26 El parterre florido del ingenio y el jardín de la galantería (de la noche 373 a la 393)
26.1 Al-Raschid y el cuesco (noche 373)
26.2 El jovenzuelo y su maestro (de la noche 373 a la 375)
26.3 El saco prodigioso (de la noche 375 a la 376)
26.4 Al-Raschid-justiciero de amor (noche 376)
26.5 ¿Para quién la preferencia? ¿Para el joven o para el hombre maduro? (de la noche 376 a la 377)
26.6 El precio de los cohombros (noche 377)
26.7 Cabellos blancos (de la noche 377 a la 378)
26.8 La cuestión zanjada (noche 378)
26.9 Abu-Nowas y el baño de Sett-Zobeida (de la noche 378 a la 379)
26.10 Abu-Nowas improvisa (noche 379)
26.11 El asno (de la noche 379 a la 380)
26.12 El flagrante delito de Sett-Zobeida (de la noche 380 a la 381)
26.13 ¿Macho o hembra? (de la noche 381 a la 382)
26.14 El reparto (noche 382)
26.15 El maestro de escuela (de la noche 382 a la 383)
26.16 La inscripción de una camisa (noche 383)
26.17 La inscripción de una copa (de la noche 383 a la 384)
26.18 El califa en el cesto (de la noche 384 a la 386)
26.19 El mondonguero (de la noche 386 a la 389)
26.20 La joven Frescura de los Ojos (de la noche 389 a la 390)
26.21 ¿Mujeres o jovenzuelos? (de la noche 390 a la 393)¿PARA QUIEN LA PREFERENCIA? ¿PARA EL JOVEN O PARA EL HOMBRE MADURO?
La anécdota siguiente nos la relata Abul-Afina. Dice.
"Un día había yo subido a mi terraza para tomar el aire, cuando oí una conversación de mujeres en la terraza contigua. Las que así charlaban eran dos esposas de mi vecino, cada una de las cuales tenía un amante que la contentaba como no lo hacía el esposo viejo e impotente. Pero el amante de una era un hermoso joven de lo más tierno aún y con las mejillas sonrosadas e imberbes, y el amante de la otra era un hombre maduro y peludo; de barba compacta y espesa. Y he aquí que sin saber que las escuchaban, mis dos vecinas discutían precisamente acerca de los méritos respectivos de sus enamorados. Decía una...
En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.
Pero cuando llegó la 377ª noche
Ella dijo:
... Decía una: "¡Oh hermana mía! ¿Cómo puedes soportar la rudeza de la barba de tu amante cuando, al besarte, te frota con ella los senos y las espinas de su bigote rozan las mejillas y los labios? ¿Qué haces para que no te lastime y desgarre la piel cruelmente cada vez? Créeme, hermana mía; cambia de enamorado y haz lo que yo; búscate a un joven con un ligero vello en las mejillas deseables cual una fruta, con una carne delicada que se derrita en tu boca durante el beso. ¡Por Alah, que ya sabrá él compensar a tu lado su falta de barba con muchas otras cosas llenas de sabor!"
Al oír estas palabras, le contestó su compañera: "¡Qué tonta eres, hermana mía, y cómo careces de finura y buen sentido! ¿Acaso no sabes que el árbol sólo resulta hermoso cuando está lleno de hojas, y el cohombro sólo resulta sabroso con su pelusa y con todas sus asperezas? ¿Hay en el mundo algo más feo que un hombre imberbe y calvo como una cotufa? Has de saber que la barba y el bigote son para el hombre lo que para las mujeres son las trenzas de pelo. ¡Y tan notorio es, que Alah el Altísimo (¡glorificado sea!) creó en el cielo especialmente a un ángel que no tiene otra ocupación que la de cantar alabanzas al Creador por haber dado barba a los hombres y dotado de cabellos largos a las mujeres! ¿A qué me hablas, pues, de elegir como enamorado a un joven imberbe? ¿Crees que consentiría yo en tenderme debajo de quien apenas se pone encima piensa en quitarse, apenas está en tensión piensa en aflojarse, apenas se une piensa en desatar el nudo, apenas se halla en su sitio piensa en abandonarlo, apenas adquiere consistencia piensa en derretirse, apenas erigido piensa en derruirse, apenas enlazado piensa en desligarse, apenas pegado piensa en despegarse, y apenas en funciones piensa en ceder? ¡Desengáñate, pobre hermana mía! ¡Nunca abandonaré al hombre que no se separa de la que enlaza, que cuando entra permanece en su sitio, cuando se vacía se llena otra vez, cuando acaba recomienza, cuando se mueve es excelente, cuando funciona es superior, cuando da es generoso y cuando empuja perfora!"
Al oír tal explicación, exclamó la mujer que tenía el amante imberbe: "¡Por el Dueño de la Kaaba santa, ¡oh hermana mía! que me hiciste entrar en ganas de probar al hombre barbudo!
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