martes, octubre 19, 2021

26.10 Abu-Nowas improvisa

Hace parte de

26 El parterre florido del ingenio y el jardín de la galantería (de la noche 373 a la 393)
       26.1 Al-Raschid y el cuesco (noche 373)
       26.2 El jovenzuelo y su maestro (de la noche 373 a la 375)
       26.3 El saco prodigioso (de la noche 375 a la 376)
       26.4 Al-Raschid-justiciero de amor (noche 376)
       26.5 ¿Para quién la preferencia? ¿Para el joven o para el hombre maduro? (de la noche 376 a la 377)
       26.6 El precio de los cohombros (noche 377)
       26.7 Cabellos blancos (de la noche 377 a la 378)
       26.8 La cuestión zanjada (noche 378)
       26.9 Abu-Nowas y el baño de Sett-Zobeida (de la noche 378 a la 379)
       26.10 Abu-Nowas improvisa (noche 379)
       26.11 El asno (de la noche 379 a la 380)
       26.12 El flagrante delito de Sett-Zobeida (de la noche 380 a la 381)
       26.13 ¿Macho o hembra? (de la noche 381 a la 382)
       26.14 El reparto (noche 382)
       26.15 El maestro de escuela (de la noche 382 a la 383)
       26.16 La inscripción de una camisa (noche 383)
       26.17 La inscripción de una copa (de la noche 383 a la 384)
       26.18 El califa en el cesto (de la noche 384 a la 386)
       26.19 El mondonguero (de la noche 386 a la 389)
       26.20 La joven Frescura de los Ojos (de la noche 389 a la 390)
       26.21 ¿Mujeres o jovenzuelos? (de la noche 390 a la 393)



ABU-NOWAS IMPROVISA

Presa de un insomnio tenaz, el califa Harún Al-Raschid se paseaba una noche por las galerías de su palacio, cuando se encontró con una de sus esclavas, a la cual amaba en extremo, que se dirigía al pabellón reservado para ella. La siguió y penetró en el pabellón detrás de la joven. La cogió entonces en brazos y se puso a acariciarla y a juguetear con ella de tal modo, que cayó el velo que la envolvía y la túnica también se escurrió de sus hombros.
Al ver aquello, se encendió el deseo en el alma del califa, que al instante quiso poseer a su bella esclava; pero se excusó ella diciendo: "Por favor, ¡oh Emir de los Creyentes! dejemos la cosa para mañana, porque no esperaba el honor de tu visita y no estoy preparada. ¡Pero mañana, si Alah quiere, me encontrarás toda perfumada, y embalsamarán la cama mis jazmines!" Entonces no insistió Al-Raschid y volvió a pasearse.
Al día siguiente, a la misma hora, envió a Massrur, jefe de sus eunucos, para que previniera a la joven de su visita proyectada. Pero precisamente la joven había tenido durante el día un principio de fatiga, y como se sentía floja y peor dispuesta que nunca, se limitó a citar por toda respuesta a Massrur, que la recordaba su promesa de la víspera, este proverbio: "¡El día borra las palabras de la noche!"
En el momento en que Massrur transmitía al califa las palabras de la joven, entraron los poetas Abu-Nowas, El-Rakaschi y Abu-Mossab. Y el califa se encaró con ellos y les dijo: "Improvisadme al instante cada uno de vosotros algunos ritmos donde se pongan en juego estas frases:
Entonces dijo primeramente El-Rakaschi:
Guárdate, corazón mío, de una hermosa niña inflexible que no gusta de hacer ni recibir visitas, que promete una cita sin acudir a ella, y se excusa diciendo: "¡El día borra las palabras de la noche!"
Luego se adelantó Abu-Mossab, y dijo:
¡A toda velocidad vuela mi corazón, y ella se burla de su ardor! ¡Mis ojos lloran, y se abrasan de deseo por ella mis entrañas; pero ella se limita a sonreír! Y si la recuerdo su promesa, me responde: "¡El día borra las palabras de la noche!"
Abu-Nowas se adelantó el último, y dijo
¡Oh, cuán linda estaba en su turbación aquella noche, y qué encanto tenía su resistencia!
¡El viento embriagado de la noche balanceaba lentamente la rama de su talle y su pesada grupa ondulante, y también plegábase su busto, en el que apuntaban las dos leves granadas de sus senos!
¡Con jugueteos amables, con caricias enardecidas, hice escurrirse el velo que ostentaba, y de sus hombros ¡oh redondez de perlas! se escurrió la túnica también!
¡Y apareció medio desnuda entonces, surgiendo de la ropa que la rodeaba cual surge de su cáliz una flor!
Como la noche corría ante nosotros su cortina de sombras, quise ser más audaz a la sazón; y le dije: ¡Coronemos el acto!"
Pero ella contestó: "¡Mañana seguiremos!"
Fuí a ella al día siguiente, y le dije: "¡Cumple tu promesa!" Se echó a reír y me contestó: "¡El día borra las palabras de la noche!"
Al oír tan diversas improvisaciones, Al-Raschid hizo que dieran una gruesa suma de plata a cada uno de los poetas, exceptuando a Abu-Nowas, a quien ordenó que condenaran a muerte al instante, exclamando: "¡Por Alah, tú estás de acuerdo con esa joven! De no ser así, ¿cómo pudiste hacer una descripción tan exacta de una escena que presencié yo solo?"
Abu-Nowas se echó a reír y contestó: "¡Nuestro dueño el califa olvida que el verdadero poeta sabe adivinar en lo que se le dice aquello que se le oculta! Y por cierto que nos pintó excelentemente el Profeta (¡con él la plegaria y la paz!) cuando dijo hablando de nosotros:
"Los poetas van como insensatos por todos los caminos. ¡Sólo les guían su inspiración y el demonio! ¡Cuentan y dicen cosas que no hacen!"
Ante tales palabras, no quiso Al-Raschid profundizar más en este misterio y después de perdonar a Abu-Nowas, le dió una suma doble de la recibida por los otros poetas.

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