miércoles, noviembre 22, 2023

14 P2 Historia de Kamaralzaman y la princesa Budur - segunda de cuatro partes

 






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Y CUANDO LLEGO LA 184ª NOCHE
Ella dijo:
Kamaralzamán se tendió, pues, encima de la joven, que dormía boca arriba, sin otra vestidura que su cabellera suelta, y la enlazó con sus brazos; e iba a practicar el primer ensayo de lo que pensaba hacer, cuando de pronto se estremeció, desenlazose, y pensó meneando la cabeza: "Seguramente es el rey, mi padre, quien ha mandado traer a esta joven a mi cama para experimentar conmigo el efecto del contacto de las mujeres; y ahora debe de estar detrás de esa pared con los ojos aplicados a algún agujero para ver si esto sale bien. Y mañana entrará aquí y me dirá: "¡Kamaralzamán, decías que te inspiraban horror el matrimonio y las mujeres! Pues ¿qué has hecho esta noche con una joven? ¡Ah, Kamaralzamán! ¡Quieres fornicar secretamente, pero te niegas a casarte, aunque sepas lo feliz que me haría ver mi descendencia asegurada y mi trono transmitido a mis hijos!" Y entonces me considerarán falso y embustero. Más vale que me abstenga esta noche de fornicar, a pesar de la mucha gana que tengo, y aguardar a mañana; y entonces pediré a mi padre que me case con esta bella adolescente. ¡Y así él se pondrá contento, y yo podré usar a gusto ese cuerpo bendito!"
Y en el acto, con gran alegría de Maimuna, que había empezado a sentir terribles inquietudes, y con gran disgusto de Dahnasch, que en cambio había pensado que el príncipe copularía y se puso a bailar de gusto, Kamaralzamán se inclinó otra vez hacia Sett Budur, y después de haberla besado en la boca, le quitó del dedo meñique una sortija adornada con un hermoso diamante, y se la puso en su propio dedo meñique, para denotar que desde aquel momento disputaba a la joven por esposa; y luego de haber puesto en el dedo de la joven su propia sortija, le volvió la espalda, aunque con gran pesar, y no tardó en tornar a dormirse.
Maimuna, al ver aquello, se entusiasmó, y Dahnasch quedó muy confuso; pero no tardó en decir a Maimuna: "¡Esto no es más que la mitad de la prueba; ahora te toca a ti!"
Entonces Maimuna se convirtió en seguida en pulga, y saltó al muslo de Sett Budur; y de allí subió al ombligo, retrocediendo después como unos cuatro dedos, y se paró precisamente en la cumbre del montecillo que domina el valle de las rosas; y allí, con una sola picadura, en la cual puso todos sus celos y su venganza, hizo saltar de dolor a la joven, que abrió los ojos y se incorporó a escape, llevándose las dos manos a la delantera. Pero enseguida lanzó un grito de terror y asombro al ver junto a ella al joven tendido de costado. Pero a la primera mirada que le dirigió, no tardó en pasar del espanto a la admiración, y de la admiración al placer, y del placer a un desahogo de alegría que pronto hubo de llegar al delirio.
Efectivamente; al primer susto, dijo para sí: "¡Desventurada Budur, hete aquí comprometida para siempre! ¡En tu cama hay un extraño a quien no viste nunca! ¡Qué audacia la suya! ¡Ah! ¡Voy a llamar a los eunucos, para que acudan y le arrojen por la ventana al río! Y sin embargo, ¡oh Budur! ¿Quién sabe si éste será el marido que tu padre escogió para ti? ¡Mírale, oh Budur, antes de acudir a la violencia! "
Y entonces fué cuando Budur dirigió al joven una mirada, y con aquel rápido examen quedó deslumbrada por su gentileza, y exclamó: "¡Oh corazón mío! ¡Qué hermoso es!" Y desde aquel mismo instante quedó tan por completo cautivada, que se inclinó hacia aquella boca que sonreía en sueños, y le dió un beso en los labios, exclamando: "¡Qué dulce es! ¡Por Alah! ¡A éste sí que le quiero como esposo! ¿Por qué ha tardado tanto mi padre en traérmelo?"
Después cogió temblando la mano del joven y la conservó entre las suyas, y le habló afablemente para despertarle, diciendo: "¡Gentil amigo! ¡Oh luz de mis ojos! ¡Oh alma mía! ¡Levántate, levántate! ¡Ven a besarme, querido mío, ven, ven! ¡Por mi vida sobre ti! ¡Despierta!”
Pero como Kamaralzamán, a causa del encanto a que le había sometido la vengativa Maimuna, no hacía un movimiento indicador de que se despertara, la hermosa Budur supuso que era por culpa de ella, que no le llamaba con bastante ardor. Y sin preocuparse de que la miraran o no, entreabrió la camisa de seda que al principio se había apresurado a echarse encima, y se deslizó lo más cerca posible del joven, y le rodeó con sus brazos, y juntó los muslos con los suyos, y le dijo frenéticamente al oído: "¡Toma! ¡Poséeme toda! ¡Verás cuán obediente y amable soy! ¡He aquí los narcisos de mis pechos y el vergel de mi vientre, que es muy suave, mira! ¡He aquí mi ombligo, que gusta, de la caricia delicada; ven a disfrutar de él! ¡Después saborearás las primicias de la fruta que poseo! ¡La noche no será bastante larga para nuestros juegos! ¡Y gozaremos hasta que sea de día...!
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y como era discreta, hubo de callar.

PERO CUANDO LLEGO LA 185ª NOCHE
Ella dijo:
"¡Y gozaremos hasta que sea de día!"
Pero como Kamaralzamán, cada vez más sumido en el sueño, seguía sin contestar, la hermosa Budur creyó por un momento que era una ficción de aquél para' sorprenderla más, y medio riéndose, le dijo: "¡Vamos; vamos, gentil amigo, no seas tan falso! ¿Es que mi padre te ha dado esas lecciones de malicia para vencer mi orgullo? ¡Inútil trabajo, en verdad! ¡Pues tu belleza, por sí sola, oh joven gamo, esbelto y encantador, me ha convertido en la más sumisa de las esclavas de amor!"
Pero como Kamaralzamán seguía inmóvil, Sett Budur, cada vez más subyugada, añadió: "¡Oh señor de la belleza, mira! ¡Yo también paso por hermosa; a mí alrededor todo vive admirando mis encantos fríos y serenos! ¡Tú fuiste el único que ha logrado encender el deseo en la mirada tranquila de Budur! ¿Por qué no te despiertas, adorable joven? ¿Por qué no te despiertas, di? ¡Heme aquí! ¡Me siento morir!"
Y la joven escondió la cabeza debajo del brazo del príncipe, y le mordió mimosamente en el cuello y en una oreja, pero sin resultado. Entonces, como ya no podía resistir a la llama encendida en ella por vez primera, empezó a rebuscar con la mano por entre las piernas y los muslos del joven, y los encontró tan lisos y redondos, que no pudo evitar que la mano resbalase por su superficie. Entonces, como por casualidad, encontró por el camino y entre ellos un objeto tan nuevo para ella, que lo miró con los ojos muy abiertos, y vió que entre sus manos cambiaba de forma a cada momento. Al principio se asustó mucho; pero rápidamente comprendió su uso particular; pues así como el deseo es mucho más intenso en las mujeres que en los hombres, su inteligencia es también más veloz para apreciar las relaciones entre los órganos encantadores. ¡Lo cogió, pues, a mano llena, y mientras besaba los labios del joven con ardor, sucedió lo que sucedió!
Tras de lo cual, Sett Budur cubrió de besos a su amigo dormido, sin dejar un sitio en que no pusiera los labios. Después, algo calmada, le cogió las manos y se las besó una tras otra en la palma; después le levantó y se lo puso en el regazo, y le rodeó el cuello con los brazos, y así enlazados, cuerpo contra cuerpo, mezclando sus alientos, se durmió sonriendo.
¡Esto fué todo! ¡Y en tanto los tres genios seguían invisibles, sin perder un ademán! Consumada la cosa tan pronto, Maimuna traspuso el límite del júbilo, Dahnasch reconoció sin dificultad que Budur había llegado mucho más allá en las manifestaciones de su ardor y le había hecho perder la apuesta
Pero Maimuna, segura ya de la victoria, fué magnánima, y dijo a Dahnasch: "¡En cuanto a la apuesta que me debes, te la perdono, oh maldito! Y hasta voy a darte un salvoconducto, que en adelante te asegurará la tranquilidad. ¡Pero cuida de no abusar de él, ni vuelvas a faltar a la corrección!"
Después de lo cual la joven efrita se volvió hacia Kaschkasch, y le dijo afablemente: "¡Kaschkasch, te doy mil gracias por tu consejo! ¡Y te nombro jefe de mis emisarios, y de mi cuenta corre que mi padre Domriatt apruebe mi decisión!"
Luego añadió: "¡Ahora, avanzad ambos y coged a esa joven, y transportadla pronto al palacio de su padre Ghayur, señor de El-Budur y El-Kussur! ¡Vistos los rápidos progresos que acababa de hacer delante de mis ojos, le otorgo mi amistad, y tengo ya completa confianza en su porvenir! ¡Ya veréis cómo realiza grandes cosas!"
Y los dos genios respondieron: "¡Inschalah!" y después...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

Y CUANDO LLEGO LA 186ª NOCHE
Ella dijo:
Y los dos genios respondieron: "¡Inschalah!" Y después se acercaron al lecho, cogieron a la joven, que se echaron a cuestas, y volaron con ella hasta el palacio del rey Ghayur, al cual no tardaron en llegar y la depositaron con delicadeza en su cama para irse en seguida cada cual por un lado.
En cuanto a Maimuna, se volvió a su pozo, después de haber depositado un beso en los ojos de su amigo.
Eso en cuanto a los tres.
Pero en cuanto a Kamaralzamán, por la mañana despertó del sueño con el cerebro todavía turbado por su aventura nocturna. Y se volvió hacia la derecha y hacia la izquierda; pero, como era natural, sin encontrar a la joven.
Entonces dijo para sí: "¡Bien adiviné que era mí padre el que había preparado todo esto para probarme, e impulsarme al matrimonio! De modo que he hecho bien en aguardar para pedirle el consentimiento, como buen hijo".
Después llamó al esclavo echado a la puerta, gritándole: "¡Eh, tumbón, levántate!" Y el esclavo se levantó sobresaltado, y medio dormido aún se apresuró a llevar a su amo el jarro y la palangana. Y Kamaralzamán cogió la jofaina y el jarro, y se fué al retrete a hacer sus necesidades, verificando luego sus abluciones con cuidado, y volvió para cumplir su rezo por la mañana, y comió un bocado, y leyó un versículo del Corán. Después, tranquilamente, y como de pasada, preguntó al esclavo: "Sauab, ¿adónde llevaste a la muchacha de esta noche?"
El esclavo, estupefacto, exclamó: "¿Qué muchacha, ¡oh amo Kamaralzamán!?"
Este dijo levantando la voz: "¡Te ordeno, bribón, que me respondas sin rodeos! ¿Dónde está la joven que ha pasado la noche conmigo en la cama?" El esclavo contestó: "¡Por Alah! ¡Oh señor, no he visto ni muchacha ni muchacho! ¡Y además, nadie ha podido entrar aquí, estando yo echado delante de la puerta!" Kamaralzamán gritó: "¡Eunuco malhadado, también tú te atreves a contrariarme y a disgustarme! ¡Ah maldito, te han enseñado ardides y mentiras! ¡Por última vez te intimo a que me digas la verdad!" Entonces el esclavo levantó los brazos al cielo, y exclamó: "¡Alah es el único grande! ¡Oh amo Kamaralzamán, no entiendo una palabra de lo que me preguntas!"
Entonces Kamaralzamán le gritó: "¡Acércate, maldito!" Y habiéndose acercado el eunuco, le agarró del cuello y lo tiró al suelo, y le pateó con tanta furia, que el eunuco soltó un pedo. Entonces Kamaralzamán siguió dándole patadas y puñetazos hasta que le dejó medio muerto. Y como el eunuco por toda explicación lanzaba gritos inarticulados, Kamaralzamán le dijo: "¡Aguarda un poco!" Y corrió a buscar la soga de cáñamo que servía para sacar el agua del pozo, se la pasó al esclavo por debajo de los sobacos, la ató fuertemente, y le arrastró hasta el orificio del pozo, descolgándole hasta que le sumergió del todo en el agua.
Y como era en invierno, y el agua estaba muy desagradable y corría un viento muy frío, el eunuco empezó a estornudar y pedir perdón. Pero Kamaralzamán le zambulló varias veces, gritando cada vez: "¡No saldrás hasta que confieses la verdad! ¡Si no, te ahogo!"
Entonces el eunuco pensó: "¡Seguramente lo hará como lo dice!" Y después gritó: "¡Amo Kamaralzamán, sácame de aquí y te diré la verdad! Entonces el príncipe lo sacó, y le vió que temblaba como caña al viento, y castañeteaba los dientes de frío y miedo, y presentaba un aspecto asqueroso, chorreando agua y sangrando por la nariz.
El eunuco, al sentirse momentáneamente fuera de peligro, no perdió un instante, y dijo al príncipe: "¡Permíteme que vaya primero a mudarme de ropa y a limpiarme las narices!"
Y Kamaralzamán le dijo: "¡Vete, pero no pierdas tiempo! ¡Y vuelve pronto a darme noticias!" Y el eunuco salió corriendo, y se fué a palacio a buscar al padre de Kamaralzamán.
Y en aquel momento el rey Schahramán conversaba con su gran visir, diciendo: "¡Oh visir mío! ¡He pasado muy mala noche por lo inquieto que está mi corazón respecto a mi hijo Kamaralzamán! ¡Y temo mucho que le haya ocurrido alguna desgracia en esa torre vieja, tan mal acondicionada para un joven tan delicado como mi hijo!"
Pero el visir le contestó: "¡Tranquilízate! ¡Por Alah! ¡Nada ha de sucederle allí! ¡Así se domará su arrogancia y se reducirá su orgullo!
Y en el acto se presentó el eunuco en el estado en que le habían puesto, y cayó a los pies del rey, y exclamó: "¡Oh señor nuestro y sultán! ¡La desventura ha entrado en tu casa! ¡Mi amo Kamaralzamán acaba de despertarse completamente loco! ¡Y para darte una prueba de su locura, sabe que me dijo tal y cual cosa, y me hizo tal v cual otra! ¡Y yo, por Alah, no he visto entrar en el aposento del príncipe muchacha ni muchacho!"
Oídas tales palabras, el rey Schahramán ya no tuvo duda de sus presentimientos, y gritó a su visir: "¡Maldición! ¡Tuya es la culpa, oh visir de perros! ¡Tú me sugeriste la idea calamitosa de encerrar a mi hijo, a la llama de mi corazón! ¡Ah, hijo de perro! ¡Levántate y corre pronto a ver lo que pasa, y vuelve aquí a darme cuenta de ello inmediatamente!
Enseguida salió el gran visir, acompañado del eunuco, y se dirigió a la torre, pidiendo pormenores, que el esclavo le dió, y bien alarmantes. Así es que el visir no entró en la habitación sin precauciones infinitas, metiendo poco a poco primero la cabeza y después el cuerpo. ¡Y cuál no fué su sorpresa al ver a Kamaralzamán sentado tranquilamente en la cama y leyendo con atención el Corán...!
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

PERO CUANDO LLEGO LA 187ª NOCHE
Ella dijo:
... Kamaralzamán sentado tranquilamente en la cama y leyendo con atención el Corán. Se acercó a él, y después de la zalema más respetuosa, se sentó en el suelo cerca del lecho, y le dijo: "¡Cómo nos ha alarmado este eunuco de betún! ¡Figúrate que este hijo de zorra se presentó trastornado y con facha de perro sarnoso a asustarnos, contándonos cosas que serían indecentes repetir delante de ti! ¡Turbó nuestra quietud de tal manera, que estoy alborotado todavía!"
Y Kamaralzamán dijo: "¡Verdaderamente, no os habrá molestado más de lo que me ha molestado a mí hace poco! ¡Pero, oh visir de mi padre, me alegraría mucho saber lo que os pudo contar!" El visir contestó: "¡Alah preserve a tu juventud! ¡Alah robustezca tu entendimiento! ¡Aleje de ti las acciones no mesuradas y libre a tu lengua de las palabras sin sal! ¡Este hijo de bardaje afirma que te has vuelto loco de repente, y le has hablado de una joven que pasó la noche contigo, y que luego te acaloraste con otras insensateces semejantes, y que has acabado por molerle a golpes y echarle al pozo!
¡Oh Kamaralzamán! ¿No es verdad que todo se reduce a una osadía de ese negro podrido?"
Oídas tales palabras, Kamaralzamán sonrió con aire de superioridad, y dijo al visir: "¡Por Alah! ¿Has acabado con las chanzas, viejo sucio, o quieres también enterarte de si el agua del pozo sirve para el hammam? ¡Te advierto que si ahora mismo no me dices lo que mi padre y tú habéis hecho con mi amante, la joven de hermosos ojos negros y mejillas frescas y sonrosadas, me pagarás tus astucias más caras que el eunuco!" Entonces, sobrecogido otra vez el visir por una inquietud sin límites, se levantó andando hacia atrás, y dijo: "¡El nombre de Alah sobre ti y alrededor de ti! ¡Ya Kamaralzamán! ¿Por qué hablas de esa manera? ¡Si es que has soñado eso a consecuencia de una mala digestión, apresúrate por favor a disipar el sueño! ¡Ya, Kamaralzamán, esta conversación no es razonable!"
Al oír tales palabras, el joven exclamó: "¡Para demostrarte, oh jeique de maldición, que no he visto a la joven con las orejas, sino con este ojo y este otro, y que no he palpado y olido las rosas de su cuerpo con los ojos, sino con estos dedos y esta nariz, toma!"
Y le dió un cabezazo en el vientre que lo tiró al suelo, y después le agarró las barbas que llevaba muy largas v se las enrolló alrededor de la muñeca y seguro de que no podía escaparse, empezó a darle recios golpes todo el tiempo que se lo permitieron sus fuerzas.
El desdichado gran visir, viendo que perdía las barbas pelo a pelo, y que también el alma estaba a punto de despedirse, se dijo para sí: "¡Ahora tengo que mentir! ¡Es el único medio de librarme de las manos de este loco!"
Por lo tanto, le dijo: "¡Oh mi señor! ¡Te ruego que me perdones por haberte engañado! La culpa es de tu padre, que me encargó mucho, so pena de horca inmediata, que no te revelara todavía el sitio en que se ha depositado a la joven consabida. Pero si quieres soltarme, voy a escape a suplicar al rey tu padre que te saque de esta torre, y le daré cuenta de tu deseo de casarte con la joven. ¡Lo cual le alegrará hasta el límite de la alegría!"
Al oír estas palabras, Kamaralzamán le soltó y le dijo: "¡En tal caso, ve pronto a avisar a mi padre, y vuelve a traerme inmediatamente la contestación!"
En cuanto el visir se vió libre, se precipitó fuera del aposento, cuidando de cerrar la puerta con doble vuelta de llave, y corrió, fuera de sí y con la ropa hecha pedazos, a la sala del trono.
Al ver el rey Schahramán a su visir en aquel estado lamentable, le dijo: "¡Te hallo muy abatido y sin turbante! ¡Y pareces muy mortificado! ¡Bien se ve que ha debido de ocurrirte algo desagradable que ha trastornado tus sentidos!" "¡Es por lo que le sucede a tu hijo; oh rey!"
Este preguntó: "Pues entonces, ¿qué es?" El visir dijo: "¡No cabe duda de que está completamente loco!"
A estas palabras, el rey vió que la luz se convertía en tinieblas delante de sus ojos, y dijo: "¡Alah me asista! ¡Dime pronto los caracteres de la locura que ataca a mi hijo!" Y el visir contestó: "¡Escucho y obedezco!" Y refirió al rey todos los pormenores de la escena, sin olvidar cómo escapó de manos de Kamaralzamán.
Entonces el rey se encolerizó en extremo, y gritó: "¡Oh el más calamitoso de los visires! ¡Esta noticia que me anuncias vale tu cabeza! ¡Por Alah! ¡Si es realmente ése el estado de mi hijo, te mandaré crucificar encima del minarete más alto, para enseñarte a no darme consejos tan detestables como los que fueron la primera causa de esta desdicha!" Y se precipitó hacia la torre, y seguido del visir penetró en la habitación de Kamaralzamán.
Cuando Kamaralzamán vió entrar a su padre, se levantó rápidamente en honor suyo, y saltó de la cama, y se quedó respetuosamente a fuer de buen hijo. Y el rey, contentísimo al ver a su hijo tan pacífico, delante de él, cruzado de brazos, después de haberle besado la mano, le echó los brazos con ternura alrededor del cuello, y le besó entre los dos ojos, llorando de alegría.
Tras de lo cual le hizo sentarse junto a él, encima de la cama, y se volvió indignado hacia el visir, y le dijo: "¡Ya ves cómo eres el último de los últimos entre los visires! ¿Cómo osaste venir a contarme que mi hijo estaba de esta o la otra manera, llenando de espanto mi corazón y haciéndome añicos el hígado?" Luego añadió: "¡Además, vas a oír con tus propios oídos las respuestas llenas de sentido común que me dará mi amado hijo!"
Miró entonces paternalmente al joven, y le preguntó: "Kamaralzamán, ¿sabes qué día es hoy?" El otro respondió: "¡Seguramente! ¡Es sábado!" El rey dirigió una mirada llena de ira y triunfo al visir aterrarlo, y le dijo: "Lo oyes, ¿verdad?"
Después prosiguió: "Y mañana, Kamaralzamán, ¿qué día será? ¿Lo sabes?" El príncipe contestó: "¡Sí, por cierto...!
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y como era discreta, se calló.

Y CUANDO LLEGO LA 188ª NOCHE
Ella dijo:
"¡Sí, por cierto! ¡Será domingo, y después lunes, luego martes, miércoles, jueves, y finalmente viernes, día santo!" Y el rey, en el colmo de la dicha, exclamó: "¡Oh hijo mío! ¡Oh Kamaralzamán! ¡Lejos de ti todo mal agüero! Pero dime también cómo se llama en árabe el mes en que estamos". El príncipe respondió: "Se llama en árabe mes de Zul-Kiidat. Después viene el mes de Zul-Hidjat, luego vendrá Moharram, seguido de Safar, de Rabialaual, de Rabialthaní, de Gamadial- luala, de Gamadialthania, de Ragb, de Schaaban, de Ramadán, y por fin, de Schaual'.
Entonces el rey llegó al límite extremo de la alegría, y tranquilizado ya acerca del estado de su hijo, se volvió hacia el visir y le escupió en la cara, diciéndole: "¡Aquí no hay más loco que tú, viejo visir malhadado!" Y el visir meneó la cabeza y quiso contestar; pero se calló, y dijo: "¡Aguardemos al final!"
Y el rey dijo enseguida a su hijo: "¡Hijo mío, figúrate que este jeique y ese eunuco de betún han ido a contarme tales y cuales palabras que les habías dicho respecto a una supuesta joven que había pasado la noche contigo! ¡Diles en la cara que han mentido!"
Al oír estas palabras Kamaralzamán se sonrió amargamente, y dijo al rey: "¡Oh padre mío! ¡Sabe que en verdad ya no tengo ni ganas ni paciencia para soportar más tiempo esa broma que me parece ha durado bastante! ¡Por favor, ahórrame tal mortificación, y no digas más palabras de ello, pues noto que se me han secado mucho los humores con todo lo que me has hecho pasar! Sin embargo, ¡oh padre mío! sabe que ahora estoy bien resuelto a no desobedecerte más, y consiento en casarme con la hermosa joven que has tenido a bien mandarme esta noche para que me acompañara en la cama. La he encontrado perfectamente deseable, y sólo con verla se me ha puesto toda la sangre en movimiento".
Al oír estas palabras de su hijo, el rey exclamó: "¡El nombre de Alah sobre ti y alrededor de ti!, y ¡oh hijo mío! ¡El te guarde de los maleficios y la locura! ¡Ah, hijo mío! ¿Qué pesadilla has tenido para usar semejante lenguaje? ¿Qué manjares pesados comiste anoche para que la digestión ejerciera un influjo tan funesto en tu cerebro? ¡Por favor, hijo mío, tranquilízate! ¡No volveré en mi vida a contrariarte! ¡Y malditos sean el casamiento, y la hora del casamiento, y cuantos me vuelvan a hablar de casamiento!" Entonces Kamaralzamán dijo a su padre: "Tus palabras sobre mi cabeza, ¡oh padre mío! ¡Pero júrame antes con el gran juramento que no te has enterado de mi aventura de esta noche con la hermosa joven, que como te probaré, dejó en mí más de una huella de la acción compartida!"
Y el rey Schahramán exclamó: "¡Te lo juro por la verdad del santo nombre de Alah, dios de Muza y de Ibrahim, que envió a Mohammed entre las criaturas como prenda de paz y salvación! ¡Amín!" Y Kamaralzamán repitió: "¡Amín!"
Pero le dijo a su padre: "¿Qué dirías ahora si te diera pruebas de que la joven ha pasado por mis brazos?" Y el rey dijo: "¡Te escucho!"
Y Kamaralzamán prosiguió: "Si alguien, ¡oh padre mío! te dijera: "La noche pasada me desperté sobresaltado y vi delante de mí a uno dispuesto a luchar conmigo de un modo sangriento. Entonces yo, aunque sin querer atravesarle, hice inconscientemente un movimiento que impulsó a mi espada hacia su vientre desnudo. ¡Y por la mañana me desperté y vi que mi espada estaba, en efecto, teñida de sangre y espuma! ¿Qué dirías, ¡oh padre mío! al que después de hablarte así, te enseñara la espada ensangrentada?" El rey dijo: "Le diría que la sangre sola, sin el cuerpo del adversario, no era más que media prueba".
Entonces Kamaralzamán dijo: "¡Oh padre mío! yo también, esta mañana, al despertarme, me encontré el bajo vientre cubierto de sangre; la palangana, que está todavía en el retrete, te lo demostrará. ¡Pero como prueba más convincente todavía, he aquí la sortija de la adolescente! ¡En cuanto a mi sortija, ha desaparecido, como ves!"
Al oír aquello, el rey corrió al retrete y vió que efectivamente la palangana consabida contenía...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y como era discreta, se calló.

Y CUANDO LLEGO LA 191° NOCHE
Ella dijo:
... el rey corrió al retrete y vió que, efectivamente, la palangana consabida contenía una cantidad enorme de sangre, y dijo para sí: "¡Este es un indicio de que la contrincante tiene una salud maravillosa y una expansión leal y franca!" Y pensó también: "¡Advierto con certeza en todo esto la mano del visir!"
Después volvió apresuradamente junto a Kamaralzamán, exclamando: "¡Veamos ahora la sortija! Y la cogió, y le dió vueltas y más vueltas, y luego se la devolvió a Kamaralzamán, diciendo: "Es una prueba que me confunde por completo". Y permaneció una hora sin decir palabra. Después se lanzó pronto sobre el visir, y le gritó: "¡Tú eres el que ha armado toda esta intriga, viejo alcahuete!"
Pero el visir cayó a los pies del rey, y juró, por el Libro Noble y por la Fe, que no se había metido en nada de aquello. Y el eunuco hizo el mismo juramento.
Entonces el rey, que cada vez lo entendía menos, dijo a su hijo: "¡Sólo Alah puede aclarar este misterio!" Pero Kamaralzamán muy conmovido, replicó: "¡Oh padre mío! ¡Te suplico que hagas pesquisas y gestiones para devolverme a la deliciosa joven cuyo recuerdo me alborota el alma, y te conjuro a que tengas compasión de mí y hagas que se la encuentre, o moriré!"
El rey se echó a llorar, y dijo a su hijo: "¡Ya Kamaralzamán! ¡Sólo Alah es grande, y sólo él conoce lo desconocido! ¡A nosotros no nos queda sino afligirnos ambos: tú por ese amor sin esperanza, y yo por tu propia aflicción y por mi impotencia para remediarla!"
Enseguida el rey, muy desconsolado, cogió de la mano a su hijo y se lo llevó desde la torre hasta el palacio, en donde se encerró con él. Y se negó a ocuparse en los asuntos de su reino para quedarse llorando con Kamaralzamán, que se había metido en la cama lleno de desesperación por amar a una joven desconocida, que después de tan señaladas pruebas de amor, había desaparecido.
Después, el rey, para verse más libre aun de las cosas y gente de palacio, y no preocuparse más que en cuidar a su hijo, a quien tanto quería, mandó edificar en medio del mar un palacio, unido sólo a la tierra por una escollera de veinte codos de anchura, y lo hizo amueblar para su uso y el de su hijo. Y ambos lo habitaban solos, lejos del mundo y de las preocupaciones, para no pensar más que en su desgracia. Y a fin de consolarse un tanto, Kamaralzamán no encontraba nada como la lectura de buenos libros acerca del amor y el recitar versos de los poetas inspirados, como los siguientes entre otros mil:
¡Oh guerrera hábil en el combate de las rosas! ¡La sangre delicada de los trofeos que adornan tu frente triunfal tiñe de púrpura tu profunda cabellera, y el vergel natal de todas sus flores se inclina para besar tus pies infantiles!
¡Tan suave es ¡oh princesa! tu cuerpo sobrenatural, que el aire encantado, se aromatiza al tocarlo; y si la brisa curiosa penetrase debajo de tu túnica, en ella se eternizaría!
¡Tan bella es tu cintura, ¡oh hurí! que el collar de tu garganta desnuda se queja de no ser tu cinturón! ¡Pero tus piernas sutiles, cuyos tobillos están cercados de cascabeles, hacen crujir de envidia a las pulseras de tus muñecas!
Todo eso en cuanto a Kamaralzamán y a su padre el rey Schahramán.
Vamos ahora con la princesa Budur.
Cuando los dos genios la dejaron en su lecho del palacio de su padre el rey Ghayur, casi había transcurrido la noche. A las tres horas apareció la aurora, y Budur se despertó. Sonreía todavía a su amado y se desperezaba de gusto, en ese momento delicioso de semisueño al lado del amante, a quien creía junto a ella. Y al alargar los brazos vagamente para rodearle el cuello antes de abrir los ojos, no cogió más que el vacío. Entonces se despertó del todo y ya no vió al hermoso adolescente, al cual había amado aquella noche, y le tembló el corazón hasta casi perder el juicio, y exhaló un grito agudo que hizo acudir a las diez mujeres encargadas de su custodia, y entre ellas a su nodriza.
Rodearon ansiosas el lecho, y la nodriza le preguntó con acento asustado: "¿Qué ocurre, ¡oh mi señora!?"
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y como era discreta, se calló.

Aclaración
El traductor une en este capítulo las noches 189, 190 y 191.

PERO CUANDO LLEGO LA 193ª NOCHE
Ella dijo:
...con acento asustado: "¿Qué ocurre, ¡oh mi señora!?"
Budur exclamó: "¡Me lo preguntas como si no lo supieras, mujer llena de astucia!" ¡Dime ya lo que ha sido del joven adorable que esta noche ha dormido en mis brazos y al cual amo con todas mis fuerzas!"
La nodriza, escandalizada hasta el límite extremo, alargó el pescuezo para entender mejor, y dijo: "¡Oh princesa, líbrete Alah de todas las cosas inconvenientes! ¡Esas palabras no son de las que tú acostumbras a decir! ¡Por favor, explícate más, y si es broma que gastas con nosotras, date prisa a decírnoslo!"
Budur se incorporó a medias en la cama, y le gritó amenazadora: "¡Malhadada nodriza, te mando que me digas en seguida dónde está el hermoso joven a quien he entregado esta noche por voluntad propia mi cuerpo, mi corazón y mi virginidad!"
Al oír estas palabras, a la nodriza le pareció que el mundo entero se achicaba ante sus ojos; diose de golpes y se tiró al suelo, lo mismo que las otras diez viejas; y todas empezaron a gritar desaforadamente: "¡Qué negra mañana! ¡Qué enormidad! ¡Oh nuestra perdición!"
Pero la nodriza, sin dejar de lamentarse, preguntó: "¡Ya Sett Budur! ¡Por Alah! ¡Recobra la razón y no digas más cosas tan poco dignas de tu nobleza!"
Pero Budur le gritó: "¿Quieres callar, vieja maldita, y decirme de una vez lo que habéis hecho entre todas de mi amante, el de los ojos negros, cejas arqueadas y levantadas en los extremos, el que pasó toda la noche conmigo hasta por la mañana, v que tenía debajo del ombligo una cosa que no tengo yo?"
Cuando la nodriza y las otras diez mujeres oyeron semejantes palabras, levantaron los brazos al cielo y exclamaron: "¡Oh confusión! ¡Oh señora nuestra, libre te veas de la locura, y de las asechanzas malignas, y del mal de ojo! ¡Verdaderamente, traspasas esta mañana los límites de la chanza!"
Y la nodriza, golpeándose el pecho, dijo: "¡Oh mi dueña Budur! ¿Qué lenguaje es ése? ¡Si semejantes bromas llegaran a oídos del rey, nos dejaría sin alma al momento! ¡Y ningún poder nos libraría de su coraje!"
Pero Sett Budur, con los labios trémulos, gritó: "¡Por última vez te pregunto si quieres o no decirme dónde se encuentra el hermoso joven cuyas huellas tengo todavía en el cuerpo!" Y Budur hizo ademán de entreabrirse la camisa.
Al ver aquello, todas las mujeres se tiraron al suelo de bruces, y exclamaron: "¡Qué lástima de joven, que se ha vuelto loca!"
Pero estas palabras enfurecieron de tal manera a Budur, que descolgó de la pared una espada y se precipitó sobre las mujeres para atravesarlas. Enloquecidas entonces, se echaron fuera, atropellándose y aullando, y llegaron en desorden y demudados los semblantes al aposento del rey. Y la nodriza, con lágrimas en los ojos, le enteró de lo que acababa de: decir Sett- Budur, y añadió: "¡A todas nos habría matado o herido si no huyéramos!"
Y el rey exclamó: "¡Qué enormidad! Pero ¿viste si realmente ha perdido lo que ha perdido?" La nodriza se tapó la cara con las manos, y dijo llorando: "¡Lo he visto! ¡Había mucha sangre!" Entonces el rey dijo: "¡Eso es una completa enormidad!" Y aunque en aquel momento estuviera descalzo y con turbante de noche en la cabeza, se precipitó en la habitación de Budur.

El rey miró a su hija con aspecto muy severo, y le dijo: "¿Es verdad, Budur, que esta noche has dormido con uno, y llevas encima todavía las huellas de su paso? ¿Y has perdido lo que has perdido?"
Ella respondió: "¡Sí, por cierto, ¡oh padre mío! pues tú fuiste quien tal quiso, y a fe que escogiste perfectamente al joven; tan hermoso era, que ardo en deseos de saber por qué luego me lo quitaste! ¡Además, he aquí su sortija, que me ha dado después de coger la mía!"
Entonces el rey, padre de Budur, que ya había creído a su hija medio loca, dijo para sí: "¡Ha llegado al límite de la locura!" Y le dijo: "Budur, ¿quieres decirme de una vez qué significa esa conducta extraña y tan poco digna de tu posición?" Entonces Budur ya no pudo contenerse, y se rasgó la camisa de abajo arriba, y se puso a sollozar, dándose de bofetadas.
Al ver aquello el rey ordenó a los eunucos y a las viejas que le sujetaran las manos para que no se hiciera daño, y en caso de reincidencia, que la encadenaran, y le pusieran al cuello una argolla de hierro, y la ataran a la ventana de su habitación.
Luego el rey Ghayur, desesperado, se retiró a sus aposentos, pensando en los medios que utilizaría para obtener la curación de aquella locura que suponía en su hija. Pues, a pesar de todo, seguía queriéndola con tanto cariño como antes y no podía acostumbrarse a la idea de que se hubiese vuelto loca para siempre.
Reunió, pues, en su palacio a todos los sabios de su reino, médicos, astrólogos, magos, hombres versados en libros antiguos, y drogueros, y les dijo a todos: "Mi hija El-Sett-Budur está en tal y cuál estado. Se la daré por esposa a aquel de vosotros que la cure, y le nombraré heredero de mi trono cuando yo me muera. Pero al que haya entrado en el aposento de mi hija y no haya logrado curarla, se le cortará la cabeza".
Después mandó pregonar lo mismo por toda la ciudad, y envió correos a todos sus Estados para promulgarlo.
Y se presentaron muchos médicos, sabios, astrólogos, magos y drogueros; pero una hora más tarde se veían encima de la puerta del palacio sus cabezas cortadas. Y en poco tiempo se juntaron cuarenta cabezas a lo largo de la fachada del palacio. Entonces los otros pensaron: "¡Mala señal! ¡La enfermedad debe ser incurable!" Y nadie se atrevía a presentarse, para no exponerse a que le cortaran la cabeza.
¡Esto en cuanto a los médicos y al castigo que se les aplicó en tal caso!"
Pero en cuanto a Budur, tenía un hermano de leche, hijo de su nodriza, llamado Marzauán. Y Marzauán, aunque musulmán ortodoxo y buen creyente, había estudiado la magia y la brujería, los libros de los indios y los egipcios, los caracteres talismánicos y la ciencia de las estrellas; y después, como ya no tenía nada que aprender en libros, se había dedicado a viajar, y había recorrido las comarcas más remotas, consultando a los hombres más duchos en las ciencias secretas, y de este modo se había empapado en todos los conocimientos humanos. Y entonces púsose en camino para regresar a su país, al que había llegado con buena salud.
Y lo primero que vió Marzauán al entrar en la ciudad fueron las cuarenta cabezas cortadas de los médicos, colgadas encima de la puerta del palacio. Y al preguntar a los transeúntes, le explicaron toda la historia y la ignorancia notoria de los médicos justamente ejecutados...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana y se calló discretamente.

Aclaración
El traductor une en este capítulo las noches 192 y 193.

PERO CUANDO LLEGO LA 194ª NOCHE
Ella dijo:
... la ignorancia notoria de los médicos justamente ejecutados.
Entonces Marzauán entró en casa de su madre, y después de las efusiones del regreso, le pidió pormenores sobre la cuestión; y su madre le confió lo que había sabido, que entristeció mucho a Marzauán, porque se había criado con Budur y la quería con un cariño mayor del que suelen experimentar los hermanos por las hermanas. Reflexionó durante una hora, y después levantó la cabeza y le dijo a su madre: "¿Podrías hacerme entrar en su aposento secretamente para que trate de ver si conozco el origen de su mal y si tiene remedio o no?" Y su madre le dijo: "Difícil es, ¡oh Marzauán! De todos modos, ya que lo deseas, apresúrate a vestirte de mujer y a seguirme". Y Marzauán se preparó inmediatamente, y disfrazado de mujer, siguió a su madre al palacio.
Cuando llegaron a la puerta del aposento, el eunuco de guardia quiso prohibir la entrada a la mujer que no conocía, pero la vieja, le deslizó en la mano un buen regalo, y le dijo: "¡Oh jefe del palacio! ¡La princesa Budur, que está tan enferma, me ha expresado el deseo de ver a ésta mi hija, que es su hermana de leche! Dejadnos pasar, pues, ¡oh padre de la cortesía!" Y el eunuco, tan lisonjeado por estas palabras como satisfecho por el regalo, respondió: "¡Entrad pronto, pero no os entretengáis!" Y entraron ambos.
Cuando Marzauán llegó a presencia de la princesa, se levantó el velo que le cubría el rostro, se sentó en el suelo, y sacó de debajo de la ropa un astrolabio, libros de hechicería y una vela; y se disponía a sacar el horóscopo de Budur antes de interrogarla, cuando de pronto la joven se arrojó a su cuello y le besó con ternura, pues le había reconocido en seguida. Luego le dijo: "¿Cómo, hermano Marzauán, crees también en mi locura, como todos los demás? ¡Ah! ¡Desengáñate, Marzauán! ¿No sabes lo que dijo el poeta? Oye estas palabras, y reflexiona después sobre su alcance:
Han dicho: "¡Está loca! ¡Oh juventud perdida!"
Yo les digo: "¡Dichosos los locos! ¡Gozan más de la vida, y en eso se diferencian de la muchedumbre vulgar, que se ríe de sus acciones!"
Y les digo también: "¡Mi locura no tiene más que un remedio, y es el regreso de mi amigo!"
Cuando Marzauán oyó estos versos, comprendió en seguida que Budur estaba sencillamente enamorada, y que esta era toda su enfermedad. Y le dijo: "El hombre sagaz sólo necesita una seña para enterarse. ¡Apresúrate a contarme tu historia, y si Alah quiere, seré para ti causa de consuelo y el mediador para tu salvación!"
Entonces Budur le refirió minuciosamente toda la aventura, que no ganaría nada con que la repitiéramos. Y prorrumpió en llanto, diciendo: "¡He aquí mi triste suerte, ¡oh Marzauán! y ya no vivo más que llorando noche y día, y apenas los versos de amor que recito consiguen refrescar un poco la quemadura de mi hígado!"
Oídas estas palabras, Marzauán bajó la cabeza para reflexionar, y durante una hora se sumió en sus pensamientos. Después levantó la cabeza, y dijo a la desolada Budur: "¡Por Alah! Veo claro que tu historia es exacta de todo punto; pero en verdad que resulta difícil de entender. Sin embargo, tengo esperanzas de curar tu corazón dándote la satisfacción que deseas. Pero ¡por Alah! procura aguantar con paciencia hasta mi regreso. ¡Y estate bien segura de que el día en que de nuevo me veas junto a ti, será aquel en que te habré traído de la mano a tu amante!"
Y dicho esto, Marzauán se retiró bruscamente de la habitación de la princesa, su hermana de leche, y el mismo día se fué de la ciudad del rey Ghayur.
Fuera ya de las murallas, Marzauán viajó durante un mes entero de ciudad en ciudad y de isla en isla, y por todas partes no oía a la gente hablar en todas sus conversaciones más que de la historia extraña de Sett-Budur.
Pero al cabo del mes de viaje, Marzauán llegó a una gran ciudad, situada a orillas del mar, y que se llamaba Tarab, y dejó de oír a la gente hablar de Sett-Budur; pero en cambio no se ocupaban más que de la historia sorprendente de un príncipe, hijo del rey de aquella comarca, que se llamaba Kamaralzamán. Y Marzauán hizo que le contaran los pormenores de aquella aventura, y los encontró tan semejantes en todos sus puntos a los que ya sabía de Sett-Budur, que se enteró con exactitud del lugar en que se encontraba aquel hijo del rey. Se le dijo que tal sitio estaba muy lejos, y que a él llevaban dos caminos: uno por tierra y otro por mar; por tierra se tardaba seis meses en llegar al país de Khaledán, en el cual encontrábase Kamaralzamán; por mar, no se tardaba más que un mes. Entonces Marzauán, sin vacilar, escogió la vía marítima, embarcándose en un buque que salía precisamente para las islas del reino de Khaledán.
La nave en que se había embarcado Marzauán tuvo viento favorable durante toda la travesía; pero el mismo día que llegó a la vista de la capital del reino, una tempestad formidable levantó las olas del mar y proyectó al aire la nave, que giró sobre sí misma y zozobró sin remedio en un peñasco tajado. Pero Marzauán, entre otras cualidades, tenía la de saber nadar a la perfección, y de todos los pasajeros fué el único que pudo salvarse agarrándose al palo mayor que había caído al mar. Y la fuerza de la corriente le arrastró precisamente hacia la lengua de tierra en que estaba edificado el palacio que habitaba Kamaralzamán con su padre.
Y quiso el Destino que en aquel momento el gran visir, que había ido a dar cuenta al rey del estado del reino, estuviera mirando por la ventana que daba al mar, y al ver a aquel joven que arribaba de tal manera, mandó a los esclavos que fuesen a socorrerle, y se lo trajeran, no sin haberle proporcionado ropa para mudarse y darle de beber un vaso de sorbete para calmar su espíritu.
A los pocos momentos, Marzauán entró en la sala en que estaba el visir. Y como era bien formado y de aspecto gentil, agradó en seguida al gran visir, que se puso a interrogarle, y pronto se dió cuenta de lo extenso de sus conocimientos y de su cordura. Y dijo para sí: "¡Seguramente debe de estar versado en la medicina!" Y le dijo: "¡Alah te ha guiado aquí para curar a un enfermo a quien quiere mucho su padre...!
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y como era discreta, se calló.

Y CUANDO LLEGO LA 196ª NOCHE
Ella dijo:
... a un enfermo a quien quiere mucho su padre, y que para todos nosotros es causa de aflicción continua" Y Marzauán le preguntó: "¿A qué enfermo te refieres?" El otro contestó: "Al príncipe Kamaralzamán, hijo de nuestro rey Schahramán, que habita aquí mismo".
Oídas estas palabras, Marzauán dijo para sí: "¡El Destino me favorece más de lo que yo deseaba!"
Después preguntó al visir: "¿Y cuál es la enfermedad que padece el hijo del rey?" El visir dijo: "Yo creo sencillamente que está loco. ¡Pero su padre afirma que le han hecho mal de ojo o algo parecido, y se halla a punto de creer una historia extraña que su hijo le ha contado!" Y el visir contó a Marzauán la historia entera desde su origen.
Cuando Marzauán oyó el relato, llegó al límite de la alegría, pues ya no dudó de que el príncipe Kamaralzamán fuera el joven que había pasado la famosa noche con Sett-Budur, dejando a su amada un recuerdo tan vivo. Pero se guardó muy bien de explicárselo al gran visir, y sólo le dijo: "¡Estoy seguro de que viendo al joven daré antes con el tratamiento indicado, y gracias al cual le curaré, si Alah quiere!"
Y el visir le llevó sin tardanza al aposento de Kamaralzamán.
Y lo primero que llamó la atención de Marzauán al mirar al príncipe fué su parecido extraordinario con Sett-Budur.
Y tan estupefacto se quedó, que no pudo por menos de exclamar: "¡Ya Alah! ¡Bendito sea Aquel que crea bellezas tan semejantes dándoles los mismos atributos e iguales perfecciones!"
Al oír estas palabras, Kamaralzamán, que hallábase tendido lánguidamente en el lecho y con los ojos medio cerrados, los abrió por completo y aguzó el oído. Pero Marzauán, aprovechando aquella atención del príncipe, improvisaba ya los siguientes versos, para darle a entender de una manera embozada lo que ni el rey Schahramán ni el gran visir podían comprender:
Trataré de cantar los méritos de una beldad, causante de mis padecimientos, para hacer revivir el recuerdo de sus antiguos encantos.
Me dicen: "¡Oh tú, el herido por la flecha de amor, levántate! ¡He aquí la copa llena, y la guitarra para alegrarte!"
Yo les digo: "¿Cómo podré alegrarme si amo? ¿Hay mayor alegría que la del amor y la de padecer por amor?
"¡Amo tanto a mi amiga, que me encela hasta la camisa que toca sus caderas cuando la camisa se ciñe demasiado a sus caderas hermosas, benditas y suaves!
"¡Amo tanto a mi amiga, que tengo celos de la copa que toca sus labios gentiles cuando la copa roza durante mucho tiempo sus labios, creados para el beso!
"¡No me censuréis por amarla tan apasionadamente; bastante padezco con mi propio amor!
"¡Ah! ¡Si supieras sus méritos! ¡Tan seductora es como José en casa de Faraón, tan melodiosa como David delante de Saúl, tan modesta como María, madre de Cristo!
"¡Y yo me veo tan triste como Jacob apartado de su hijo, tan desdichado como Jonás en la ballena, tan probado como Job entre la paja, tan decaído como Adán perseguido por el ángel...!
"¡Ay! ¡Nada me curará, a no ser el regreso de la amiga!".
Cuando Kamaralzamán oyó estos versos, notó como si penetrase en él una gran frescura que le apaciguara el alma, e hizo seña a su padre para que invitara al joven a sentarse cerca de él y los dejaran solos. Y encantado el rey al ver que su hijo interesábase por algo, se apresuró a invitar a Marzauán a sentarse cerca de Kamaralzamán, y salió de la sala después de haber guiñado el ojo al visir para indicarle que le siguiera.
Entonces Marzauán se inclinó al oído del príncipe, y le dijo: "Alah me ha guiado hasta aquí para servir de mediador entre tú y la que amas. Y a fin de convencerte, escucha". Y dió a Kamaralzamán tales pormenores de la noche pasada con la joven, que no era posible la duda.
Y añadió: " esa joven se llama Budur, y es hija del rey Ghayur, señor de El-Budur y El-Kussur. Y es mi hermana de leche".
Al oír estas palabras, Kamaralzamán se sintió tan aliviado de su languidez, que notó cómo las fuerzas daban a su alma nueva vida; y se levantó de la cama, y cogió del brazo a Marzauán, y le dijo: "¡Voy a irme en seguida contigo al país del rey Ghayur!"
Pero Marzauán le dijo: "¡Está algo lejos, y primero has de recobrar las fuerzas por completo! ¡Después iremos juntos allá, y tú solo curarás a Sett-Budur!"
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana y se calló discretamente.

Aclaración
El traductor une en este capítulo las noches 195 y 196.


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