deliciosa, ya escuchando el canto y contestando: "¡Ah! ¡Ah!" con toda su alma, ya conversando agradablemente, ya oyendo las chistosas improvisaciones del poeta Abu-Nowas, a quien la belleza del muchacho hacía delirar hasta el límite del delirio.
Al amanecer se levantaron los falsos derviches, y el califa, antes de irse, colocó debajo del almohadón en que estaba apoyado un bolsillo con cien dinares de oro, para empezar, y que eran los únicos que en aquel momento llevaba encima. Después se despidieron del joven huésped, dándole las gracias por boca de Abu-Nowas, que le improvisó versos exquisitos y se prometió por dentro no perderle de vista.
Hacia el mediodía, Grano-de-Belleza, a quien Zobeida había entregado los cien dinares de oro encontrados debajo del almohadón, quiso salir para ir al zoco a hacer unas compras, cuando al abrir la puerta vió parados delante de la casa cincuenta mulos pesadamente cargados de fardos de telas, y en una mula ricamente enjaezada, a un joven esclavo abisinio, de facciones encantadoras y cuerpo moreno, que llevaba en la mano una misiva enrollada.
Al ver a Grano-de-Belleza, el gentil esclavillo se apeó rápidamente, besó la tierra delante del joven, y entregándole la misiva, le dijo: "¡Oh mi señor Grano-de-Belleza! Acabo de llegar ahora mismo de El Cairo, enviado a ti por tu padre, mi amo Schamseddin, síndico de los mercaderes de la ciudad. Te traigo cincuenta mil dinares en mercaderías de valor y un paquete que encierra un regalo de tu padre dedicado a tu esposa Sett Zobeida, y compuesto de una jarra de oro enriquecida con pedrería y una jofaina de oro cincelado...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.


Pero cuando llegó la 265ª noche

Ella dijo:
"... y compuesto de una jarra de oro enriquecida con pedrería y una jofaina de oro cincelado".
Grano-de-Belleza quedó tan sorprendido y contento a la vez con aquel suceso milagroso, que no pensó en un principio más que en enterarse del contenido de la carta. La abrió, y leyó lo que sigue:
"Después de los deseos más completos de dicha y salud de parte de Schamseddin a su hijo Alaeddin Grano-de-Belleza:
"Sabe, ¡oh hijo amado! que el rumor del desastre sufrido por tu caravana y la pérdida de tus bienes ha llegado hasta mi. Enseguida te he mandado preparar una nueva caravana de cincuenta mulos cargados de mercaderías por valor de cincuenta mil dinares de oro. Además, tu madre te envía un traje precioso que ha bordado ella misma, y como regalo para tu esposa un jarro y una jofaina, que nos atrevemos a esperar que le gusten.
"Efectivamente, supimos con cierto asombro que has servido de Desligador en un divorcio ligado por la fórmula de la Repudiación por Tres. Pero ya que la mujer resulta a gusto tuyo después de la prueba, has hecho bien en conservarla. Y así, las mercancías que te enviamos bajo la custodia del pequeño abisinio Salim servirán muy holgadamente para pagar los diez mil dinares que debes como indemnización al primer marido.
"Tu madre y todos los nuestros están contentos y sanos, esperando tu próxima vuelta, y te envían sus zalemas afectuosas y la mayor expresión de ternura.”
"¡Vive dichoso largo tiempo!"

Esta carta y la llegada inesperada de aquellas riquezas alborotaron de tal modo a Grano-de-Belleza, que no pensó ni por un instante en lo inverosímil del suceso. Subió a las habitaciones de su esposa y la enteró de lo ocurrido.
Aun no había terminado sus explicaciones, cuando llamaron a la puerta, y el padre de Zobeida y el primer marido entraron en el vestíbulo. Iban a tratar de convencer a Grano-de-Belleza de que se divorciara amistosamente.
Y el padre de Zobeida dijo a Grano-de-Belleza: "¡Hijo mío, ten piedad de mi primer yerno, que quiere mucho a su ex esposa! Alah te ha enviado riquezas que te permitirán comprar las esclavas más bellas del mercado, y casarte también, en legítimas nupcias, con la hija del más importante de los emires. ¡Devuelve, pues, a ese pobre hombre su ex esposa, y él consentirá en ser tu esclavo!"
Pero Grano-de-Belleza contestó: "Precisamente me ha enviado Alah todas esas riquezas para remunerar con liberalidad a mi antecesor. Dispuesto estoy a darle los cincuenta mulos con sus mercancías y hasta el lindo esclavo abisinio Salim, y a no conservar de todo ello más que el regalo destinado a mi esposa, o sea el jarrón y la jofaina". Y añadió: "Y si tu hija Zobeida consiente en volver con su anterior esposo, estoy conforme con desligarla".
Entonces el padre entró en el aposento de Zobeida y le preguntó: "¿Qué? ¿Consientes en volver con tu anterior marido?" Y ella respondió, haciendo grandes gestos: "¡Ya Alah! ¡Ya Alah! Si nunca supo el valor de los arriates de mi jardín y siempre se paró a mitad del camino. ¡No, por Alah! ¡Me quedo con el joven que me ha explorado en todos sentidos!"
Cuando el primer esposo se cercioró de que había de perder toda esperanza, le entró tal pena, que le estalló el hígado en el acto, y murió. En cuanto a Grano-de-Belleza, siguió gozando con la encantadora y sagaz Zobeida; y todas las noches, después del banquete y de múltiples copulaciones y cosas semejantes, organizaba con ella un concierto capaz de hacer bailar a los peñascos y de suspender en el fondo del cielo el vuelo de las aves.
A los diez días de casado, recordó de pronto la promesa que le había hecho el jefe de los derviches de enviarle los diez mil dinares, y dijo a su esposa: "¡Mira qué jefe de embusteros! ¡Si hubiera yo tenido que esperar la realización de su promesa, me habría muerto de hambre en la cárcel! ¡Por Alah! ¡Como le encuentre otra vez, le diré lo que pienso de su mala fe!"
Y después, como iba anocheciendo, mandó encender las luces de la sala de recepciones, y se disponía a organizar el concierto, como todas las noches, cuando llamaron a la puerta. Quiso ir a abrir él mismo, y no se sorprendió poco al ver a los cuatro derviches de la primera noche. Se echó a reír en su cara, y les dijo: "¡Bienvenidos sean estos embusteros, hombres de mala fe! Pero, de todos modos, os invito a entrar, pues Alah me ha librado de tener en adelante necesidad de vuestros favores. ¡Y además, aunque embusteros e hipócritas, sois muy agradables y bien educados!" Y les introdujo en el salón de recepciones, y rogó a Zobeida que les cantara algo desde detrás del tapiz. Y ella lo hizo de manera capaz de arrebatar la razón, de hacer bailar a las piedras y de suspender en el fondo del cielo el vuelo de las aves.
En un momento dado, el jefe de los derviches se levantó y se ausentó para evacuar una necesidad.
Entonces, uno de los falsos derviches, que era el poeta Abu-Nowas, se inclinó hacia el oído de Grano-de-Belleza, y le dijo...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.


Pero cuando llegó la 266ª noche

Ella dijo:
... el poeta Abu-Nowas, se inclinó hacia el oído de Grano-de-Belleza, y le dijo: "¡Oh encantador huésped nuestro! permíteme que te dirija una pregunta. ¿Cómo has podido creer un momento que tu padre Schamseddin te enviara los cincuenta mulos cargados de riquezas? ¡Vamos a ver! ¿Cuántos días se necesitan para ir a El Cairo desde Bagdad?"
El otro contestó: "Cuarenta y cinco". Abu-Nowas preguntó: "¿Y para volver?" El otro contestó: "Otros cuarenta y cinco lo menos". Abu-Nowas se echó a reír y dijo: "¿Y cómo quieres que en menos de diez días tu padre haya averiguado la pérdida de la caravana y haya podido mandarte la segunda?"
Grano-de-Belleza exclamó: "¡Por Alah! ¡Mi alegría fué tan grande; que no me dió tiempo de pensar todo eso! Pero dime, entonces, ¡oh derviche! ¿Quién ha escrito la carta? ¿De dónde procede el envío?" Abu-Nowas contestó: "¡Ah Grano-de-Belleza! ¡Si fueras tan perspicaz como hermoso, hace tiempo que habrías adivinado que nuestro jefe, con su traje de derviche, es nuestro amo el califa, el Emir de los Creyentes, Harún Al-Raschid, y el segundo derviche, el sabio visir Giafar el Barmecida, y el tercero, el portaalfanje Massrur, y yo mismo, tu esclavo y admirador, Abu-Nowas, sencillamente poeta!"
Oídas estas palabras, Grano-de-Belleza llegó al límite de la sorpresa y de la confusión, y preguntó tímidamente: "Pero, ¡oh gran poeta Abu-Nowas! ¿Cuál es el mérito que me ha traído tantos beneficios del califa?" Abu-Nowas sonrió, y dijo: "¡Tu hermosura!" Y añadió: "A sus ojos, el mérito mayor es ser joven, simpático y hermoso. Y se le figura que nunca es caro comprar el espectáculo de un ser bello y el ver un rostro lindo"
A todo esto el califa volvió a ocupar su sitio en la alfombra, y entonces Grano-de-Belleza fué a inclinarse entre sus manos, y le dijo: "¡Oh Emir de los Creyentes! ¡Alah te conserve a nuestro respeto y a nuestro amor, y nunca nos prive de los beneficios de tu generosidad!" Y el califa le sonrió y le acarició levemente la mejilla, y le dijo: "Mañana te aguardo en palacio". Después levantó la sesión, y seguido de Giafar, Massrur y Abu-Nowas, que encargó a Grano-de-Belleza que no olvidase lo ofrecido, se marchó.
Al día siguiente, Grano-de-Belleza, a quien su esposa había aconsejado repetidamente que fuera a palacio, eligió las cosas más preciosas de las que le había llevado el pequeño abisinio Salim, las encerró en un lindísimo cofrecillo, y colocó éste en la cabeza del hermoso esclavo; y después que le vistió y le arregló con esmero su esposa Zobeida, se dirigió hacia el diwán, acompañado del esclavo con su carga. Y subió al diwán, y poniendo el cofrecillo a los pies del califa, le dirigió un cumplimiento en versos bien rimados, y le dijo: "¡Oh Emir de los Creyentes! Nuestro bendito profeta (¡sean con él la plegaria y la paz!) aceptaba los regalos para no causar pena a quienes se los ofrecían. ¡Tu esclavo sería también muy feliz si quisieras recibir este cofrecillo como señal de mi gratitud!"
Encantado el califa de la atención del joven, le dijo: "¡Demasiado regalo es, ¡oh Grano-de-Belleza! pues tu persona supone ya un preciado presente! Sé bienvenido en mi palacio; hoy mismo te conferiré un buen empleo". E inmediatamente destituyó de su cargo al síndico de los mercaderes de Bagdad, y nombró para tal puesto a Grano-de-Belleza. Después, para que todo el mundo se enterara del nombramiento, el califa escribió un firmán con el decreto correspondiente, y lo mandó entregar al walí, el cual se lo dió a un pregonero, que lo promulgó por todos los zocos y calles de Bagdad.
En cuanto a Grano-de-Belleza, desde aquel día empezó a ver con regularidad al califa, que ya no podía pasarse sin él. Y como no tenía tiempo para vender personalmente sus mercancías, mandó abrir una hermosa tienda, a cuyo frente puso al esclavillo moreno, que desempeñó a maravilla tan delicado oficio.
Apenas habían transcurrido dos o tres días, cuando fueron a anunciar al califa la súbita defunción de su gran copero. Y el califa nombró inmediatamente a Grano-de-Belleza gran copero, y le regaló un ropón de honor, apropiado para tan alto cargo, y le asignó suntuosos emolumentos. Y de esta manera ya no se separaba de él.
A los dos días, y estando Grano-de-Belleza al lado del califa, entró el gran chambelán, besó la tierra delante del trono, y dijo: "¡Conserve Alah los días del Emir de los Creyentes, y los aumente en otros tantos como la muerte acaba de arrebatar al gobernador de palacio!" Y añadió: "¡Oh Emir de los Creyentes, el gobernador de palacio acaba de fallecer!" El Emir de los Creyentes dijo: "¡Téngale Alah en su misericordia!" Y en el acto nombró a Grano-de-Belleza gobernador de palacio en vez del difunto, y le asignó emolumentos más suntuosos todavía. Y de esta manera Grano-de-Belleza tenía que estar continuamente al lado del califa. Hecho este nombramiento y comunicado a todo el palacio, el califa levantó la sesión, agitando el pañuelo como de costumbre...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.


Pero cuando llegó la 267ª noche

Ella dijo:
... el califa levantó la sesión, agitando el pañuelo como de costumbre, y se quedó solo con Grano-de-Belleza.
Y desde entonces Grano-de-Belleza pasó todos los días en palacio, y no volvía a su casa hasta bien entrada la noche, y se acostaba feliz con su esposa, a quien contaba todos los sucesos del día. El afecto del califa a Grano-de-Belleza fué acrecentándose diariamente, hasta el punto de que lo habría sacrificado todo antes que dejar sin satisfacer el menor deseo del joven, como lo demuestra el hecho siguiente:
El califa daba un concierto, al cual asistían sus íntimos amigos de siempre: Giafar, el poeta Abu-Nowas, Massrur y Grano-de-Belleza. Detrás del tapiz cantaba la propia favorita del califa, la más bella y perfecta de sus concubinas. Pero de pronto el califa miró fijamente a Grano de-Belleza, y le dijo: "Amigo, estoy leyendo en tus ojos que te gusta mi favorita". Y Grano-de-Belleza contestó: "¡Lo que gusta al amo debe gustar al esclavo!" Pero el califa exclamó: "¡Por mi cabeza y por la tumba de mis antepasados! ¡Grano-de-Belleza, te pertenece mi favorita desde este momento!" Y llamó enseguida al jefe de los eunucos, y le dijo: "¡Transporta a casa del gobernador de palacio todo el ajuar y las cuarenta esclavas de mi favorita Delicia-de-los-Corazones, y después llévala también a su casa en una silla de manos!" Pero Grano-de-Belleza dijo: "¡Por tu vida, ¡oh Príncipe de los Creyentes! dispensa a tu indigno esclavo de tomar lo que le pertenece al amo!" Entonces el califa comprendió la idea de Grano-de-Belleza, y le dijo: "¡Razón tienes! ¡Es probable que tu esposa tenga celos de mi ex favorita! ¡Quédese ésta, pues, en palacio!" Después se volvió hacia su visir Giafar, y le dijo: ¡Oh Giafar! tienes que ir inmediatamente al zoco de los esclavos, pues hoy es día de mercado, y comprar en diez mil dinares la esclava más bella de todo el zoco. ¡Y la mandarás llevar enseguida a casa de Grano-de-Belleza!"
Giafar se levantó en el acto, fué al zoco de los esclavos, y rogó a Grano-de-Belleza que le acompañara para indicarle la que prefiriese. Y el walí de la ciudad, emir Khaled, había ido también al zoco aquel día a comprar una esclava para su hijo, que acababa de llegar a la edad de la pubertad.
Porque el walí de la ciudad tenía un hijo. Pero este hijo era un muchacho tan feo, que haría abortar a una parturienta; contrahecho, hediondo, de aliento fétido, de ojos atravesados y de boca tan ancha como la vulva de una vaca vieja. Por eso le llamaban Gordo-Hinchado.
Precisamente la víspera por la noche había cumplido Gordo-Hinchado los catorce años, y su madre estaba alarmada hacía algún tiempo por no observar en él ningún síntoma de virilidad real. Pero no tardó en tranquilizarse al notar, la mañana de aquel día, que su hijo Gordo. Hinchado había copulado en sueños en la cama, dejando en ella huellas evidentes.
Tal observación había entusiasmado en extremo a la madre de Gordo-Hinchado, y la había hecho ir corriendo a ver a su esposo, al cual había comunicado la feliz nueva, obligándole a marchar inmediatamente al zoco, acompañado de su hijo, para comprarle una hermosa esclava que le conviniera.
Y el Destino, que está en manos de Alah, quiso que aquel día se encontrara en el zoco Giafar y Grano-de-Belleza con el emir Khaled y su hijo Gordo-Hinchado.
Después de las zalemas acostumbradas, se reunieron en un grupo y ordenaron que desfilaran por delante de ellos los corredores, cada cual con las esclavas blancas, morenas o negras de que dispusiese.
Así vieron cantidad innumerable de muchachas griegas, abisinias, chinas y persas, y ya se iban a retirar sin haber elegido ninguna, cuando el mismo jefe de los corredores pasó el último, llevando de la mano a una joven con la cara destapada, más hermosa que la luna llena del mes de Ramadán.
Al verla, Gordo-Hinchado empezó a resollar con fuerza para expresar su deseo, y le dijo a su padre, el emir Khaled: "¡Esa es la que necesito!" Y por su parte, Giafar preguntó a Grano-de-Belleza: "¿Te conviene esa?" Y el otro respondió: "Es la que elijo".
Entonces Giafar preguntó a la joven: "¿Cómo te llamas, oh esclava gentil?" Ella contestó: "¡Oh mi señor! Yazmina". Entonces el visir preguntó al corredor: "¿En cuánto está tasada Yazmina?" El corredor dijo: "En cinco mil dinares, ¡oh mi amo!" Entonces Gordo-Hinchado gritó: "¡Ofrezco seis mil!"
En aquel •nomento se adelantó Grano-de-Belleza, y dijo: "¡Ofrezco ocho mil!" Entonces Gordo-Hinchado resolló con rabia, y exclamó: "¡Ocho mil un dinares!" Giafar dijo: "¡Nueve mil uno!" Pero Grano de-Belleza dijo: "¡Diez mil Dinares!`
Y el corredor, temiendo que se arrepintiera alguno, dijo: "¡Adjudicada en diez mil dinares la esclava Yazmina!"
Y se la entregó a Grano de-Belleza.
Al ver aquello, Gordo-Hinchado se cayó, azotando el aire con pies y manos, y desconsolando a su padre el emir Khaled, que no le había llevado al zoco más que por complacer a su esposa, pues le detestaba por idiota y feo.
En cuanto a Grano-de-Belleza, tras de dar las gracias al visir Giafar, se llevó a Yazmina, y la amó, y ella le amó también. Y después de haberla presentado a su esposa Zobeida, que la encontró simpática y le felicitó por su elección, se unió con ella legítimamente, tomándola como segunda esposa. Y durmió con ella aquella noche, y la fecundó, como se demostrará más adelante.
Y vamos ahora con Gordo-Hinchado.
Cuando a fuerza de promesas y mimos lograron llevarle a su casa, se tiró sobre el diván, y no quiso levantarse para comer ni beber, y por otra parte, casi había perdido la razón.
Mientras todas las mujeres de la casa, consternadas, rodeaban a la madre de Gordo-Hinchado, que había llegado a los límites de la perplejidad, entró una vieja, que era la madre de un ladrón famoso, sentenciado entonces a prisión perpetua, y conocido de todo Bagdad con el sobrenombre de Ahmed-la-Tiña.
Este Ahmed-la-Tiña era tan diestro en el arte de robar, que para él constituía cosa de juego apoderarse de una puerta en las narices del portero y hacerla desaparecer en un momento como si se la tragase: perforar las paredes delante de un casero fingiendo orinar, arrancarle las pestañas a un individuo sin que lo notara, y limpiar de kohl los ojos de una mujer sin que se enterase ella.
La madre de Ahmed-la-Tiña entró en el aposento de la de Gordo-Hinchado, y después de las zalemas, le preguntó: "¿Cuál es la causa de tu aflicción, ¡oh mi señora!? ¿Y qué mal padece mi joven amo, tu hijo, a quien Alah conserve?" Entonces la madre de Gordo-Hinchado contó a aquella vieja, que hacía tiempo la proveía de criadas, la contrariedad que les ponía a todos en tal estado. Y la madre de Ahmed-la-Tiña exclamó: "¡Oh mi señora! Únicamente mi hijo os puede sacar del paso; ¡lo juro por tu vida! Trata de lograr que le suelten, y ya sabrá inventar un medio de traer a la bella Yazmina a los brazos de nuestro joven amo, tu hijo. Porque ya sabes que mi pobre hijo se halla encadenado y tiene en los pies una argolla de hierro, en la cual están grabadas estas palabras: "Cadena perpetua". ¡Y todo por haber fabricado moneda falsa!" Y la madre de Gordo-Hinchado prometió protegerle.
Efectivamente, aquella misma noche, cuando su esposo el walí, de regreso en su casa, fué a buscarla después de cenar, se había ella arreglado y perfumado, adoptando un aspecto amable. Y el emir Khaled, que era un hombre muy bueno, no pudo resistir el deseo que provocaba en él la contemplación de su mujer, y quiso poseerla; pero ella se resistió, diciendo: "¡Júrame por el divorcio que me concederás lo que te pida!" Y se lo juró. Entonces ella le enterneció hablándole de la desgracia de la anciana madre del ladrón, y logró de él la promesa de que le soltarían. Y entonces dejó que la montara el esposo.
Y a la mañana siguiente, el emir Khaled, después de las abluciones y la oración, se fué a la cárcel en que estaba encerrado Ahmed-la-Tiña, y le preguntó: "¿Y qué, bandido, te arrepientes de tus pasadas fechorías?" Y el otro contestó: "Me arrepiento, y lo proclamo con la palabra como lo pienso con el corazón". Entonces el walí le sacó de la cárcel y le llevó ante el califa, que se quedó asombrado al verle vivo todavía, y le preguntó: "¿Y cómo no te has muerto aún, bandido?" El otro contestó: "¡Por Alah, oh Emir de los Creyentes! la vida de los malos es muy dura de pelar". Entonces el califa se echó a reír a carcajadas, y dijo: "¡Manden venir al herrero para que le quite la argolla!" Y luego dijo: "Como estoy enterado de tus hazañas, voy a ayudarte ahora a persistir en tu arrepentimiento, y como eres el que más conoce a los ladrones, te nombro jefe de vigilancia de Bagdad". Y enseguida el califa mandó promulgar un edicto nombrando a Ahmed-la-Tiña jefe de vigilancia. Entonces Ahmed besó la mano al califa y enseguida empezó a ejercer sus funciones.
Y para festejar alegremente su libertad y su nuevo cargo, principió por ir a la taberna regida por el judío Abraham, testigo de sus pasadas hazañas, vaciando dos o tres frascos de su bebida favorita, vino jónico excelente. Y cuando su madre fué a buscarle para hablarle de la gratitud que debía manifestar siempre a la esposa del emir Khaled y madre de Gordo-Hinchado, que había sido la causante de su libertad, le encontró medio borracho y tirándole de las barbas al judío, que no se atrevía a protestar por respeto al cargo temible del antiguo Ahmed-la-Tiña, actual jefe de vigilancia.
De todos modos, la vieja logró sacarle de allí, y hablándole reservadamente, le contó cuantas incidencias motivaron su libertad, y le dijo que había que discurrir inmediatamente algo para quitar la esclava a Grano-de-Belleza, gobernador de palacio.
Oídas estas palabras, Ahmed-la-Tiña dijo a su madre: "Se hará esta misma noche, pues es facilísimo". Y la dejó para ir a preparar el golpe...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

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16 P1 Historia de Grano-de-Belleza - Primera de tres partes

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16 Historia de Grano-de-Belleza






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Pero cuando llegó la 249ª noche

Historia de Grano-de-Belleza

Ella dijo:
He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que hubo en El Cairo un venerable jeique, que era el síndico de los mercaderes de la ciudad. Todo el zoco le respetaba por su honradez, por su lenguaje mesurado, por su riqueza y por el número de sus esclavos y servidores. Se llamaba Schamseddin.
Un viernes, antes de la plegaria, fué al hammam, y entró después en la barbería, donde, según las prescripciones sagradas, mandó que le cortaran los bigotes precisamente al ras del labio superior y que le afeitaran con esmero la cabeza. Tras de lo cual cogió el espejo que le brindaba el barbero y se miró, no sin haber recitado el acto de fe, para preservarse de una complacencia demasiado señalada por sus facciones. Y comprobó con tristeza infinita que los pelos blancos de su barba eran mucho más numerosos que los negros, y que se necesitaba fijar mucho la atención para distinguir los negros diseminados entre los mechones blancos. Y pensó: “Las barbas canosas son un indicio de la vejez, y la vejez es una advertencia de la muerte. ¡Pobre Schamseddin! ¡Hete ya próximo a las puertas de la tumba, y todavía no tienes sucesión! ¡Te extinguirás como si nunca hubieras existido!" Después, completamente preocupado con tan desoladores pensamientos, se dirigió a la mezquita para orar, y desde allí regresó a su casa en donde su esposa que sabía las horas acostumbradas de su llegada, se había preparado a recibirle, bañándose y perfumándose y cepillándose con mucho cuidado. Y le recibió con cara sonriente, y le dió la buena acogida, diciéndole: " ¡Que sea una noche feliz para ti!"
Pero el síndico, sin devolver el saludo a su esposa, le dijo en tono agrio: "¿De qué felicidad me hablas? ¿Puede haber felicidad para mí?" Su esposa, asombrada, le dijo: "¡El nombre de Alah sobre ti y a tu alrededor! ¿Por qué esas suposiciones nefastas? ¿Qué te falta para ser feliz? ¿Y cuál es la causa de tu pesar?" El contestó: "¡Tú sola eres tal causa! ¡Escúchame, oh mujer! ¡Piensa en la pena y amargura que experimento siempre que voy al zoco! Veo en las tiendas a los mercaderes sentados y teniendo al lado sus hijos, que crecen ante su vista, sean dos, sean cuatro. Y están aquéllos orgullosos de su posteridad. ¡Y yo sólo me veo privado de esa dicha! ¡Y a veces deseo la muerte, para librarme de esta vida desconsolada! ¡Y ruego a Alah, que llamó a mis padres a su seno, que escriba también un fin que ponga término a mis tormentos!"
A estas palabras, contestó la esposa del síndico: "No te preocupen tan aflictivos pensamientos, y ven a honrar el mantel que he puesto para ti".
Pero el mercader gritó: "¡Jamás! ¡No quiero comer ni beber, y sobre todo, no quiero aceptar desde ahora nada de tus manos! ¡Tú sola eres la causante de nuestra esterilidad! ¡Ya han pasado cuarenta años desde que nos casamos, y sin ningún provecho! ¡Y siempre me has impedido tomar otras esposas, y como eres una mujer interesada te aprovechaste de la flaqueza de mi carne en la primera noche de nuestras bodas, para hacerme jurar que no traería otra mujer a esta casa en tu presencia, y que ni siquiera me acostaría más que contigo!
Y yo te lo prometí candorosamente. Y lo peor es que he cumplido mi promesa, y que tú, al ver que eres estéril, no has tenido la generosidad de relevarme de mi juramento.
Pero ¡por Alah! Ahora te juro que prefiero cortarme el zib a dártelo en adelante; ni siquiera he de acariciarte con él pues ya veo que es tiempo perdido trabajar contigo. ¡Lo mismo sacaré hundiendo mi herramienta en el agujero de una peña que tratando de fecundar una tierra tan seca como la tuya! ¡Por Alah! ¡Han sido copulaciones perdidas todas las que tan generosamente he desperdiciado en tu abismo sin fondo!
Cuando la mujer del síndico oyó tan agresivas palabras, vió la luz convertirse ante sus ojos en tinieblas, Y con el acento más agrio que le pudo dar la ira, gritó a su esposo el síndico: "¡Ah viejo helado! ¡Perfúmate la boca para hablar conmigo! ¡El nombre de Alah sobre mí y a mí alrededor! ¡Guárdeme de toda fealdad y falsa imputación! ¿Crees que de los dos soy yo la culpable? ¡Desengáñate, infeliz viejo! ¡Échate la culpa a ti y a tus fríos compañones! ¡Por Alah! ¡Tus compañones están fríos y segregan un líquido demasiado claro y sin vigor! ¡Ve a comprar algo con que espesar y calentar su jugo! ¡Y entonces verás si mi fruta está llena de buena semilla o es estéril!"
Estas palabras de su esposa irritada quebrantaron bastante las convicciones del síndico, y con acento vacilante preguntó: "Y si es cierto, como tú afirmas, que mis compañones estén fríos y transparentes, y su jugo sea claro y falto de vigor, ¿podrías indicarme el sitio en que se vende la droga capaz de espesar lo que no está espeso?"
Su esposa le contestó: "¡Encontrarás en casa de cualquier droguero la mixtura que espesa los compañones de los hombres y les da aptitud para fecundar a la mujer...!
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.


Pero cuando llegó la 251ª noche

Ella dijo:
"...la mixtura que espesa los compañones de los hombres y les da aptitud para fecundar a la mujer!"

Al oír estas palabras, el síndico pensó: "¡Por Alah! ¡Mañana mismo voy a la droguería a comprar un poco de esa mixtura para espesar los compañones!"
Y a la mañana siguiente, apenas se abrió el zoco, el síndico cogió un tazón vacío, y fué a una droguería y le dijo al droguero: "¡La paz sea contigo!" Y el droguero le devolvió la zalema y le dijo: "¡Oh mañana bendita que te trae como primer parroquiano! ¡Manda!" El síndico dijo: "¡Vengo a pedirte que me vendas una onza de la mixtura que espesa los compañones del hombre!" Y le alargó el tazón de porcelana.
Cuando oyó estas palabras, el droguero no supo qué pensar, y se dijo: "Nuestro síndico, generalmente tan formal, tiene ganas de broma; le contestaré, pues, en el mismo tono". Y le dijo: "¡Por Alah! Ayer sí que me quedaba; pero se vende tanta mixtura de ésa, que se me agotó la provisión. Ve a pedírsela a mi vecino".
Entonces el síndico fué a casa del segundo droguero, y después a casa del tercero, y luego a todas las droguerías del zoco, y todos le despedían con las mismas palabras, riéndose para sí de tan extraordinaria petición.
Cuando el síndico vió que sus gestiones no le daban resultado, volvió a su tienda, y se sentó, muy meditabundo y asqueado de la vida. Y mientras pasaba tan mal rato, vió que parábase a su puerta el jeique de los corredores, el mayor tragador de haschich, borracho, fumador de opio, modelo de los perdidos y de la canalla del zoco, el cual se llamaba Sésamo.
El corredor Sésamo respetaba mucho al síndico Schamseddin, y nunca pasaba por delante de su tienda sin saludarle, inclinándose hasta el suelo y usando las más corteses fórmulas. Y aquella mañana no dejó de tributar las acostumbradas consideraciones al buen síndico, pero no pudo dejar de corresponder a su zalema en tono de mal humor. Y Sésamo, que lo notó, le preguntó: "¿Qué gran desastre te ha ocurrido para perturbar así tu alma, ¡oh venerable síndico nuestro!?" Este contestó: "Mira, Sésamo, ven a sentarte aquí y oye mis palabras. Y verás si tengo motivo para afligirme. Considera, Sésamo, que hace cuarenta años que me casé y todavía no he tenido ni sombra de un niño. ¡Y han acabado por decirme que la culpa es sólo mía, porque, al parecer, mis compañones son transparentes y mi jugo harto claro y sin vigor!
Y me han aconsejado que busque en las droguerías la mixtura que espesa los compañones. Pero ningún droguero la tiene en su tienda. ¡Y aquí me ves desesperado, por no poder encontrar algo con que dar la consistencia necesaria al jugo más preciado de mi individuo!"
Cuando el corredor Sésamo oyó las palabras del síndico, en vez de asombrarse o reírse, como los drogueros, alargó la mano con la palma hacia arriba, y dijo: "Pon un dinar en esta mano y dame un tazón de porcelana. Tengo lo que necesitas". Y el síndico le preguntó: "¡Por Alah! ¿Es posible? ¡Oh Sésamo! ¡Sabe que si me ayudas en este trance está hecha tu fortuna! ¡Te lo juro por la vida del Profeta! ¡Y para empezar, toma dos dinares en lugar de uno!" Y le puso las dos monedas de oro en la mano y le entregó el tazón.
Entonces, Sésamo, el borracho fabuloso, se mostró en aquella ocasión bastante superior en ciencia a todos los drogueros del zoco. Efectivamente, volvió a su casa, después de haber comprado en el zoco cuanto le hacía falta, y enseguida se puso a preparar la siguiente mixtura:
Tomó dos onzas de zumo de copaiba china, una onza de extracto graso de cáñamo jónico, una de cariofilina fresca, una de cinamono rojo de Serendib, diez dracmas de cardamomo blando de Malabar, cinco de jengibre indio, cinco de pimienta blanca, cinco de pimentón de las islas, una onza de boyas estrelladas de badián de la india y media onza de tomillo de las montañas. Mezclolo todo diestramente, después de machacarlo y pasarlo por el tamiz, le echó miel pura, y así formó una pasta muy compacta, a la cual añadió cinco gramos de almizcle y una onza de huevos de pescado machacadas. Le añadió también un poco de julepe ligero de agua de rosa, y lo puso todo en el tazón de porcelana.
Apresurase entonces a llevar el tazón al síndico Schamseddin, diciéndole: "¡He aquí la mixtura soberana que endurece los compañones del hombre y espesa los jugos demasiado fluidos...!"
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.


Pero cuando llegó la 252ª noche

Ella dijo:
"¡He aquí la mixtura soberana que endurece los compañones del hombre y espesa los jugos demasiado fluidos!" Después añadió: "Es preciso tomar esta pasta dos horas antes de la conjunción sexual. Pero los tres días anteriores hay que limitarse a comer únicamente pichones asados muy sazonados con especias, pescados machos con sus lechecillas, y por último criadillas de carnero ligeramente asadas. Y si con todo eso no llegas hasta atravesar las paredes y fecundar un peñasco pelado, consiento en afeitarme la barba y los bigotes y te permito que me escupas en la cara".
Y dichas estas palabras, entregó al síndico el tazón de porcelana y se fué.
Entonces el síndico pensó: "¡Este Sésamo, que se pasa la vida en el libertinaje, seguramente debe entender de drogas endurecedoras! ¡Voy a poner mi fe en Alah y en él!" Y volvió a su casa y se reconcilió con su esposa, a la cual, por otra parte, amaba, y ella le amaba a él, y ambos se dieron mutuas explicaciones por su arrebato pasajero, y se hicieron presente cuánta pena les había causado estar reñidos toda una noche por palabras sin importancia.
Después de lo cual, Schamseddin siguió escrupulosamente durante tres días el régimen prescripto por Sésamo, y acabó por comerse la consabida pasta, que le pareció excelente.
Entonces notó que la sangre se le calentaba en extremo, como en los tiempos de su infancia, cuando apostaba con chiquillos de su edad. Y se aproximó a su esposa y la cabalgó; y ella le correspondió; y a ambos les maravilló el resultado en cuanto a duración, repetición, calor, chorro, intensidad y consistencia.
Y aquella noche la esposa del síndico quedó indiscutiblemente fecundada, de lo cual tuvo la certeza completa cuando comprobó que se le pasaron así tres meses.
La preñez siguió su curso normal, y a los nueve meses día por día, la mujer parió con felicidad, pero con muchas dificultades, porque el niño que nació era tan grande como si tuviera un año. Y la comadrona declaró, tras las invocaciones acostumbradas, que en su vida había visto niño tan fuerte ni hermoso. Lo cual no es de asombrar si se recuerda la pasta maravillosa de Sésamo.
La comadrona recogió al niño y lo lavó invocando el nombre de Alah, de Mohammad y de Alí, y le recitó al oído el acto de fe musulmán. Le envolvió y se lo dió a la madre, que le amamantó hasta que quedó saciado y dormido. Y la comadrona pasó otros tres días junto a la madre, y no se fué hasta no estar segura de que todo iba bien y después de haberse repartido entre las vecinas las golosinas preparadas con tal motivo.
Al séptimo día echaron sal en la habitación, y entonces entró el síndico a felicitar a su esposa. Luego le preguntó: "¿En dónde está el don de Alah?" Enseguida ella le mostró el recién nacido. Y el síndico Schamseddin quedó maravillado de la hermosura de aquel niño de siete días, que parecía tener un año, y cuya cara era más brillante que la luna llena al salir. Y preguntó a su esposa: "¿Cómo le vas a llamar?" Ella contestó: "Si fuera una niña ya le habría puesto nombre. ¡Pero como es un niño, a ti te corresponde!" Y en aquel momento una de las esclavas que envolvían al niño lloró de emoción y placer al advertir en la nalga izquierda del chico una linda mancha oscura como un grano de almizcle, que resaltaba por su forma y color encima de la blancura de lo demás. Y en cada una de las dos mejillas del niño también había un bonito lunar negro y aterciopelado. Y el digno síndico, inspirado por aquel descubrimiento, exclamó: "¡Le llamaremos Alaeddin Grano-de-Belleza!"
Llamose, pues, al niño Alaeddin Grano-de-Belleza; pero como tal nombre resultaba muy largo, nunca le llamaban más que Grano-de-Belleza. Y a Grano-de-Belleza le amamantaron durante cuatro años dos nodrizas distintas y su madre; así es que llegó a ser fuerte como un leoncillo, y blanco como el jazmín, y sonrosado como las rosas. Y era tan hermoso, que todas las niñas de parientes y vecinos le querían con locura, y él aceptaba sus homenajes, pero nunca consentía que le besaran, y las arañaba cruelmente cuando se le acercaban demasiado; así es que las niñas y hasta las jóvenes se aprovechaban de su sueño para ir a cubrirle de besos impunemente y a maravillarse de su hermosura y lozanía.
Cuando el padre y la madre de Grano-de-Belleza vieron cuán admirado y mimado era su hijo, temieron al mal de ojo, y resolvieron sustraerle a tan maligno influjo. Y con tal fin, en vez de hacer como otros padres, que dejan que las moscas y la suciedad cubran la cara de sus hijos, para que parezcan menos guapos y no atraigan al mal de ojo, los padres de Grano-de-Belleza encerraron al niño en un subterráneo situado debajo de la casa y le criaron allí lejos de todas las miradas. Y Grano-de-Belleza criose de aquel modo ignorado de todos, pero rodeado de los cuidados incesantes de esclavos y eunucos. Y cuando fué mayor le dieron maestros instruidísimos, que le enseñaron el Corán, las ciencias y a escribir bien. Y llegó a ser tan sabio como hermoso y bien formado. Y sus padres resolvieron no sacarle del subterráneo hasta que las barbas le crecieran tanto que le arrastraran.
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y discretamente, se calló.


Pero cuando llegó la 253ª noche

Ella dijo:
... hasta que las barbas le crecieran tanto que le arrastraran.
Y cierto día, un esclavo que llevaba a Grano-de-Belleza unas fuentes con manjares no se acordó de cerrar al salir la puerta del subterráneo; y Grano-de-Belleza, al ver abierta aquella puerta, en la cual nunca se fijó dado lo amplio que eran el subterráneo aquél, lleno de tapices y cortinajes, se apresuró a salir y a subir al piso en que se encontraba su madre rodeada por diversas damas aristocráticas que habían ido a visitarla.
A la razón, Grano-de-Belleza habíase convertido en un maravilloso y arrogante joven de catorce años, hermoso como un ángel, con las mejillas aterciopeladas como un fruto, y sus lunares a ambos lados de los labios, sin contar el que no se le veía.
De modo que cuando las damas vieron entrar de pronto a aquel hermoso joven, a quien no conocían, apresuráronse muy asustadas a taparse el rostro con los velos, y dijeron a la esposa de Schamseddin: "¡Por Alah! ¿No te avergüenzas de traer junto a nosotras a un extraño? ¿No sabes que el pudor es uno de los dogmas esenciales de la fe?"
Pero la madre de Grano-de-Belleza contestó: "¡Invocad el nombre de Alah, ¡oh invitadas mías! pues el que veis no es otro que mi hijo amado, fruto de mis entrañas, el hijo del síndico de los mercaderes de El Cairo, el que ha sido criado por los pechos de nodrizas generosas y en brazos de hermosas esclavas, y en hombros de vírgenes escogidas, y en el pecho de las más puras y nobles! ¡Es el ojo de su madre y el orgullo de su padre! ¡Es Grano-de-Belleza! ¡Invocad el nombre de Alah! ¡Oh mis convidadas!"
Y las esposas de los emires y de los mercaderes ricos contestaron: "¡El nombre de Alah sobre ti y a tu alrededor! Pero ¡oh madre de Grano-de-Belleza! ¿Cómo es que nunca hasta hoy nos enseñaste a tu hijo?"
Entonces, la esposa de Schamseddin empezó por levantarse, y besó a su hijo en los ojos, y le despidió para que no estorbase más a las invitadas, y después les dijo: "Su padre mandó criarle en el subterráneo de nuestra casa para librarle del mal de ojo. Y ha resuelto no enseñarle hasta que le haya crecido la barba, por lo mucho que teme llamar sobre él peligros y malos influjos. Y si ha salido ahora, debe ser por culpa de algún eunuco que se habrá olvidado de cerrar la puerta".
Oídas estas palabras, las convidadas felicitaron mucho a la esposa del síndico por tener un hijo tan hermoso, y le desearon las bendiciones del Altísimo, y luego se fueron.
Entonces Grano-de-Belleza volvió junto a su madre, y al ver que los esclavos enjaezaban una mula, preguntó: "¿Para quién es esa mula?" Ella contestó: "Para ir a buscar a tu padre al zoco". El preguntó: "¿Y cuál es el oficio de mi padre?" Ella dijo: "Tu padre, ¡ojos míos! es un gran comerciante y síndico de todos los mercaderes de El Cairo y proveedor del sultán de los árabes y de todos los reyes musulmanes. Y para que te formes idea de la importancia de tu padre, sabe que los compradores no se dirigen a él más que para grandes negocios, cuyo importe pase de mil dinares; pero si el negocio es menos, aunque se trate de 999 dinares, se ocupan de ello los empleados de tu padre, sin molestarle. Y no hay mercancía ni cargamento que pueda entrar en El Cairo ni salir sin que antes se entere tu padre y le pidan parecer. Alah ha otorgado a tu padre, ¡oh hijo mío! riquezas incalculables. ¡Démosle gracias!"
Grano-de-Belleza contestó: "¡Sí! ¡Loor a Alah, que me ha hecho nacer hijo del síndico de los mercaderes! ¡Por eso ya no quiero pasar la vida encerrado lejos de todas las miradas, y desde mañana tengo que ir al zoco con mi padre!" Y la madre contestó: "¡Alah te oiga, hijo mío! ¡En cuanto vuelva tu padre se lo diré!"
Y en cuanto Schamseddin volvió, su esposa le refirió lo que acababa de ocurrir, y le dijo: "Ya es tiempo de que nuestro hijo vaya al zoco contigo". El síndico respondió: "¡Oh madre de Grano-de-Belleza! ¿Ignoras que el mal de ojo es una realidad de las más amargas y lamentables y que no se pueden gastar bromas con cosas tan serias? ¿Olvidaste la suerte del hijo de nuestro vecino y la de otros muchos, víctimas del mal de ojo? ¡Te prevengo que la mitad de los muertos que están enterrados han perecido del mal de ojo!"
La mujer del síndico contestó: "¡Oh padre de Grano-de-Belleza! ¡Realmente el destino del hombre está sujeto a su cuello! ¿Cómo ha de poder librarse de él? Y la cosa escrita no puede borrarse, y el hijo seguirá el mismo camino que su padre en vida y en muerte. ¡Y lo que existe hoy ya no existirá mañana! ¡Y piensa en las consecuencias funestas de que nuestro hijo sea víctima algún día por culpa tuya! ¡Efectivamente, cuando después de una vida que te deseo larga y siempre bendita, te hayas muerto, nadie querrá reconocer a nuestro hijo por heredero legítimo de tus riquezas y propiedades, puesto que hasta hoy todo el mundo ignora su existencia! Y de tal suerte, el Tesoro del Estado se apoderará de todos tus bienes y desposeerá a tu hijo sin remedio. ¡Y por mucho que yo invoque el testimonio de los ancianos, los ancianos tendrán que decir: "Nunca nos hemos enterado de que el síndico Schamseddin tuviera ningún hijo ni hija!" Palabras tan sensatas hicieron reflexionar al síndico, que contestó al cabo de un rato: "¡Por Alah! ¡Tienes razón!, ¡oh mujer! Mañana mismo llevaré conmigo a Grano-de-Belleza, y le enseñaré a vender y comprar, y las negociaciones, y todos los elementos del oficio".
Después se volvió hacia Grano-de-Belleza, transportado de alegría por aquella noticia, y le dijo: "Ya sé que te encanta ir conmigo. ¡Pero sabe, hijo mío, que en el zoco hay que ser muy formal y tener los ojos bajos con modestia! ¡Espero, pues, que pongas en práctica las sabias lecciones de tus maestros y los buenos principios en que te has criado!"
Al día siguiente, el síndico Schamseddin, antes de llevar a su hijo al zoco, le hizo entrar en el hammam...
En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.


Pero cuando llegó la 254ª noche

Ella dijo:
...le hizo entrar en el hammam, y después del baño lo vistió con un traje de raso blanco, el mejor que tenía en el almacén, y le ciñó la frente con un turbante ligero de tela con rayas finas de seda dorada. Después de lo cual, ambos tomaron un bocado y bebieron un vaso de sorbete, y ya refrescados, salieron del hammam. El síndico cabalgó en la mula blanca que sujetaban los esclavos, y puso a la grupa a su hijo Grano-de-Belleza, cuya frescura de tez se había hecho todavía más notable y cuyos brillantes ojos habrían seducido a los mismos ángeles. Después, montados ambos en la mula y seguidos por los esclavos, que llevaban ropón nuevo, emprendieron el camino del zoco.
Al verles, todos los mercaderes del zoco y todos los compradores y vendedores quedaron maravillados, y se decían unos a otros: "¡Ya Alah! ¡Mirad al muchacho!" "Es como la luna en la noche décimo cuarta". Y otros decían: "¿Quién será ese niño delicioso que está detrás del síndico Schamseddin? ¡Nunca le habíamos visto!"
Mientras surgían tales exclamaciones al paso de la mula montada por el síndico y Grano-de-Belleza, acertó a pasar el corredor Sésamo por el zoco, y vió asimismo al muchacho. Y Sésamo, a fuerza de libertinaje y de excesos de opio y haschich, había acabado por perder completamente la memoria, y ni siquiera se acordaba de la curación que había logrado en otro tiempo por medio de la milagrosa mixtura a base de almizcle, copaiba y tantas cosas excelentes.
Y al ver al síndico en compañía de aquel hermoso joven, empezó a sonreírse con socarronería y a gastar bromas picantes acerca de ellos, diciendo a los mercaderes que le oían: "¡Mirad al viejo de barbas blancas! ¡Es lo mismo que el perro! ¡Blanco por fuera y verde por dentro!" E iba de un mercader a otro repitiendo a todos sus chanzas y chistes, hasta que no quedó uno en el zoco que no tuviera la certeza de que el síndico Schamseddin tenía en su tienda a un joven mameluco para su placer.
Cuando estos rumores llegaron a oídos de los notables y de los principales mercaderes, se celebró una reunión de los de más edad y más respetados entre ellos, para juzgar el caso de su síndico. Y en medio de la asamblea peroraba Sésamo y hacía grandes ademanes de indignación, y decía: "¡Ya no queremos tener en adelante a nuestra cabeza, como síndico del zoco, a esa barba viciosa que se roza en secreto con los muchachos! Y desde hoy vamos a abstenernos de ir a recitar antes de abrir las tiendas, según solíamos hacer por las mañanas, los siete versículos sagrados de la Fatiha en presencia del síndico. ¡Y no terminará el día sin que elijamos otro síndico que sea un poco menos aficionado a los muchachos que ese viejo!"
En cuanto al buen Schamseddin, cuando vió que pasaba la hora sin que los mercaderes y corredores fuesen a recitar delante de él los versículos rituales de la Fatiha, no supo a qué atribuir aquel descuido tan grave y tan contrario a la tradición. Y como viese al famoso Sésamo, que le miraba con el rabillo del ojo, le hizo seña de que se acercara para decirle dos palabras. Y Sésamo, que sólo aguardaba aquella seña, se acercó, pero lentamente y tomándose tiempo, arrastrando los pies, y no sin dirigir a derecha e izquierda sonrisas de inteligencia a los tenderos, que no le quitaban ojo, pues la curiosidad les tenía suspensos y hacíales desear la solución de aquel asunto que para ellos era muy capital.
Y Sésamo, al ver que en él convergían todas las miradas y la atención general, llegó contoneándose hasta apoyarse en el mostrador de la tienda; y Schamseddin le preguntó: "Dime, Sésamo, ¿cómo es que los mercaderes, con el jeique a la cabeza, no han venido a recitar delante de mí los versículos del primer capítulo del Corán?" Sésamo contestó: "¡Así de pronto, no lo sé! Hay rumores que corren por el zoco, rumores... ¿Cómo te lo explicaría yo...? rumores... ¡De todos modos, lo que sé muy bien es que se ha formado un partido compuesto por los principales jeiques, que ha resuelto destituirte y dar a otro el cargo de síndico!"
Al oír estas palabras, el buen Schamseddin mudó de color, y en tono mesurado y grave, preguntó: "¿Y puedes decirme siquiera en qué se fundamenta esta decisión?" Sésamo le guiñó el ojo, movió las caderas, y contestó: "¡Oh mi anciano jeique, no bromees! ¡Mejor lo sabes tú que nadie! ¡Ese hermoso joven que tienes en la tienda no estará allí para espantar las moscas! De cualquier modo, sabe que yo, a pesar de todo, he sido el único que te defendió en la asamblea, y dije que no eras aficionado a muchachos, cosa que habría sido yo el primero en saber, pues tengo relaciones amistosas con todos los que se dedican con preferencia a ese sexo ácido. Y, además, he añadido que este joven debería ser algún pariente de tu esposa o el hijo de alguno de tus amigos de Tantah, Mansurah o Bagdad, que habría venido a tu casa para negocios. Pero la asamblea entera se ha vuelto contra mí y ha votado tu destitución. ¡Alah es el más grande, oh jeique! Para consolarte te queda ese joven, por el cual, aquí para entre nosotros, te felicito. ¡Verdaderamente es muy hermoso...!
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.


Pero cuando llegó la 255ª noche

Ella dijo:
"...ese joven, por el cual, aquí para entre nosotros, te felicito. ¡Verdaderamente, es muy hermoso!"
Al oír estas palabras de Sésamo, el síndico Schamseddin ya no pudo reprimir su indignación y exclamó: "¡Oh, tú, el más corrompido de los libertinos! ¿No sabes que es mi hijo? ¿Dónde está tu memoria, comedor de haschich?" Pero Sésamo respondió: "¡A mí no me la das! ¿Es que va haber salido del vientre de su madre ahora y tal como está este muchacho de catorce años?" Schamseddin replicó: "Pero ¡oh Sésamo! ¿Ya no te acuerdas de que tú mismo, hace catorce años, me trajiste aquella milagrosa mixtura que espesa los compañones y concentra el jugo? ¡Por Alah! ¡Gracias a ella pude conocer la fecundidad y Alah me ha dotado de un hijo! Y tú nunca volviste a pedirme noticias de aquella curación. En cuanto a mí, por temor al mal de ojo, he criado a este niño en el subterráneo de nuestra casa, y ésta es la primera vez que sale conmigo. Pues aunque mi primera intención era que no saliera hasta que se hubiera podido coger las barbas con las manos, su madre me ha decidido a traerle conmigo para enseñarle el oficio y ponerle al corriente de los negocios en previsión del porvenir".
Después añadió: "¡En cuanto a ti, Sésamo, me alegro de encontrarte al fin y al cabo, para saldar mi deuda! ¡Toma mil dinares por el favor que me hiciste gracias a tu droga admirable!"
Cuando Sésamo oyó estas palabras, ya no dudó de la verdad, y corrió a desengañar a todos los mercaderes, que en seguida se apresuraron a acudir, primero para felicitar a su síndico, y después para disculparse del retraso en la oración de apertura, que inmediatamente recitaron entre sus manos.
Tras de lo cual Sésamo tomó la palabra en nombre de todos, y dijo: "¡Oh nuestro venerable síndico! ¡Conserve Alah para nuestro afecto el tronco y las ramas! ¡Y florezcan las ramas a su vez, y den fruto oloroso y dorado! Pero, ¡oh nuestro síndico! generalmente, hasta los mismos pobres, cuando les nace un hijo, mandan hacer dulces y los reparten entre amigos y vecinos: ¡y nosotros no nos hemos endulzado el paladar con la pasta amasada con manteca y miel, que es tan grato saborear, haciendo votos por la felicidad del recién nacido! ¿Cuándo nos darás un caldero de esa excelente assida?"
El síndico Schamseddin contestó: "¡De todo corazón, pues no deseo otra cosa! ¡No os ofreceré sólo un caldero de assida, sino un gran festín en mi casa de campo a las puertas de El Cairo, en medio de los jardines! Os invito a todos, amigos míos, a ir mañana a mi jardín, que ya conocéis. ¡Y allí, si Alah lo quiere, ganaremos el tiempo perdido!" En cuanto volvió a su casa, el buen síndico dispuso grandes preparativos para la fiesta del día siguiente, y mandó al horno, para que los asaran, carneros cebados durante seis meses con hojas verdes, y carneros enteros con manteca abundante, y bandejas innumerables de pasteles y otras cosas semejantes. Al efecto, utilizó a todas las esclavas de la casa expertas en el arte de la dulcería, y a todos los pasteleros y confiteros de la calle Zeini. Y la verdad es que el banquete, después de tanto trabajo, nada dejaba que desear.
Al día siguiente, muy temprano, Schamseddin se dirigió al jardín con su hijo Grano-de-Belleza y mandó que los esclavos pusieran dos manteles inmensos en dos sitios separados y distantes uno de otro.
Luego llamó a Grano-de-Belleza, y le dijo: "Hijo mío, he mandado poner, como ves, dos manteles diferentes; uno está reservado a los hombres y el otro para los muchachos de tu edad que vengan con sus padres. Yo recibiré a los hombres con barbas y tú te encargarás de recibir a los jóvenes imberbes".
Pero Grano-de-Belleza, sorprendido, preguntó a su padre: "¿Por qué semejante separación y dos servicios diferentes? Eso no suele hacerse más que entre hombres y mujeres. ¿Qué tienen que temer los jóvenes como yo de los hombres barbudos?" El síndico respondió: "Hijo mío, los jóvenes imberbes se encontrarán más libres solos y se divertirán entre sí mejor que encontrándose en presencia de sus padres". Y Grano-de-Belleza, que no era malicioso, se contentó con tal respuesta.
Al llegar los invitados, Schamseddin se dedicó a recibir a las personas mayores, y Grano-de-Belleza a los niños y a los jóvenes. Y se comió y bebió, y se cantó, y hubo la mayor diversión posible; y la alegría y el júbilo brillaron en todas las caras, y se quemaron en los pebeteros incienso y perfumes. Después, terminado el festín, los esclavos repartieron entre los convidados copas llenas de sorbete a la nieve. Y aquel fué para los hombres el momento de departir agradablemente, mientras los muchachos, al otro lado, se entregaban a mil amenos juegos.
Y entre los convidados había cierto mercader que era uno de los mejores parroquianos del síndico; pero también era un famoso pederasta, que no había dejado indemne de sus hazañas a ningún hermoso joven del barrio. Se llamaba Mahmud, pero no se le conocía más que por el sobrenombre de "el-Bilateral".
Cuando Mahmud-el-Bilateral oyó los gritos que daban los muchachos al otro lado...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana e interrumpió el relato autorizado por el rey Schahriar.


Pero cuando llegó la 256ª noche

Ella dijo:
Cuando Mahmud-el-Bilateral oyó los gritos que daban los muchachos al otro lado, se alborotó en extremo, y pensó: "¡Seguramente hay algo bueno por allá!" Y aprovechándose del descuido general para levantarse y fingir que iba a satisfacer una necesidad urgente, se deslizó silenciosamente por entre los árboles hasta donde estaban los muchachos, y se quedó en acecho de sus movimientos graciosos y lindas caras. No tardó mucho en notar que el más hermoso indiscutiblemente entre los más hermosos era Grano-de-Belleza. Y empezó a hacer mil proyectos para poderle hablar y llevarle aparte, y pensó: "¡Ya Alah! ¡Con tal de que se separe un poco de sus compañeros!" Y el Destino satisfizo sus deseos sobradamente.
Efectivamente, en un momento dado, excitado Grano-de-Belleza por el juego y coloradas las mejillas por el movimiento, experimentó la necesidad de orinar. Y a fuer de muchacho bien educado, no quiso acurrucarse delante de todo el mundo y se fué hacia los árboles. Enseguida dijo para sí el Bilateral: "Si me acercara a él ahora, seguramente le asustaría. ¡Voy a probar de otro modo!" Y salió de detrás del árbol que le ocultaba y se presentó en el corro de los muchachos, que le conocían, y empezaron a silbarle corriendo por entre sus piernas. Y él, muy contento, les dejaba hacer aquello sonriendo, y después acabó por decirles: "¡Oídme, hijos míos! ¡Prometo daros mañana a cada uno un traje nuevo y dinero para satisfacer todos vuestros caprichos, si lográis despertar en Grano-de-Belleza la afición a los viajes y el deseo de alejarse de El Cairo!" Y los chicos le contestaron: "¡Oh Bilateral, eso es muy fácil!"
Entonces los dejó y volvió a sentarse entre los hombres barbudos.
Cuando Grano-de-Belleza acabó de orinar y volvió a su sitio, sus compañeros se guiñaron el ojo mutuamente, y el más elocuente del grupo se dirigió a Grano-de-Belleza y le dijo: "¡Durante tu ausencia hemos estado hablando de las maravillas de los viajes y de los magníficos países lejanos, y de Damasco, y Alepo, y Bagdad! Tú ¡oh Grano de-Belleza! siendo tu padre tan rico, le habrás acompañado muchas veces en sus viajes con las caravanas. ¡Cuéntanos algo de lo mucho maravilloso que hayas visto!"
Pero Grano-de-Belleza contestó: "¿Yo? Pero ¿no sabéis que me han criado en un subterráneo y que hasta ayer no he salido de él? ¿Cómo había de viajar en semejantes condiciones? ¡Y ahora, todo lo más que mi padre me permite es acompañarle desde casa hasta la tienda!"
Entonces el mismo muchacho replicó: "¡Pobre Grano-de-Belleza, te han privado de las alegrías más deliciosas y de los placeres más puros! ¡Si supieras, ¡oh amigo mío! lo maravillosamente que saben los viajes, ya no querrías pasar un momento más en casa de tu padre! Todos los poetas han cantado a porfía las delicias del viajar; oye una muestra o dos de los versos que sobre el particular nos han transmitido:
Viajar, ¿quién dirá tus maravillas? ¡Oh amigos míos, todas las cosas bellas gustan de viajar! ¡Hasta las mismas perlas salen del fondo oscuro del mar y atraviesan las inmensidades para colocarse en la diadema de los reyes y en el cuello de las princesas!
Al oír esta estrofa, Grano-de-Belleza, dijo: "¡Así será! ¡Pero el reposo en casa de uno también tiene sus encantos!" Entonces uno de los muchachos se echó a reír y dijo a sus compañeros: "¡Mirad con lo que sale Grano-de-Belleza! ¡Es como los pescados, que se mueren en cuanto los sacan del agua!" Y otro, más exagerado, dijo: "¡Es que temerá probablemente marchitar las rosas de sus mejillas!" Y un tercero añadió: "¿No veis que es como las mujeres? ¡No pueden dar un paso solas en cuanto salen a la calle!" Y otro, por último, exclamó: "¡Oh, Grano-de-Belleza! ¿No te avergüenzas de no ser hombre?"
Al oír todos aquellos apóstrofes, Grano-de-Belleza quedó tan mortificado que abandonó inmediatamente a sus invitados, y cabalgando en la mula emprendió el camino de la ciudad, y lleno de rabia el corazón y de lágrimas los ojos, llegó junto a su madre, que se asustó al verle en tal estado. Y Grano-de-Belleza le repitió las burlas de que había sido víctima por parte de sus compañeros, y le declaró que quería marcharse al momento a cualquier parte, con tal de partir. Y añadió: "¿Ves este cuchillo? ¡Pues me lo clavaré en el pecho si no me quieres dejar viajar!"
Ante aquella resolución tan inesperada, la pobre mujer no pudo hacer más que devorar sus lágrimas y consentir en aquel proyecto, por lo cual dijo a Grano-de-Belleza: "¡Hijo mío, prometo ayudarte con todas mis fuerzas! Pero como estoy segura anticipadamente de la negativa de tu padre, voy a prepararte un cargamento de mercaderías a mi costa". Y Grano-de-Belleza dijo: "¡Pero hay que hacerlo enseguida, antes de que llegue mi padre!"
Inmediatamente la esposa de Schamseddin mandó a un esclavo abrir uno de los depósitos de mercaderías reservadas, y que los embaladores hicieran los fardos suficientes para cargar diez camellos.
En cuanto al síndico Schamseddin, así que se fueron los convidados buscó en balde por el jardín a su hijo, y acabó por saber que se había anticipado en ir a su casa. Y el síndico, aterrado al pensar que le podía sobrevenir a su hijo una desgracia en el camino, puso la mula a todo galope y llegó sin aliento al patio, en donde se calmó su emoción al enterarse por el portero de la llegada sin novedad de Grano-de-Belleza. Pero fué mayor su sorpresa al ver en el patio fardos y fardos dispuestos a ser cargados y con etiquetas que indicaban en letras gordas sus diferentes destinos: Alepo, Damasco y Bagdad...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.


Pero cuando llegó la 257ª noche

Ella dijo:
... en letras gordas sus diferentes destinos: Alepo, Damasco y Bagdad.
Apresurose entonces a subir a las habitaciones de su esposa, que le enteró de cuanto acababa de suceder y del grave inconveniente que había en contrariar a Grano-de-Belleza. Y el síndico dijo: "De todos modos, voy a tratar de disuadirle". Y llamó a Grano-de-Belleza y le dijo: "¡Oh hijo mío! ¡Alah te ilumine y te aparte de proyecto tan funesto! ¿No sabes lo que ha dicho nuestro Profeta? (¡sean con El la oración y la paz!): "¡Dichoso el hombre que se alimenta con los frutos de su tierra y halla en su mismo país las satisfacciones de su vida!" Y dijeron los antiguos: "¡No emprendáis jamás un viaje aunque sea de una milla!" Por consiguiente, hijo mío, te pido que me digas si después de estas palabras persistes en tu resolución".
Grano-de-Belleza contestó: "Sabe, ¡oh padre mío! que no quiero desobedecerte; pero si te opones a mi viaje negándome lo necesario, me quitaré este traje, me pondré el de los pobres derviches y recorreré a pie todos los países y todas las tierras".
Cuando vió el síndico que su hijo estaba dispuesto a partir a todo trance, renunció a contrariar su proyecto, y le dijo: "Entonces, ¡oh hijo mío! he aquí cuarenta cargas más; y así, con las otras diez que te ha dado tu madre, tendrás para cargar cincuenta camellos. En ellas encontrarás las mercancías adecuadas a las necesidades de cada una de las ciudades en que entres; pues no hay que tratar de vender en Alepo, por ejemplo, los géneros que prefieren los habitantes de Damasco; sería una mala especulación. ¡Parte, pues, hijo mío! y ¡Alah te proteja y te allane el camino! Y adopta precauciones, sobre todo al atravesar por el desierto del León, un sitio que se llama el valle de los Perros, guarida de bandidos salteadores, cuyo jefe es un beduino apellidado el "Rápido" por lo súbito de sus ataques e incursiones".
Y Grano-de-Belleza contestó: "¡Los sucesos buenos o malos vienen de mano de Alah! ¡Y haga yo lo que haga, no me pasará más que lo que se me tenga deparado!"
Como no se podía replicar a tales palabras, el síndico no dijo más; pero su esposa no descansó hasta hacer mil votos, y prometer cien carneros a los santones, y poner a su hijo bajo la santa protección de El-Sayed Abd El-Kader El-Guilani, abogado de los viajeros.
Después de lo cual, al síndico, acompañado de su hijo, a quien costó gran trabajo escaparse de los brazos de su pobre madre, que vertía sobre él todas las lágrimas de su corazón, fué a buscar a la caravana dispuesta ya. Y llamó aparte al anciano mokaddem de los camelleros y muleros, el jeique Kamal, y le dijo: "¡Oh venerable mokaddem, te confío este niño, pupila de mis ojos, y lo pongo bajo el ala de Alah y bajo tu custodia! Y tú, hijo mío -dijo a Grano-de-Belleza-, mira al que ha de hacer las veces de padre en ausencia mía. ¡Obedécele y nunca hagas nada sin consultarle!" Después dió mil dinares de oro a Grano-de-Belleza, y como último encargo le dijo: "¡Te doy estos mil dinares, hijo mío, para que puedas utilizarlos y aguardar con paciencia el momento más ventajoso para la venta de tus mercaderías, pues te guardarás muy bien de venderlas cuando estén en baja; has de aprovechar la ocasión en que los paños y otros géneros estén más en alza para colocarlos en las mejores condiciones!" Después de las despedidas, la caravana se puso en marcha y no tardó en estar fuera de las puertas de El Cairo.
Y ahora vamos con Mahmud-el-Bilateral. Al enterarse de la marcha de Grano-de-Belleza, se preparó también rápidamente, y en pocas horas tuvo a mulos y camellos cargados y ensillados. Y sin perder tiempo se puso en camino y alcanzó a la caravana a pocas millas de El Cairo. Y decía para sí: "¡Ahora, en el desierto, ¡oh Mahmud! nadie irá a denunciarte ni tampoco vendrá a vigilarte nadie! ¡Y sin temor a que te molesten, podrás deleitarte con ese muchacho!"
De modo que, desde la primera etapa, el Bilateral mandó armar sus tiendas al lado de las de Grano-de-Belleza y encargó al cocinero de éste que no se tomara el trabajo de encender lumbre, puesto que él había invitado a Grano-de-Belleza a compartir la comida en su tienda.
Y efectivamente, Grano-de-Belleza fué a la tienda del Bilateral, pero acompañado por el jeique Kamal, mokaddem de los camelleros. Y aquella noche el Bilateral nada sacó en limpio. Y al día siguiente, en la segunda parada, ocurrió lo mismo, y así todos los días, hasta la llegada a Damasco, porque Grano-de-Belleza aceptaba todas las invitaciones, pero iba siempre a la tienda del Bilateral acompañado del mokaddem de los camelleros.
Pero cuando llegaron a Damasco, en donde el Bilateral tenía, lo mismo que en El Cairo, Alepo y Bagdad, casa propia para recibir a los amigos...
En este momento de su narración, Schehrazada, la hija del visir, vió aparecer la mañana, e interrumpió el relato.


Pero cuando llegó la 258ª noche

Ella dijo:
... a Damasco, en donde el Bilateral tenía, lo mismo que en El Cairo, Alepo y Bagdad, casa propia para recibir a los amigos, envió un esclavo a Grano-de-Belleza, que se había quedado en la tienda a la entrada de la ciudad, para invitarle, pero a él solo, a que le honrase con su presencia. Y Grano-de-Belleza contestó: "¡Espera que le pregunte, su parecer al jeique Kamal!" Pero el mokaddem de los camelleros frunció el ceño al oír la proposición, y contestó: "¡No, hijo mío, hay que rechazarla!" Y Grano-de-Belleza declinó la invitación.
La estancia en Damasco fué de corta duración, y pronto se pusieron en camino para Alepo; y a la llegada, el Bilateral volvió a invitar a Grano-de-Belleza; pero el jeique Kamal aconsejó la abstención, como en Damasco, y Grano-de-Belleza, sin saber por qué era tan severo el mokaddem, no quiso contrariarle. Y aquella vez también perdió el viaje y el trabajo el Bilateral.
Pero después de salir de Alepo, el Bilateral juró que en la primera ocasión las cosas no pasarían lo mismo. Y a la primera parada en dirección a Bagdad, mandó hacer los preparativos de un banquete sin precedentes, y fué personalmente a invitar a Grano-de-Belleza. Y aquella vez Grano-de-Belleza se vió obligado a aceptar, por no tener motivo fundado para negarse, y empezó por ir a la tienda a vestirse con traje a propósito.
Entonces fué a buscarle el jeique Kamal, y le dijo: "¡Qué imprudente eres! ¡Oh Grano-de-Belleza! ¿Por qué has aceptado la invitación de Mahmud? ¿No conoces sus intenciones? ¿No sabes el motivo de que le llamen el Bilateral? De todos modos, debiste preguntar su parecer a un anciano como yo, y del cual han dicho los poetas:
Pregunté al viejo: "¿Por qué andas encorvado?" Me contestó: "¡Perdí mi juventud en la tierra húmeda! Y me he encorvado para buscarla. ¡Y ahora la experiencia que pesa sobre mí es tan amarga, que me impide enderezar la espalda!"
Pero Grano-de-Belleza contestó: "¡Oh venerable mokaddem! ¡Estaría muy mal rechazar la invitación de nuestro amigo Mahmud, al cual no sé por qué llaman el Bilateral! Y además, ignoro lo que pueda perder con acompañarle. ¡No me comerá!" Y el mokaddem replicó con viveza: "¡Pues, sí, por Alah! ¡Te comerá! ¡Ya se ha comido a otros muchos!"
Al oír aquello, Grano-de-Belleza soltó la carcajada y se apresuró a ir a casa de Bilateral, que le aguardaba con impaciencia. Y ambos fueron a la tienda en que estaba preparado el festín.
Y en realidad, el Bilateral no había escatimado nada para recibir como merecía al maravilloso joven, y todo aparecía dispuesto para encantar las miradas y halagar los sentidos. De modo que la comida fué alegre y estuvo llena de animación; y ambos comieron con gran apetito, y bebieron en la misma copa hasta saciarse. Y cuando el vino fermentó en las cabezas y los esclavos se retiraron discretamente, el Bilateral, ebrio de vino y de pasión, se inclinó hacia Grano-de-Belleza, y cogiéndole las mejillas con las dos manos quiso besarlas. Pero Grano-de-Belleza, muy turbado, levantó instintivamente la mano, y el beso del Bilateral no encontró más que la palma del adolescente.
Entonces Mahmud le echó un brazo alrededor del cuello y con el otro le rodeó la cintura, y como Grano-de-Belleza le preguntara: "Pero ¿qué quieres hacer conmigo?" Le contestó: "Sencillamente, tratar de explicarte estos versos del poeta para ponerlos en práctica:
¡Oh mis estremecimientos cuando las miradas de sus ojos me sacuden el alma! ¡Oh delicias del primer deseo que hincha sus compañones infantiles!
Mira, ¡oh ojos míos! ¡Toma lo que puedas tomar, levanta lo que puedas levantar, coge un puñado, o dos, o tres, y hazlo entrar un palmo o más! ¡Pero sin que te haga daño! ¡Hay que obrar con prudencia!
Después de haber dicho a su modo estos versos, Mahmud se dispuso a explicárselos prácticamente. Pero el joven Grano-de-Belleza, sin darse cuenta exacta de la situación, se sentía molesto con aquellos ademanes y movimientos, y quiso marcharse. Y el Bilateral le sujetó y acabó por hacerle entender de qué se trataba.
Cuando Grano-de-Belleza se enteró bien de las intenciones del Bilateral y comprendió su petición...
En este momento de su narración, Schehrazada, vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

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