martes, julio 18, 2023

8 P5 Historia del rey Omar al - Neman y de sus dos hijos Scharkan y Daul'makan (quinta de cinco partes)

Hace parte de 

8.0 Historia del rey Omar al - Neman y de sus dos hijos Scharkan y Daul'makan (de la noche 44 a la noche 78)
       8.1 Las tres puertas de la vida (060-66)




Ir a la cuarta parte

Pero cuando llegó la 71ª noche

Ella dijo:
Cuando Daul'makán respiró aquella brisa deliciosa, pensó inmediatamente en la ausencia de su hermana y en el dolor de sus padres al verle volver solo, y se puso a llorar mientras recitaba estas estrofas:
¡Objeto a quien amo! ¿No podré jamás acercarme a ti? ¡Objeto a quien amo! ¿Este silencio reinará siempre entre nosotros?
¡Cuán cortas son las horas de la unión! ¡Cuán largos son los días de la ausencia!
¡Ven, cógeme de la mano! ¡He aquí que mi cuerpo se ha derretido en todo el ardor de mi deseo!
¡Ven y no digas que te olvide! No digas que me consuele. ¡Mi único consuelo sería sentirte entre mis brazos!
Entonces el encargado dijo: "Hijo mío, cesa en tus lamentos. Piensa que estamos cerca de la tienda del chambelán y de su esposa". Pero Daul'makán contestó: "No me impidas recitar estos poemas, que pueden amortiguar la llama de mi corazón". Y sin atender al encargado, volvió la cara hacia Bagdad, en medio de la claridad de la luna. En aquel momento, Nozhatú, tendida en la tienda, no podía dormir pensando en los ausentes, y oyó una voz que cantaba apasionadamente estos versos:
Ha brillado un instante el relámpago de la felicidad. Pero después de este relámpago, la noche es más noche todavía. Así se transformó en amarga la dulce copa en que el amigo me hizo beber sus delicias.
Cuando asomó su rostro el Destino, se alejó la paz de mi corazón. Mi alma ha muerto antes de la unión esperada con el muy amado.
Y apenas acabó de cantar, Daul'makán se desplomó sin conocimiento. En cuanto a la joven Nozhatú, esposa del chambelán, en seguida que oyó aquel canto que se elevaba entre la noche, se irguió ansiosa, y llamó al eunuco que dormía a la puerta de la tienda, y le dijo: "Ve en busca del hombre que acaba de cantar esos versos y tráemelo aquí". Y el eunuco exclamó: "¡Oh señora mía! no he oído nada, porque estaba dormido. Y ahora no podré encontrarlo en medio de la noche, como no despierte a toda nuestra gente".
Pero ella dijo: "Es necesario que lo busques. El que encuentres despierto será seguramente aquel cuyos versos acabo de oír". Y el eunuco no se atrevió a insistir más, y salió en busca del hombre de los versos.
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana y se calló discretamente.

Pero cuando llegó la 72ª noche

Ella dijo:
Entonces el eunuco no se atrevió a insistir más, y salió en busca del hombre de los versos. Pero aunque miró por todas partes y anduvo en todas direcciones, sólo encontró despierto al encargado del hammam, porque Daul'makán yacía desmayado. El encargado, al ver al eunuco, a la luz de la luna, con una cara de muy mal humor, temió que Daul'makán hubiera turbado el sueño de la esposa del chambelán, y no se atrevió a moverse.
Pero ya el eunuco le había visto, y le dijo: "¿Eres tú el que acaba de cantar esos versos que ha oído mi señora?" Y el encargado, completamente convencido de que habían molestado a la esposa del chambelán, exclamó: "¡Oh! no he sido yo".
Y el eunuco dijo: "Pues entonces, ¿quién ha sido? Seguramente has debido verle, puesto que no dormías". Y el encargado, alarmadísimo, exclamó: "No he oído nada".
Pero el eunuco le increpó: "¡Mientes como un desvergonzado! ¡No me harás creer que estando despierto no hayas oído nada!
Entonces el encargado repuso: “!Voy a decirte la verdad! El que cantaba era un nómada que acaba de pasar por ahí montado en un camello. Y me ha despertado con sus malditas canciones. ¡Alah lo confunda!".
Entonces el eunuco, aunque poco convencido de que aquello fuese verdad, marchó a decir a su señora: "¡Ha sido un nómada que pasó por ahí con su camello!"
Y Nozhatú, desolada con aquella contrariedad, miró silenciosamente al eunuco. Mientras tanto, Daul'makán había vuelto de su desmayo, y al ver la luna en lo alto del cielo, sintió en su espíritu la brisa encantadora de evocaciones lejanas; y cantó en su corazón la voz de innumerables aves, y modularon las flautas invisibles de los recuerdos. Quiso entonces expresar su emoción, y así lo expuso al encargado.
Pero éste le dijo: "¿Qué vas a hacer, hijo mío?" Y el otro repuso: "¡Voy a recitar algunos versos que calmarán mi corazón!" Pero el encargado repuso: "Sabe que ha estado aquí el eunuco, y a fuerza de habilidad he podido salvarte". Y Daul'makán preguntó: "¿De qué eunuco me hablas?" Y el encargado dijo: "¡Oh dueño mío! el eunuco de la esposa del chambelán ha venido aquí mientras estabas desmayado, y blandía un enorme garrote; y como yo era el único que estaba despierto, me preguntó si era el que había cantado. Y yo le contesté: "Ha sido un nómada que iba por el camino". Y el eunuco no pareció muy satisfecho, y me dijo: "Si oyes de nuevo la voz apodérate de ese hombre hasta que yo me presente y pueda llevarlo adonde está mi ama. ¡Y te hago responsable de él" Ya ves, amo mío, que me ha costado mucho engañar a ese negro receloso".
Entonces Daul'makán se indignó profundamente, y dijo: "¿Quién me impedirá cantar lo que me agrade? Quiero entonar los versos que me consuelan. Nada hay que temer, pues ahora estamos muy cerca de nuestro país". Pero el pobre encargado dijo: "¡Ya veo que quieres perderte sin remedio!" Y Daul-makán insistió: "Cantaré sin temor a nadie". Entonces el encargado dijo: "¡No me obligues a separarme de ti! ¡Prefiero marcharme, a presenciar que te martiricen! ¿Olvidas, hijo mío, que va a hacer año y medio que estamos juntos? ¿Por qué quieres que nos separen? Piensa que todo el mundo está rendido de cansancio y durmiendo tranquilamente. ¡Por piedad! no perturbes su descanso con tus versos, aunque sean todo lo hermosos que son". Pero Daul'makán no pudo contenerse más, y mientras la brisa cantaba en las palmeras frondosas, clamó con toda su voz:
¡Oh tiempos! ¿En dónde están los días en que nos favoreció el Destino, aquellos días en que estábamos reunidos en la morada querida, en la inolvidable patria?
¡Oh tiempos felices...! ¡Cuán lejos están! ¡Cuán lejos aquellos días y aquellas noches llenos de sonrisas!
¿Dónde están los días en que se expansionaba el corazón de Daul'makán al lado de una flor llamada Nozhatú'zamán?
Y terminado este canto, cayó desmayado de nuevo. Entonces el encargado se apresuró a cubrirlo con su manto.
Apenas oyó Nozhatú aquellos versos que citaban su nombre y el de su hermano y se aludía a sus desgracias, se sintió ahogada por los sollozos y se apresuró a llamar al eunuco, y le dijo: "¡Desventurado! El hombre que cantó antes acaba de cantar ahora muy cerca de aquí. Si no me lo traes en seguida, iré a buscar a mi esposo, y te dará de palos. Toma esos cien dinares y dáselos a ese cantor, y decídele a las buenas para que te siga. Y si se negase, dale este otro bolsillo, que contiene mil dinares. Y si a pesar de todo no quisiese venir, no insistas más, pero entérate dónde se alberga, y de lo que hace, y de qué tierra es, viniendo a ponerme al corriente de ello. ¡Y sobre todo, no tardes!"
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana y se calló discretamente.

Pero cuando llegó la 73ª noche

Ella dijo:
"¡Y sobre todo, no tardes!"
Entonces el eunuco salió de la tienda, y empezó a andar por entre la gente dormida, examinándolos uno por uno, pero no encontró a nadie despierto. Y se acercó al encargado, le cogió del brazo y le dijo:
"¡Tú eres el único que ha podido cantar!" Pero el encargado exclamó: "No he sido yo, ¡oh jefe de los eunucos!" Y el eunuco dijo: "No me iré hasta que me digas quién es el que ha cantado esos versos, pues sin averiguarlo no puedo presentarme ante mi ama". Y el encargado, al oír todo esto, sintió mucho más temor respecto a Daul'makán, y empezó a lamentarse, y dijo: "¡Te repito, ¡por Alah! que el que ha cantado es un caminante! Y no me atormentes más, pues, tendrás que dar cuenta de ello en el juicio de Alah. ¡Piensa que soy un pobre hombre que viene de la ciudad de Abraham, amigo de Alah!"
Y el eunuco dijo: "¡Entonces ven a contárselo a mi ama, porque no me cree!" Y el encargado dijo: "¡Oh grande y admirable eunuco! vuelve tranquilo a tu tienda; y si de nuevo se oye la voz, me haces responsable de ello, pues yo solo seré el culpable". Y para calmar al eunuco y decidirle a marcharse, le dijo palabras muy gratas, y le elogió muchas veces, y le besó la cabeza.
Entonces el eunuco se dejó convencer, pero en lugar de volver a donde estaba su ama, a la cual no se atrevía a presentarse, dió media vuelta y se escondió cerca del sitio en que estaba el encargado del hammam.
Mientras tanto, Daul'makán había vuelto en sí, y el encargado le dijo: "¡Levántate, que te voy a contar todo lo que ha ocurrido con motivo de tus versos!" Y le contó la cosa. Pero Daul'makán, que no le prestaba atención, le interrumpió: "¡Oh! no quiero saber nada, no puedo reprimir mis emociones, sobre todo ahora que estarnos cerca de mi tierra".
Y el encargado, lleno de terror, le dijo: "¡Oh hijo mío! no te rindas a las malas sugestiones. ¿Cómo puedes estar tan confiado, cuando yo estoy lleno de miedo por ti y por mí? ¡Por Alah! te ruego que no cantes más versos hasta que lleguemos completamente a tu tierra. ¡Nunca te habría creído tan testarudo, hijo mío! ¡Piensa que la esposa del chambelán quiere castigarte porque no la dejas dormir, y ya ha mandado dos veces al eunuco en busca tuya!
Pero Daul'makán, sin hacer caso de las palabras del encargado, levantó la voz por tercera vez, y cantó estas estrofas con toda su alma:
¡Lejos de mi! ¡Lejos de mi esas censuras que traen la perturbación a mi alma y el insomnio a mis ojos!
Me han dicho: "¡Qué desmejorado estás!" Y yo les he contestado: "Aun no lo sabéis bien". Y ellos me han dicho: "¡Eso es el amor!" Y yo les he preguntado: "¿El amor puede aniquilar de este modo?"
Y ellos han insistido: "¡Es el amor!" Y yo he dicho: "No quiero amor, ni la copa del amor, ni las tristezas del amor"
¡Ah! ¡Sólo quiero cosas sutiles que calmen, que sirvan de bálsamo a mi corazón atormentado!
Pero apenas Daul'makán acababa de cantar estos versos, apareció súbitamente el eunuco delante de él. Y el pobre encargado del hammam se aterró de tal modo, que huyó a escape, y se puso a mirar desde lejos.
Entonces el eunuco se acercó respetuosamente a Daul'makán y le dijo: "¡La paz sobre ti!"
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

Pero cuando llegó la 74ª noche

Ella dijo:
He llegado a saber ¡oh rey afortunado! que el eunuco dijo: "¡La paz sobre ti!" Y Daul'makán respondió: "¡Y sobre ti la paz, la misericordia de Alah y sus bendiciones!" Y el esclavo dijo: "¡Oh mi señor! he aquí que mi ama me envía a buscarte por tercera vez, porque desea verte".
Pero Daul'makán contestó: "¡Tu ama! ¿Y quién es esa perra que tiene la audacia de mandarme a buscar? ¡Alah la confunda y la maldiga, y también a su marido!" Y no contento con esto, se puso a injuriar al eunuco durante un buen rato. Y el eunuco no quiso contestar nada, porque su señora le había encargado que no maltratase al cantor. Así es que hizo todo lo posible para convencerle con palabras cariñosas y calmar su arrebato, y le dijo: "Hijo mío, este paso que doy cerca de ti no es para ofenderte, sino sencillamente para suplicarte que te dignes dirigir generosamente tus pasos hacia donde está mi ama, que desea ardientemente verte. ¡Y sabrá agradecer tu bondad para con ella!"
Y Daul'makán se conmovió, y consintió en acompañar al eunuco hasta la tienda, mientras el pobre encargado, temblando por Daul'makán se decidió a seguirle de lejos, diciendo para sí: "¡Qué desgracia la suya! ¡Seguramente le ahorcarán mañana al salir el sol!" Y de pronto le espantó un pensamiento terrible, y se dijo: "¡Quién sabe si Daul'makán, para disculparse, me echará la culpa y dirá que he sido yo el que ha cantado los versos! ¡Cuán infame sería esta acción!" Daul'makán y el eunuco seguían avanzando difícilmente entre la gente dormida y por entre los animales que estaban echados, pero acabaron por llegar a la tienda de Nozhatú. Y el eunuco rogó a Daul'makán que le aguardase, y entró a avisar a su señora, diciéndole: "He aquí que te traigo al hombre que buscabas. Es un jovencillo de muy buena figura, y cuyo rostro indica un alto y muy noble origen". Nozhatú, al oír todo esto, sintió que aumentaban los latidos de su corazón, y dijo apenadamente al eunuco: "Hazle sentar junto a la tienda, y ruégale que cante otros versos, para que los oiga yo de cerca. Y luego entérate de su nombre y de su país".
Entonces salió el eunuco, y dijo a Daul'makán: "Mi señora te ruega que le cantes algunos versos, pues te escucha desde la tienda. Y desea también saber tu nombre, tu país y tu estado". Y Daul'makán contestó: "¡Con toda la generosidad y como debido homenaje!
En cuanto a mi nombre, hace tiempo que se borró, como se consumió mi corazón y se estropeó mi cuerpo. Y mi historia es digna de escribirse con una aguja en el rincón interior del ojo. ¡Y estoy como el que abusó tanto del vino, que ha perdido la salud para toda la vida! ¡Y como el sonámbulo! ¡Y como el ahogado por la locura!"
Cuando Nozhatú se enteró de todo esto que fué a comunicarle el eunuco, empezó a sollozar, y dijo: "¡Pregúntale si ha perdido algún ser querido: una madre, un padre o un hermano!"
Y el eunuco interrogó a Daul'makán como se lo había mandado su ama. Y Daul'makán contestó: "¡Ay de mí! ¡He perdido todo eso, y además una hermana que me quería, y de la cual no he vuelto a saber, porque el Destino nos ha separado!" Y Nozhatú, al oír estas palabras, que le repitió el eunuco, exclamó: "¡Haga Alah que ese joven pueda encontrar alivio en sus desdichas y consiga reunirse con los que ama!" Después encargó al eunuco ...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

Pero cuando llegó la 75ª noche

Ella dijo:
He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que Nozhatú, la esposa del chambelán, encargó al eunuco: "Ve a rogarle que cante algunos versos sobre la amargura de la separación". Y el eunuco fué a dirigirle el ruego que le había ordenado su ama. Entonces Daul'makán, sentado no lejos de la tienda, apoyó la mejilla en la mano, y mientras la luna iluminaba a la gente dormida, su voz se elevó entre el silencio:
En mis versos, de rimas melodiosas, he cantado suficientemente la amargura de la ausencia y el triunfo de aquella cruel con cuyo alejamiento he sufrido tanto.
Ahora he engarzado en un hilo de oro mis versos, admirablemente labrados, y quiero solamente cantar las cosas de alegría y la expansión del alma.
Los jardines perfumados de rosas, las gacelas de ojos negros, las cabelleras de las gacelas.
La cruel fué al jardín de mis delicias, sus mejillas las rosas del jardín, sus pechos las peras y las granadas, y su carne la miel y el rocío.
Pero en adelante, quiero pasar tranquilamente la vida con tiernas vírgenes, flexibles como las ramas nuevas, y entre beldades intactas como perlas que no se han perforado.
Al son de laúdes melodiosos, bebiendo la copa en las manos del escanciador, en las praderas de rosas y narcisos.
Y aspiraré todos los perfumes de la carne, y sorberé la delicada saliva de los labios, prefiriendo los gruesos y de rojo obscuro.
Y mis miradas reposarán en sus miradas. ¡Y nos sentaremos cerca del agua cantora de mis jardines!
Cuando Daul'makán acabó de cantar este poema, Nozhatú que lo había oído extasiada, no pudo contenerse más, y levantando la cortina, sacó la cabeza fuera y miró al cantor a la claridad de la luna. Y exhaló un gran grito al reconocer a su hermano. Y corrió hacia él con los brazos tendidos, gritando: "¡Oh hermano mío! ¡Oh Daul'makán!"
Y Daul'makán miró a la joven, y reconoció en seguida a su hermana Nozhatú. Y se echaron uno en brazos de otro, se besaron, y después cayeron desmayados los dos.
El eunuco, al ver todo esto, llegó al límite del asombro, quedándose completamente estupefacto. Pero se apresuró a coger una colcha, y la echó respetuosamente encima de los dos, para resguardarlos de miradas indiscretas. Y aguardó a que volvieran de su desmayo.
Pronto volvió en sí Nozhatú, y después Daul'makán. Y Nozhatú en aquel momento olvidó todas sus penas pasadas, y en el límite de la felicidad, recitó estas estrofas:
Habías jurado ¡oh Destino! que mis penas no acabarían nunca. Y he aquí que te he obligado a violar tu juramento.
Porque ahora mi dicha es completa, pues el amigo está a mi lado. Y tú, Destino, serás el esclavo que nos servirás, levantando los faldones de tu ropón...
Al oír esto, Daul'makán estrechó a su hermana contra su corazón, y entre lágrimas de alegría que humedecían sus párados, recitó estas estrofas:
La dicha ha penetrado en mí tan intensamente, que el llanto brota de mis ojos.
¡Ojos míos, os habéis acostumbrado a las lágrimas; ayer llorábais de pena, y hoy lloráis de felicidad!
Entonces Nozhatú invitó a su hermano a entrar en la tienda, y le dijo: "¡Oh hermano mío! cuéntame todo lo que te ha ocurrido, para que a mi vez te refiera mi historia". Pero Daul'makán dijo: "¡Cuéntame primero tu historia!" Entonces Nozhatú refirió a su hermano todo cuanto le había sucedido sin omitir ningún detalle. Y no es útil repetirlo.
Después añadió: "En cuanto a mi esposo el chambelán, lo conocerás dentro de un momento; y te tratará muy bien, porque es muy buen hombre. Pero ahora apresúrate a contarme todo lo que te ha sucedido desde que te dejé enfermo en el khan de la ciudad santa". Y Daul'makán se apresuró a contarle su historia, y terminó de este modo: "Y no me cansaré de decirte lo bueno que ha sido para mí ese buen hombre, el encargado del hammam, pues se ha gastado conmigo todo el dinero que tenía ahorrado, me ha servido noche y día, y se ha portado como un padre, un hermano o un amigo muy adicto. Y ha llevado su desinterés hasta privarse de su alimento para dármelo, y me ha cedido su borrico para que yo lo montase, mientras que él lo guiaba y me sostenía.
Y realmente, si vivo, a él se lo debo". Entonces Nozhatú dijo: "¡Si Alah quiere, sabremos recompensar sus buenos servicios todo cuanto podamos!"
En seguida llamó al eunuco, que acudió al momento, y besó la mano de Daul'makán y se quedó en pie delante de él. Y Nozhatú le dijo: "Ya que has sido el primero en anunciarme la buena nueva, te vas a quedar con la bolsa de los mil dinares. Ve ahora a avisar a tu amo".
Entonces el eunuco, muy contento con todo aquello, se apresuró a llamar a su amo, que no tardó en presentarse en la tienda de su esposa. Y llegó al límite de la sorpresa viendo allí a un joven desconocido, y a mayor abundancia, a media noche. Pero Nozhatú se apresuró a contarle su historia, desde el principio hasta el fin, y añadió: "Así es, oh chambelán, mi esposo! que en vez de casarte con una esclava, como creías, te has casado con la propia hija del rey Omar Al-Nemán, Nozhatú'zamán. ¡Y he aquí a mi hermano Daul'makán!" Cuando el gran chambelán oyó esta historia extraordinaria, cuya veracidad no puso en duda un momento, llegó al límite de la satisfacción al verse convertido en el propio yerno del rey Omar Al-Nemán, y dijo para sí:
"Con esto me nombrarán lo menos gobernador de una provincia de entre las provincias". Después se acercó respetuosamente a Daul'makán, y le colmó de enhorabuenas y felicitaciones por la terminación de todos sus males y por haber encontrado a su hermana. Y quiso que levantaran una tienda para el nuevo huésped, pero Nozhatú le dijo: "Es inútil, puesto que estamos a tan poca distancia de nuestro país, y además, como hace tanto tiempo que mi hermano y yo no nos hemos visto, queremos vivir en la misma tienda, viéndonos a todas horas".
Y el chambelán respondió: "¡Que se haga según tu deseo.” Después salió para dejarlos en libertad, y les envió candelabros, jarabes, frutas y toda clase de dulces con que habían cargado dos mulos y un camello antes de salir de Damasco, para repartirlos entre los personajes de Bagdad. Y mandó a Daul'makán tres trajes de los más suntuosos, y que le preparasen un magnífico dromedario enjaezado con gualdrapas multicolores. Y se puso a pasear de arriba abajo y por delante de su tienda, dilatado el pecho por la alegría, pensando en el honor que le había concedido Alah y cuánta era su importancia presente y su grandeza futura.
Y llegada la mañana, se apresuró a ir a la tienda de su mujer a saludar a su cuñado. Y Nozhatú le dijo: "¡Oh esposo mío! No olvidemos al encargado del hammam; ordena al eunuco que le prepare una buena cabalgadura, y que cuide de servirle el almuerzo y la comida. ¡Y sobre todo, que no se aparte de nosotros!" Y el chambelán así se lo hizo saber al eunuco, que contestó: "¡Escucho y obedezco!"
En seguida el eunuco, acompañándose de otros servidores del chambelán, corrió en busca del encargado. Y al fin lo halló en lo último de la caravana, temblando de miedo y ensillando el borrico para huir. Así es que apenas vió al eunuco y a los esclavos que corrían hacia él, se sintió morir, se puso muy pálido, y sus rodillas chocaban una con otra, y todos sus músculos se estremecieron de terror. Y supuso que Daul'makán lo había acusado para disculparse, porque el eunuco le gritó: "¡Oh grandísimo embustero...!"
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

Pero cuando llegó la 76ª noche

Ella dijo:
He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que el eunuco gritó: "¡Oh grandísimo embustero! ¿Por qué dijiste que no sabías quién había cantado los versos? Ya sabemos que el cantor era tu compañero.
Sabe, pues, que hasta que, lleguemos a Bagdad no me separaré de ti ni un instante, y cuando lleguemos correrás la misma suerte que el cantor!"
Al oír todo esto, aumentó el pánico de aquel hombre, que pensaba: "He aquí que me ha caído encima el más injusto de los castigos". Y el eunuco ordenaba mientras tanto a los esclavos: "Dadle este caballo y quitadle ese borrico". Y a pesar de las lágrimas del encargado, le cogieron el borrico y le obligaron a montar en un magnífico caballo entre los caballos del chambelán.
Y el eunuco llamó aparte a los esclavos y les dijo: "¡Vais a servir a este hombre durante todo el viaje, y cada cabello que pierda su cabeza será la pérdida de uno de vosotros! ¡Tened pues, con él todas las consideraciones y atended a sus menores necesidades!"
Pero el pobre encargado, al verse rodeado de aquel modo por todos aquellos esclavos, dió por segura su muerte. Y dijo al eunuco: "¡Oh generoso capitán! te juro que ese joven no es pariente mío, pues estoy solo en el mundo. Y soy un pobre encargado entre los encargados del hammam, ¡pero encontré a ese joven medio muerto a la puerta del hammam y lo recogí por Alah!
¡Y no he hecho nada que merezca castigo!"
Y se echó a llorar, y así siguió muy asustado, mientras la caravana avanzaba y el eunuco, que iba a su lado, se divertía a su costa, repitiéndole sin cesar: "¡Habéis turbado el sueño de mi señora con vuestros malvados versos!"
Sin embargo, en cada parada le invitaba a comer con él en el mismo plato, y a beber con él en la misma alcarraza, después de haber bebido él primero. Pero a pesar de todo, las lágrimas no se secaban en los ojos del encargado, que más perplejo que nunca, no sabía nada de Daul'makán, pues el eunuco se guardaba de hablarle de él.
Nozhatú, Daul'makán y el chambelán siguieron a la cabeza de la caravana. Y la última mañana, cuando sólo les quedaba una jornada de marcha, vieron levantarse delante de ellos una densa polvareda, que oscureció el cielo y creó la noche a su alrededor. Y el chambelán encargó a los suyos que no se moviesen, y él avanzó con cincuenta mamalik. Y al poco tiempo se disipó la polvareda y apareció un ejército formidable, que marchaba en orden de batalla al son de los tambores, con las banderas y las señeras al viento. Y en seguida se destacó del ejército un grupo de jinetes, que adelantó al galope; y cada mameluco del chambelán fué cercado por cinco jinetes.
Al ver esto, muy sorprendido, el chambelán preguntó: "¿Quiénes sois para proceder así con nosotros?" Y le contestaron: "¿Y vosotros quienes sois, de dónde venís y adónde vais?" El chambelán dijo: "Soy el gran chambelán del príncipe Scharkán, emir de Damasco, hijo del rey Omar Al-Nemán, señor de Bagdad y del país de Haurán. Y me envía el príncipe Scharkán para llevar a su padre el tributo de Damasco". Al oír esto, todos los jinetes sacaron súbitamente los pañuelos, se los llevaron a los ojos y se echaron a llorar. Y el chambelán se quedó extremadamente sorprendido.
Y cuando hubieron acabado de llorar, su jefe se adelantó hacia el chambelán, y le dijo: "¡Contempla nuestra desesperación! ¡El rey Omar Al-Nemán ha muerto! ¡Y ha muerto envenenado!"
Después añadió: "Pero en cuanto a ti, ¡oh chambelán venerable! ven con nosotros y te llevaremos ante el gran visir Dandán, que está ahí en el centro del ejército, y te dará todos los pormenores de nuestra desdicha".
Entonces el chambelán no pudo menos de llorar también, y exclamó: "¡Oh qué viaje tan desgraciado acabamos de hacer!" Y todos marcharon en busca del gran visir Dandán. Y el chambelán le enteró de la misión que traía, y le enumeró los regalos de que era portador para el rey Omar Al-Nemán.
Pero el gran visir, al oír estas palabras que le recordaban a su señor, rompió en amargo llanto, y dijo al chambelán: "Sabe que el rey Omar Al-Nemán ha muerto envenenado, y ya te contaré los pormenores. Porque ahora he de enterarte de lo ocurrido. Y es lo siguiente:
"Cuando nuestro rey murió en la misericordia de Alah y en su clemencia sin límites, el pueblo se dividió al elegir el sucesor al trono; y los partidarios de uno y otro bando habrían llegado a las manos si los grandes y los notables no lo hubieran impedido. Y acabaron por someterse al parecer de los cuatro grandes kadíes de Bagdad, que designaron como sucesor al príncipe Scharkán, gobernador de Damasco. Y reuní al ejército para ir a Damasco y anunciar al príncipe la muerte de su padre y su elección para el trono.
"Pero debo decirte que en Bagdad hay un partido favorable a la elección del joven Daul'makán, aunque nadie sabe qué ha sido de él ni de su hermana Nozhatú'zamán, pues pronto hará cinco años que salieron para el Hdejaz, y no se han tenido noticias suyas".
Entonces el chambelán, aunque muy apesarado por la muerte del rey Omar Al-Nemán, se alegró hasta el límite de la alegría pensando en la probabilidad de que Daul'makán llegase a ser rey de Bagdad y del Khorasán. Así es que, dirigiéndose hacia el gran visir Dandán, le dijo. ..
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

Pero cuando llegó la 77ª noche


Ella dijo:

He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que el chambelán, dirigiéndose hacia el gran visir Dandán, le dijo: "Realmente, la historia que me acabas de contar es tan extraña como asombrosa. Y para corresponder a tu confianza, he de anunciarte una nueva que alegrará tu corazón y acabará con todas tus preocupaciones. ¡Sabe, pues, ¡oh gran visir! que Alah acaba de allanarnos el camino devolviéndonos al príncipe Daul'makán y a su hermana Nozhatú!"
Y al oírlo, el visir Dandán experimentó un gran júbilo, y exclamó "¡Oh venerable chambelán! apresúrate a contarme los pormenores de esta noticia inesperada que me transporta al colmo de la felicidad!" Entonces el chambelán le contó toda la historia de los dos hermanos, y que se había casado con Nozhatú.
En seguida el visir se inclinó ante él, y le rindió todos los homenajes, ofreciéndole su lealtad. Después hizo que se reunieran los emires, los jefes del ejército y los grandes del reino que allí estaban presentes, y los enteró de todo. Y unos y otros fueron en seguida a besar la tierra entre las manos del chambelán, rindiéndole homenaje. Y le felicitaron, celebrando en extremo aquel nuevo orden de cosas, obra del Destino; que combinaba tales maravillas.
Después el chambelán y el gran visir ocuparon unos asientos sobre una tarima, y reuniendo a los notables, a los emires y a los visires, celebraron consejo acerca de la situación. Y el consejo duró una hora, decidiéndose por unanimidad nombrar sucesor a Daul'makán, en vez de ir a Damasco en busca del príncipe Scharkán. Y el visir se levantó en seguida de su asiento para demostrar su homenaje al chambelán, que pasaba a ser el personaje principal del reino. Y le ofreció magníficos presentes, deseándole prosperidades, así como hicieron todos los demás, Y en nombre de todos, dijo: "¡Oh chambelán venerable! esperamos que gracias a tu magnanimidad conservará cada uno de nosotros sus funciones en el nuevo reinado. Y vamos a regresar a Bagdad para precederte y recibir como es debido a nuestro joven sultán, mientras tú vas a anunciarle su elección".
Y el chambelán les ofreció con su protección el que conservarían sus cargos, y pidió al visir antes de que regresase con el ejército a Bagdad que le enviase hombres y camellos con tiendas suntuosas, trajes regios, tapices y adornos.
Y al encaminarse hacia la tienda de los dos hermanos, notaba el chambelán que aumentaba su respeto hacia su esposa Nozhatú, y decía para sí: "¡Qué viaje tan bendito y de tan buen agüero!" Y al llegar a la tienda no quiso entrar sin pedir autorización a su esposa, que le fué concedida inmediatamente.
Entonces entró en la tienda, y después de los acostumbrados saludos, les enteró de la muerte del rey Omar y de la elección de Daul'makán, y dijo: "¡Ahora, ¡oh rey generoso! no te queda más remedio que aceptar el trono, pues tu negativa podría traerte alguna desgracia por mano del que fuese elegido en tu lugar!"
Y Daul'makán, llorando con Nozhatú la muerte de su padre el rey Omar, exclamó: "Acepto la orden del Destino, ya que no me puedo librar de ella. Y tus palabras, ¡oh chambelán! las juzgo como dictadas por el buen sentido y la cordura". Y añadió: "Pero ¡oh mi venerable cuñado! ¿Cuál ha de ser mi actitud para con mi hermano Scharkán? ¿Qué debo hacer por él?" Y el chambelán dijo: "La única solución equitativa es repartir el imperio entre los dos, y que tú seas sultán de Bagdad y tu hermano sultán de Damasco. Atente a esta resolución, que de ella no ha de resultar más que la paz y la concordia". Y Daul'makán aceptó el consejo de su cuñado.
En seguida el chambelán cogió el traje regio que le había dado el visir y revistió con él a Daul'makán. Y le entregó el gran sable de oro de la realeza, besando la tierra entre sus manos. Y fué inmediatamente a elegir un sitio, en que hizo levantar la tienda regia, que era muy amplia, coronada por una magnífica cúpula, toda forrada de seda de colores con dibujos de flores y pájaros. Y mandó que se tendieran grandes alfombras, después de haber regado la tierra del alrededor. En seguida fué a rogar al rey que se instalase en la tienda. Y allí durmió el rey aquella noche.
Apenas apareció el alba, se oyó a lo lejos el clamor de los tambores de guerra y el tañido de los instrumentos musicales. Y bien pronto se vió salir de entre una nube de polvo el ejército de Bagdad, a cuya cabeza iba el gran visir, que acudía en busca de su rey, después de haberlo preparado todo en Bagdad.
Entonces el rey Daul'makán. . .
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

Pero cuando llegó la 78ª noche
Ella dijo:
Entonces el rey Daul'makán, vestido con su traje regio, fué a sentarse en el trono levantado en medio de la tienda, debajo de la alta cúpula. Y colocó entre sus rodillas el gran sable de mando, apoyó las manos en él, y aguardó inmóvil. Los mamalik de Damasco y los antiguos guardias del chambelán fueron a colocarse a su alrededor con el alfanje desnudo. Y el chambelán, respetuosamente, se puso de pie a la derecha del trono.
Inmediatamente, cumpliendo las órdenes del chambelán, empezó el homenaje. Entraron los jefes del ejército de diez en diez, empezando por los grados inferiores, y prestaron juramento de fidelidad en manos del rey y besaron silenciosamente la tierra. Y así hicieron todos. Y ya no faltaban más que los cuatro grandes kadíes y el gran visir Dandán. Y los cuatro grandes kadíes entraron y prestaron juramento de fidelidad y besaron la tierra entre las manos del rey.
Pero cuando entró el gran visir, el rey se levantó del trono en honor suyo, avanzó a su encuentro, y exclamó: "¡Bienvenido sea el padre de todos nosotros, el muy venerable y muy digno gran visir, aquel cuyos actos están perfumados por la alta sabiduría, aquel cuyas acciones hablan de unas sabias y prudentes manos!"
Entonces el gran visir prestó juramento sobre el Libro Noble y besó la tierra entre las manos del rey.
Y mientras el chambelán salía para preparar el festín, disponiendo los manteles, los manjares y el servicio de coperos, el rey dijo al gran visir:
"Ante todo, para festejar mi advenimiento, quiero obsequiar con largueza a los soldados y a sus jefes; y para esto, manda repartir entre ellos todo el tributo que traemos de la ciudad de Damasco, sin economizar nada. Y hay que darles de comer y beber hasta la saciedad. Y hasta entonces, ¡oh gran visir! no vengas a contarme los pormenores de la muerte de mi padre y la causa de su muerte".
Y el visir Dandán se acomodó a las órdenes del rey, y dió tres días de libertad a los soldados para que pudieran divertirse, y avisó a sus jefes que el rey no quería recibir a nadie durante aquellos tres días. Entonces todo el ejército hizo votos por la vida del rey y por la prosperidad de su reinado. Y el visir volvió a la tienda del rey. Pero el rey ya había ido a buscar a su hermana Nozhatú, y le había dicho:
"¡Oh hermana! hemos sabido la muerte de nuestro padre el rey Omar, pero desconocemos todavía la causa de su muerte. Ven conmigo, para oírla contar de labios del gran visir". Y la llevó a la tienda, y la ocultó tras una gran cortina de seda colocada a espaldas del trono.
Entonces el rey dijo al visir Dandán: "¡Ahora, ¡oh visir! cuéntanos los detalles de la muerte del más sublime de los reyes!" Y el visir dijo: "¡Escucho y obedezco!"


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